Saint-Gobain, Bosch y el casino más grande de Europa

Pedro Luna Antúnez

Apenas hay unos ocho kilómetros entre el municipio tarraconense de l’Arboç y el núcleo de Sant Marçal del termino municipal de Castellet i la Gornal, anclado en la provincia de Barcelona. Ambos municipios, el primero perteneciente a la comarca del Baix Penedès y el segundo a la del Alt Penedès, han sido noticia los últimos días por sendos conflictos laborales que afectan a empresas radicadas en la zona desde la década de los setenta y que, más de cuarenta años después, protagonizan un nuevo episodio en el proceso de desindustrialización de Catalunya. Y como ya sucedió en el conflicto de Nissan, no sólo están en peligro los puestos de trabajo directos sino también los indirectos de las empresas auxiliares. Según fuentes sindicales, entre Saint-Gobain, la empresa ubicada en l’Arboç dedicada a la producción de vidrio para el sector del automóvil, y la planta de Bosch de Castellet i la Gornal, especializada en motores de los limpiaparabrisas, podrían perderse más de un millar de empleos.

La multinacional francesa Saint-Gobain llegó a l’Arboç en 1973 con el nombre de Cristalería Española, para pasar a llamarse Saint-Gobain Cristalería en 2000. Con el tiempo la empresa se dividiría en dos, la división Glass, centrada en la producción de vidrio para la construcción, y Sekurit, más orientada hacia el vidrio para la automoción. Actualmente tanto Glass como Sekurit de dedican exclusivamente al vidrio para la industria del automóvil. Glass produce el vidrio plano que Sekurit procesa como producto final. Sin embargo hace unas tres semanas, Saint-Gobain anunció al comité de empresa su intención de cerrar la división Glass, lo que dejaría en la calle a 122 trabajadores. La reacción sindical fue la de iniciar una huelga indefinida a partir del 6 de septiembre. Dos días después la dirección de la empresa registró el ERE para despedir a la totalidad de la plantilla. Desde el inicio de la huelga los trabajadores de la división Glass de Saint-Gobain no han parado de luchar por sus puestos de trabajo; manifestándose a las puertas del Parlament de Catalunya, realizando cortes de carretera en la Nacional 340, bloqueando la salida de material del almacén logístico que la empresa posee en el polígono industrial de Bellvei a unos cinco kilómetros de l’Arboç y emplazando a las diferentes administraciones a posicionarse a favor de la continuidad de la actividad laboral de Saint-Gobain Glass.

El anuncio de cierre de Saint Gobain Glass es un mazazo para la comarca del Baix Penedès. Posiblemente se trate de la empresa más importante de la comarca y su vínculo desde 1973 con el pueblo de l’Arboç es tan estrecho que el propio alcalde de la localidad, Joan Sans, del PSC, es empleado de la empresa en la división Sekurit como ingeniero técnico del departamento de proyectos. No se podría entender la industrialización del Baix Penedès sin la presencia de Saint-Gobain en l’Arboç. A pesar de ello, el Baix Penedès sigue siendo la comarca con la tasa de paro más elevada de Catalunya situándose en el 19,9%, según datos del pasado mes de junio. Las cifras no son precisamente halagüeñas y el cierre de Saint-Gobain Glass significaría el despido de no sólo los 122 trabajadores directos sino también, de cerca de 200 trabajadores indirectos. Pero eso no es todo porque aunque la dirección de la empresa haya afirmado que la continuidad de la división Sekurit no está en peligro, no son pocos quienes piensan en l’Arboç y en los sindicatos de la empresa que el cierre de Glass no es sino el primer paso para el posterior cierre de Sekurit, división que emplea a 250 trabajadores directos. De caer Glass y Sekurit se perderían unos 800 puestos de trabajo en total. Con ello, la inquietud y la incertidumbre se han apoderado de la comarca más castigada por el desempleo en Catalunya.

La multinacional alemana Bosch se instaló en Castellet i la Gornal en 1978 tras adquirir la planta de FEMSA dedicada a la producción de componentes eléctricos para el sector de la automoción. Con los años la empresa se orientó hacia la fabricación de los motores de limpiaparabrisas delanteros y traseros de automóviles. Al igual que Saint-Gobain para el Baix Penedès, Bosch ha sido un elemento dinamizador del tejido industrial del Alt Penedès y desde las organizaciones sindicales recuerdan cómo en 2003 la empresa empleaba a 1.200 trabajadores. Hoy la plantilla de Bosch es de 300 trabajadores. Es decir, en menos de 20 años se han perdido 900 puestos de trabajo tras una serie de reducciones de plantilla, prejubilaciones, bajas incentivadas, planes de viabilidad y expedientes de regulación. Ya en 2014 la dirección amenazó con vender la planta de Castellet i la Gornal llegándose finalmente a un acuerdo con el comité de empresa que aceptó reducir la plantilla, de 420 a los 300 actuales, y recortarse el salario un 10% a cambio de garantizar la continuidad de la fábrica. Pero como las reducciones de plantilla suelen ser la antesala del desmantelamiento de una empresa, la dirección de Bosch anunció el lunes 7 de septiembre su intención de cerrar la planta de Castellet i la Gornal.

La caída en la venta de coches y las repercusiones económicas del Covid-19 son los argumentos utilizados por la dirección de Bosch para justificar el cierre de la planta. La misma dirección que se encargó de deslocalizar producciones hacia países del este en los últimos años, de reducir la plantilla un 60% en apenas dos décadas y de ir menoscabando la capacidad productiva de la planta catalana, se agarra ahora a su supuesta falta de competitividad en un futuro escenario pospandémico. Pero como decíamos en líneas anteriores, el problema viene de lejos. La dirección de la empresa, año tras año, no ha cesado de convertir a la fábrica del Alt Penedès en un esqueleto de lo que fue en su día, no sólo en materia de empleo, sino dejando de invertir en la planta e incumpliendo incluso los planes industriales acordados con los representantes de los trabajadores.

La maniobra de la empresa no ha sido muy diferente a la de otras direcciones empresariales del sector de la automoción como, por ejemplo, la de Nissan. Esa estrategia ha consistido en chantajear de manera permanente a los trabajadores colocándoles la espada de Damocles de aceptar rebajas salariales y reducciones de plantillas a cambio de no cerrar la planta. En este sentido, fácil sería, desde fuera y desde la comodidad de quien no se juega su puesto de trabajo, juzgar y censurar a los sindicatos por haber aceptado tales recortes. Y porque de priorizar el análisis en torno al tacticismo sindical quizás dejaríamos de reflexionar sobre los problemas de fondo y estructurales que hay detrás.

No en vano, la pérdida progresiva de peso industrial que ha sufrido Catalunya en las últimas décadas ha tenido su reverso en el peso que han ganado el turismo y los servicios hasta convertirse en sectores estratégicos de la economía. Un proceso que va en paralelo a la posición cada vez más subalterna de la industria catalana frente a los centros de decisión de las multinacionales ubicados en sus países de origen. Por lo tanto, el debate es de modelo productivo y de las políticas industriales, o más bien las falta de ellas, seguidas por las administraciones – tanto catalanas como estatales – durante años. Ello, unido a las reformas laborales que abarataron el despido y facilitaron la presentación de expedientes de regulación, incluso sin la autorización previa de la administración, acabó allanando el terreno para la desindustrialización y para la oleada de cierres y deslocalizaciones que la siguieron.

 

El casino más grande de Europa

Curiosamente la noticia se conoció un día antes del anuncio de la dirección de Bosch del cierre de la planta de Castellet i la Gornal: la Generalitat de Catalunya, a través del Incasol, adelantará 96 millones de euros de un total de 120 para comprar los terrenos del futuro macrocomplejo turístico y de ocio de Hard Rock, conocido anteriormente como BCN World. En una operación financiera a tres bandas, Criteria, holding de inversiones de La Caixa, venderá la propiedad al Incasol, Instituto Catalán del Suelo, para que la empresa de titularidad pública la transfiera finalmente a Hard Rock como ejecutora de las obras. Todo un entramado empresarial que bien podría servir para el guión de una serie de David Simon sobre el mundo de los negocios y la política. El proyecto, situado en los términos municipales de Vilaseca y Salou, prevé la construcción de dos grandes hoteles, un gran espacio comercial con 75 tiendas de lujo y, el que dicen, será el casino más grande de Europa.

Tendremos el casino más grande de Europa en una provincia que asiste a la pérdida de su industria. Pasaremos del tocho de las fábricas al tocho de los hoteles. Así se escribe la historia de la desindustrialización de Catalunya. Mientras, los trabajadores de Saint-Gobain se han echado a las carreteras del Baix Penedès para bloquear la salida de los camiones del almacén de la empresa en Bellvei, una acción reivindicativa que podría tener un efecto dominó en el cese de las producciones de las plantas que Opel, Ford y Mercedes tienen en Zaragoza, Valencia y Vitoria respectivamente. A esas concentraciones de los trabajadores de Saint-Gobain en Bellvei se les han unido sus compañeros de Bosch también amenazados por el cierre de su fábrica. Unas movilizaciones que recordemos se están desarrollando en unas circunstancias difíciles en medio de una pandemia con las consiguientes limitaciones de movilidad y de prevención sanitaria. Pero no les queda otra a los trabajadores de Saint-Gobain y Bosch, quienes no sólo están defendiendo sus puestos de trabajo sino el futuro de sus pueblos y comarcas. De esa Catalunya tan castigada por el desempleo y que existe más allá del área metropolitana de Barcelona. Las movilizaciones de Saint-Gobain y Bosch nos recuerdan que no sólo en el Baix Llobregat sino en comarcas como las del Penedès también hay una industria que defender. Y lo que es una obviedad: que también hay clase trabajadora.

6 comentarios en “Saint-Gobain, Bosch y el casino más grande de Europa

  1. Está claro que si uno no lee DC, no se entera de la realidad. Al menos de una realidad sangrante que continúa desarrollándose sin interrupción. Fábricas por casinos, trabajadores por camareros y croupiers. Mientras Europa apuesta decididamente por la autonomía estratégica y la re industrialización. Que el drama acontezca en la Cataluña cuyos dirigentes pretenden sea independiente, añade más sal a la herida.

  2. Hay una frase que apócrifamente se le atribuye a Carlos Solchaga (famoso político independentista catalán, como todo el mundo sabe) que ha presidido, hasta ayer por la tarde la politica economia española y europea -posiblemente la de todo el hemisferio occidental- «la mejor política industrial es la que no se hace». La dijera él o no, la repetimos muchos, el que suscribe incluído, y lo que es peor, la interiorizamos en todas partes.
    Al que decia lo contrario se le dedicaban una retahila de calificativos poco elogiosos, aludiendo a su anticuado enfoque, diciendo que lo que habia que hacer era formarse, que nuevos empleos sutituirian a los antiguos y todo ese argumentario con la estructura de «ten fe -calla-, reza -formate- y dios proveerá -en el largo plazo-» que forma parte intrínseca de la epistemología liberal. Esa que se nos ha hecho trozos en las manos y que ahora, con las prisas, queremos arreglar con fondos europeos.

    Uno tiene entendido que este fenómeno es general, muy extendido, ligado a otros fenómenos que dicen preocupar mucho, como la perdida de productividad de las economias avanzadas etc.
    Incluso, no se si esta noción es provocadora o novedosa para alguien, donde no hay políticos independentistas catalanes, que era el tema central del post. (Luego otro dia elucidamos y concluimos que los obsesionados con el tema catalán son otros,los demás)

  3. El problema no es tanto que multinacionales, que en su día optaron por ubicarse en nuestro país, ahora vuelvan a marcharse o cerrar sino las insuficientes alternativas generadas durante los años que estas plantas han estado funcionando. La creación de nuevas empresas y el crecimiento de las mismas no es nada fácil en nuestro país. Las trabas de todo tipo supera con creces las facilidades que una pyme encuentra para crecer de nivel y escalar dentro de su sector. Que multinacionales que vinieron vuelvan a marcharse ha sido la tónica normal. Primero se fueron las que sólo buscaban salarios bajos. Avon, Gillette y muchas otras dejaron Andalucia y se localizaron en otros países que volverán a dejar cuando no les sea de interés mantenerse en ellos.
    Les pongo un ejemplo. Llevo seis meses esperando que Endesa me amplíe la potencia en 95 Kw. Cantidad nada astronómica y que debería ser aprobada de inmediato. Pues no, a pesar de estar localizado en un polígono industrial, que por el mero hecho de serlo debería contar con capacidad suficiente para el crecimiento de los instalados, me piden una inversión de 40.000 euros, cifra exorbitante para una simple ampliación en baja. No estoy dispuesto a pasar por el aro y sigo esperando respuesta a mi recurso planteado a principios de Mayo. Tengo la tranquilidad de que puedo resolver el problema tirando un cableado de una nave a la que recibirá las nuevas máquinas y no voy a ceder en lo que considero un abuso y casi un chantaje. Pero así son las cosas en este país.

  4. Leo que Iván Redondo y Miguel Ángel Rodríguez negocian los términos del encuentro de Ayuso y Sánchez el lunes. Cuando creía que habíamos tocado fondo en la política española descubro que todavía se puede caer un poco más. Nuestra salud, hacienda y calidad de vida en manos de un mercenario y un sinvergüenza. Enhorabuena a los premiados.

  5. Creo, Amistad, que lo que sobran ahora son muertos. Pero no te preocupes que Ayuso y tu secretario general pueden conseguir conmigo lo que no consiguió Franco. De momento llevo esperando 9 días a que mi centro de salud me dé una cita. Así que es posible que no haga falta el harakiri. Recuerdos a Sánchez.

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