David Rodríguez
En la izquierda económica española está calando cada vez más hondo el debate acerca de la hipotética salida del euro. Hasta ahora, el discurso más escuchado acerca de este tema era la oposición al actual proyecto de UE, construido sobre bases neoliberales, y su propuesta de reforma en profundidad. Sin embargo, tras la experiencia griega, el Brexit, la amenaza de fuerzas políticas de extrema derecha y la desorientación global del proyecto europeo, se está demostrando que este discurso tal vez sea insuficiente. Desde mi punto de vista, debería definirse con total claridad cuál es la política soberana que quiere realizarse desde un Estado como el español, y abordar cuáles han de ser las consecuencias de llevar hasta el final y con coherencia esta soberanía.
No se trata tanto de plantear la salida del euro como inicio de la discusión, sino de definir las políticas económicas que deben abordarse a nivel de España, para después plantearse qué sucede si la actual UE se muestra contraria a la aplicación de las mismas. Concretamente, voy a plantear dos propuestas a desarrollar en nuestro país, que a mi juicio deberían resultar imprescindibles desde una óptica de izquierdas.
En primer lugar, cabe abordar una profunda reforma fiscal en un sentido progresivo. No se trata sólo de retocar algunos impuestos, sino de transformar profundamente todo un sistema que nos sitúa a la cola de Europa en materia de ingresos fiscales y, en consecuencia, imposibilita un digno desarrollo de nuestro ya mermado Estado del Bienestar. Esto choca con el Pacto Fiscal Europeo. Pero además se trata de impulsar medidas de emergencia social a corto plazo, hecho que sin duda entra en contradicción con el principio de estabilidad presupuestaria y con el mismo artículo 135 de la Constitución, que habría que derogar. Por tanto, una política fiscal progresiva y soberana sin duda se opone a algunos de los principios clave que caracterizan el actual modelo de construcción europea.
En segundo lugar, me parece imprescindible proponer una auditoría ciudadana de la deuda. Hemos de conocer todas y cada una de las partidas que la componen: su origen, su destino, su cuantía, su coste, sus plazos de devolución, etc. Sólo de este modo se puede priorizar su devolución, teniendo en cuenta que una parte deberá reestructurarse e incluso no pagarse. Puede sonar radical, pero lo que es una quimera es plantearse seriamente que España puede y debe retornar una deuda cuya cuantía supera al mismísimo PIB. Concretamente, aquella deuda derivada de la socialización de pérdidas del sector privado no debería ser asumida por el sector público. Soy consciente de que los prestamistas no simpatizarán con estas ideas, pero hay que tener presente que ellos mismos pertenecen a un sistema capitalista en el que se asumen ciertos riesgos a la hora de canalizar los capitales hacia partidas que dependen de una voluntad política que es susceptible de cambio, como sucedió por ejemplo en el caso reciente de Islandia.
Hay que reconocer que estos dos planteamientos colisionan frontalmente contra el actual modelo de construcción de la UE y del euro. Y ello sin hablar de otros temas fundamentales como la política monetaria o de tipo de cambio, manejadas por un Banco Central Europeo que no suele ajustarse precisamente a las necesidades de los países del Sur de Europa. Es deseable que la prioridad sea transformar la UE para hacerla compatible con medidas estatales de corte progresista, pero en el caso de que España quisiera aplicar esas políticas y se produjera un conflicto de soberanías, hay que señalar claramente si se apuesta por respetar la voluntad de la mayoría del pueblo español o bien deberíamos plegarnos a las directrices de Bruselas. Es una decisión difícil pero fundamental, y que probablemente comportaría una inevitable salida de la UE y del euro.
No toda la izquierda política española está afrontando este debate con la nitidez que sería deseable, y analizar las causas de este déficit es necesario pero no es el objetivo de este artículo. Si el desarrollo de políticas económicas soberanas y democráticas es incompatible con el euro, hay que decirlo. Obviamente, esto tiene sus costes, que hay que estudiar y explicar con toda transparencia, pero estoy convencido de es peor a medio y largo plazo mantenerse dentro de un marco que profundiza los déficits sociales de España. Aunque también es posible que mientras comencemos a debatir con rigor este tema se produzca la implosión del euro desde dentro mismo del corazón de la Europa neoliberal. Que a nadie le extrañe.
Yo aún estaría por hacer este debate y estás políticas desde la UE: » Es deseable que la prioridad sea transformar la UE para hacerla compatible con medidas estatales de corte progresista,…»