Sanos y cuerdos

Carlos Hidalgo

Cuando empezó la pandemia y nos tocó recluirnos en nuestras casas, con todo un panorama desconocido por delante, una persona muy especial para mí me dijo: vamos a intentar salir de esta sanos y cuerdos.

Sanos y cuerdos. Dos cosas que cada día se hacen más cuesta arriba. Sanos, porque tras un buen resultado del primer confinamiento, la llamada “desescalada” se hizo sin ton ni son, atendiendo a orgullos regionales y tratando de remontar una temporada turística que ya estaba perdida sin remedio. Tras nuestra estricta reclusión, los no tan estrictos criterios económicos han hecho que la enfermedad no se termine de ir. Especialmente en la comunidad autónoma donde todo se disparó y que ahora vuelve a encabezar los contagios. En España y en Europa. Madrid.

Y es que, para estar sanos, o tratar de mantenernos sanos, las empresas deberían haberse confiado menos. También las administraciones. Al virus le da igual que trates de forzar la normalidad, porque el virus no entiende de eso. La hostelería (por ejemplo), uno de los sectores más perjudicados por esta enfermedad, se apresuró a apelotonar clientes como si nada hubiera pasado, a hacinar a su personal como solía y a ignorar medidas de aforo y distancias de seguridad. Y lo mismo ha ocurrido en otros sectores.

El hacinamiento en los transportes, la relajación con las medidas de seguridad y la no adaptación a la nueva situación (como poner mamparas, ventilar mejor, dotar de filtros a los aires acondicionados, etcétera) han hecho que la gente, que al fin y al cabo tiene que trabajar, se siga contagiando. Tampoco ayuda que muchas administraciones autonómicas se tomen a la ligera la situación y no hayan reforzado al personal sanitario, agilizado sus procedimientos administrativos y ampliado la atención primaria, el secreto del buen funcionamiento de nuestro sistema público de salud y primera barrera contra las epidemias.

¿Y qué decir de estar cuerdo? Mientras miraba las redes sociales durante el confinamiento vi como gente a la que consideraba razonable se iba volviendo colérica y biliosa. Las energías necesarias para cooperar y salir de esta se han transformado en un “sálvese quien pueda” y en un afán de culpar a quien sea, porque el virus es indiferente ante nuestra ira. Yo mismo, poco a poco, voy notando cómo la incertidumbre, las improvisaciones, los constantes cambios y la egoísta incompetencia de destacados miembros de nuestra clase política me hacen mella.

La falta de seguridad económica, los rebrotes descontrolados y la aparente falta de mejora hacen que entre a un vagón de metro crispado, viendo mascarillas bajadas y narices fuera. Los informativos me llenan de ira. Y cada vez que mi hijo va y viene del colegio siento que estoy lanzando una moneda al aire, apostando su salud. Hace no mucho, una compañera periodista me decía: “a mí esto no me ha hecho mejor persona”. Y no se lo podía reprochar.

3 comentarios en “Sanos y cuerdos

  1. No todo son malas noticias. Ayer, en Madrid, seis meses después del comienzo de la pandemia, el vicepresidente y un consejero de la CAM inauguraron, rodeados de periodistas, la instalación de 50 dispensadores de gel hidroalcoholico en el metro ( 2.400.000 de pasajeros diarios). 48.000 pasajeros por dispensador.
    Alguien podría pensar que el gobierno de la CAM nos toma por imbéciles a los ciudadanos. Y acertaría.

  2. No nos toman por imbéciles. Me temo que lo son. Es decir, me temo que es más negligencia y mediocridad que mala intención, lo cual es casi peor.

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