Sant Jordi en confinamiento: nos quedó leer y escribir

Juanjo Cáceres

Ayer fue un 23 de abril atípico. Las calles no se llenaron de paradas de libros, de gente diversa que te ofrecía rosas en cada esquina. Y lo afirmo con pesar, así como con la esperanza de que el próximo 23 de abril, el de 2021, se celebre con total normalidad. Dentro de esa anormalidad, pudimos hacer cosas atípicas (intentar obtener algún libro a través de comercio electrónico, disfrutar de Sant Jordi a través de las redes sociales, asistir a la lectura en video de toda clase de obras…) o típicamente individuales, como leer y escribir. Escribir sin ánimo de trascendencia, ya que la solemnidad de la realidad y su tamiz trágico, nos aflige.Escribí pues. Por ser 23 de abril, Día del Libro, y estar en confinamiento, decidí rastrear los orígenes remotos de los procesos de confinamiento poblacional. Lo más lejos que conseguí llegar fue hasta el jardín del Edén, ya que el Bereshith (Génesis) deja bien claro que el hombre fue colocado allí por mandato divino. Recordemos que Dios era el único ente capacitado entonces para ejercer el poder político, por lo que me resultó muy llamativo que de forma tan temprana ordenase ya un confinamiento, si bien, estrictamente hablando, no era un confinamiento. El jardín del Edén era un vasto espacio libre, sí, pero no hay que olvidar que surge en un momento en que no existen construcciones, de lo que podemos deducir que el primer confinamiento solo podía tener lugar al aire libre.

Es llamativo también que ya fuera acompañado de una serie de normas de conducta que hoy resultan muy familiares, puesto que entre ella se encuentra el distanciamiento, en este caso del árbol del conocimiento del bien y del mal. Unas medidas que serían, además, fuente de controversia, toda vez que los primeros seres humanos creían que morirían si tocaban dicho árbol o consumían sus frutos, mientras que la serpiente aseguraba que comerlos les serviría realmente para conocer la verdad de la existencia. De todo ello se deduce que el confinamiento, las normas vinculadas al confinamiento y el desasosiego y desacuerdo ante las mismas se arrastra desde la noche de los tiempos.

Es obvio, no obstante, que a quien le tocó asumir el primer periodo de confinamiento estricto fue a Noé y su familia, con motivo del diluvio universal. Como ahora, nos encontramos con una justificación del poder político, según la cual dicho confinamiento es necesario para salvar vidas, aunque no por la aparición de una epidemia, sino ante una inminente catástrofe natural que se producirá por mandato divino, en ejercicio obvio y tal vez autoritario del poder político. La duración del confinamiento queda prefijada en cuarenta días de lluvias, a la que seguirían ciento cincuenta días más de descenso de las aguas, y la principal peculiaridad es que se determina el formato exacto del espacio de confinamiento: un arca de ciento cincuenta metros de largo, veinticinco de ancho y quince de alto, en la que al menos había que incorporar parejas de animales de todas las especies terrestres (particularmente mamíferos, aves y reptiles). En este primer modelo de confinamiento no se autorizan servicios esenciales, de modo que además de familia y animales, se ordenó almacenar todos los alimentos necesarios.

Una de los elementos que se abordan también de forma incipiente son las medidas de desescalada del confinamiento. A falta de un comité de expertos y de otras indicaciones desde el poder político, le tocó a un cuervo y a una paloma hacer un seguimiento de la evolución de las aguas, para establecer un calendario racional de abandono del confinamiento. No obstante, sería finalmente mediante una orden clara del poder divino que se produciría la salida del arca tanto de Noé y su familia, como de los animales.

Finalmente, incluso en ese primer confinamiento efectivo se hizo evidente el daño social causado, por lo que el mundo que vino después se rigió por una alianza nueva con el poder político: se otorgó al ser humano el dominio sobre el reino animal y vegetal, aunque con algunas limitaciones en el ámbito del consumo, a fin de favorecer una elevada tasa de natalidad que permitiese un rápido repoblamiento del mundo, como así fue, gracias a la larga esperanza de vida existente en aquella época, aun sin epidemias y sin contaminación atmosférica.

4 comentarios en “Sant Jordi en confinamiento: nos quedó leer y escribir

  1. Muy interesante Juanjo Cáceres. En algún sitio leí que no eran parejas de animales, eso es para los animales impuros, para lo puros (¿Kosher?) eran 7 parejas.
    Por otra parte en lo de Noé se sumó incesto y alcohol, ¿no?

  2. #Mulligan leyendo el hilo entero parece que quién paga el medio millón de euros en abogados somos todos los ciudadanos. Pero ni eso parece claro.

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