Carlos Hidalgo
Se inauguró el polémico mundial de fútbol de Catar. Y es que pocas personas dudábamos de que la FIFA fuera a renunciar ni por un momento a los sobornos y montones de dinero habituales por dar un poco de ética a un deporte que, a nivel institucional, rara vez ha tenido ninguna.
Gianni Infantino confía y no sin razón en la pasión que el fútbol levanta para ocultar todas las fallas de su organización y el carácter autoritario del país que acoge hoy en día a la Copa del Mundo. Hay quien despachará estas presunciones de Infantino como uso del carácter del fútbol como “opio del pueblo”, pero no tendrían del todo la razón. De hecho es posible que, como en todo, la cosa se quede un poco a medias. Catar no va a recibir el lavado de cara que espera con la celebración del Mundial. Y las empresas patrocinadoras no van a recibir las toneladas de dinero que esperaban porque, entre otras cosas, uno de los principales patrocinadores del Mundial es la marca de cerveza Budweiser y los cataríes ya han dicho que no van a relajar las normas relativas a su consumo, como se esperaba en un principio.
También me da que las televisiones van a tener menos audiencia de la que esperaban y que, por lo tanto, sus ingresos publicitarios se van a ver algo mermados.
Pero eso sí, los que cobraron antes sí que saldrán ganando. Y ahí me refiero a la FIFA, a su pequeño comité de “facilitadores” y a gente como el inefable Jaume Roures, “el buen patrón”, que ya tiene en el bolsillo los millones por los derechos de emisión del Mundial. Conseguidos, como no, mediante sobornos, como es público y notorio.
En Catar se van a reunir los que aman el fútbol sobre todas las cosas y los que aman el dinero sobre todas las cosas. Aunque me temo que el régimen catarí estará más dispuesto a zurrar a los primeros que a los segundos. Sobre todo cuando les pillen haciendo cosas como disfrazar latas de cerveza de Coca-Cola, tratando de ligar con mujeres con las que no están casados, montando alguna de las tanganas tan queridas a determinados sectores de la afición o con cualquier cosa que el régimen considere como “irrespetuosa”.
Por supuesto, si termina sucediendo alguna desgracia, nadie reconocerá errores, nadie asumirá ninguna responsabilidad y veremos a Infantino tratando de desviar las culpas de cualquier manera, como cuando ayer mismo dijo a Europa que tiene que revisarse a sí misma por sus años de colonialismo y abusos. Por supuesto, no tuvo palabras para los muchos más recientes abusos a los trabajadores que han construido las instalaciones del mundial, que han muerto por miles (6.500, según The Guardian) y que vivían en condiciones de esclavitud. La mayor parte de ellos nepalíes.
Eso, por mucho que Infantino lo quiera ocultar, va a seguir ahí y es posible que empañe su gestión futura. No tanto su reelección porque la FIFA es tan abiertamente corrupta como lo son en España la Liga y la Federación y parece que nadie se quiere poner manos a la obra con ellos. Aunque a Rubiales ya le ronda la ley y cambia más de teléfono que un narco del Estrecho.
Quien sabe. Es posible que todavía haya esperanza. Pero después del Mundial y dentro de nuestras fronteras, no seamos ansiosos.
Todos sabemos que Qatar es lo que es, una petro monarquía absolutista sin respeto ninguno a los Derechos Humanos tal y como están recogidos en la Declaración Universal y que ha conseguido el Mundial a base de sobornos. También sabemos que tanto en Qatar como en el resto de petro monarquías absolutistas del Golfo, los trabajadores extranjeros – sobre todo asiáticos – viven en condiciones de semi esclavitud y trabajan en condiciones lamentables para nuestros estándares. Con Mundial y sin Mundial. Y no solo los de la construcción: pensemos en las trabajadoras «del hogar» filipinas, por ejemplo, que han sido violadas y después condenadas por adulterio, siempre con el pasaporte en manos del violador o la señora de la casa que la molía a palos. En Qatar y en toda la región.
Dicho esto, compramos su petróleo y su gas – vital en el caso de Qatar – y los que pueden pasan allí vacaciones de ensueño o cobran por prestar sus servicios profesionales – Xavi el del Barça pero también algún ex alto cargo del Ministerio de Exteriores – emolumentos muy superiores a los «normales» de mercado.
El último Mundial fue en Rusia y no hace falta comentar que en 2018 la situación allá no era aceptable en términos de Derechos Humanos tampoco. Como tampoco en Sudáfrica en 2010, si bien ambos países al menos guardan hasta cierto punto formas democráticas.
No han muerto tantos trabajadores construyendo estadios en Qatar y desde luego no han muerto más que los que mueren habitualmente construyendo rascacielos. Y los que han muerto lo han hecho porque en el Golfo ganan muchísimo más que en sus países, en los que trabajan millones de personas en condiciones lamentables, lo que no obsta para que compremos a precio de saldo las ropas que confeccionan.
En fin, que comprendo todo pero que no me sale rasgarme las vestiduras porque el Mundial se celebre en Qatar. Es más, ni siquiera creo que la bajada de audiencia que se pronostica tenga relación con las denuncias sino con el calendario. Pero aclaro, me parece bien que se denuncie.
Por cierto, completamente de acuerdo en que el tal Infantino es un impresentable de tomo y lomo
« No han muerto tantos trabajadores construyendo estadios en Qatar …»
Para hablar así hay que tener datos . ¿ Cuántos han muerto , los que dice The Guardián o los que deberían morir en una obra civil de esa envergadura ?
* Precisión
( Maite Rico en el Mundo )
« VIVIR en la época de más y mejor acceso a la información no impide que los periodistas nos dejemos llevar a veces por la pereza y el automatismo. Por eso los bulos no corren: vuelan.
A propósito de Qatar estamos leyendo (y comprando) auténticas atrocidades que me temo que no han pasado el filtro de la verificación. Apuesto a que todos hemos oído que las obras del Mundial se han cobrado la vida de 6.500 inmigrantes. Pues resulta que no. La cifra la publicó originalmente el diario británico The Guardian con un titular amarillista («6.500 trabajadores inmigrantes han muerto en Qatar mientras el país se prepara para el Mundial»). Gran impacto. Pero el texto precisaba que esa era la cifra de todos los inmigrantes fallecidos en la ultima década, desde 2011, sin detallar las causas. (El 80% de los casi tres millones de habitantes de Qatar son inmigrantes). De poco valió que desmintiera el dato la Organización Internacional del Trabajo, presente en Doha para supervisar la legislación laboral impulsada por las autoridades para acabar con los abusos. Ya solo por eso el Mundial ha tenido una primera consecuencia positiva. No puede decirse lo mismo ni del Mundial de Rusia en 2018 ni de los Juegos Olímpicos de China en 2008 y en febrero pasado. Y no recuerdo haber asistido en esas ocasiones a la ceremonia colectiva de rasgado de vestiduras que presenciamos ahora. Y eso que Qatar está mejor ubicado que China en el Índice de Libertad Humana, y al mismo nivel que Rusia. También supera a sus vecinos, pero aquí mezclamos toda la región y confundimos Qatar con Arabia Saudí: total, todos están forrados y llevan un mantel en la cabeza.
Qatar, en efecto, no es una democracia homologada, pero no descuartizan opositores y es el primer país del Golfo que ha establecido elecciones legislativas. La homosexualidad está penada con cárcel, pero hay muy pocos procesamientos. La mujer depende de un tutor, pero estudia (son mayoría en la universidad) y el aborto está parcialmente despenalizado. La opción de exigir impolutas credenciales de respeto a la democracia y a los derechos humanos para ser sede de eventos internacionales es loable, pero asumiendo que la organización quedaría circunscrita a un puñado de países.»