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No me refiero tanto a las recientes disfuncionalidades de la coalición de gobierno – una enmienda unilateral presupuestaria por aquí, un tuit criticando a la vice-presidenta primera por allá – dado que todo indica que su “solución” se postergará a la aprobación de los presupuestos y, una vez aprobados, pues ya veremos porque lo mismo Podemos entra en vereda que “es invitado” a salir del gobierno, que ahí fuera hace mucho frío. El título se refiere más bien al veto sobre el acuerdo presupuestario plurianual de la Unión Europea por parte de Hungría y Polonia, apoyados por el trumpista Presidente de Eslovenia, que también se distinguió por apoyar las acusaciones de fraude electoral de Trump. Cabe recordar que aquellos, los presupuestos nacionales, están basados en los 70 mil millones de euros en subvenciones que en julio “le tocaron” a España en el gran pacto plurianual presupuestario europeo, además de otros 70 mil millones en préstamos “blandos”.
Hungría y Polonia no tienen ningún problema con el pacto presupuestario en sí, ahora incrementado levemente por el Parlamento Europeo – pero si con que sus disfuncionalidades democráticas internas – a juicio de las instituciones de la Unión y la inmensa mayoría de los 25 Estados Miembros restantes – puedan servir para suspender parte de los fondos que deberían recibir. En realidad el criterio de calidad democrática se aplicará a todos y hay otros Estados Miembros con peligro de verse afectados – Rumanía y Bulgaria, por ejemplo, o también Malta, por citar los tres ejemplos más probables – pero no tanto por las decisiones de sus gobiernos en contra de la independencia judicial, la libertad de expresión o las libertades civiles sino por su ineficacia o falta de voluntad para combatir la corrupción o el crimen organizado. Solo Hungría y Polonia se erigen en paladines de la denominada “democracia iliberal” que, para entendernos, es algo así como una democracia con un gobierno fuerte, ley a medida, prensa oficialista y, desde luego, orden sin “mariconadas” como ONGs o reivindicaciones feministas y mucho menos de libertad sexual.
Como bien explica Guillermo Iñiguez en Politica Exterior, la cosa viene de lejos. Cada vez son más los que estiman que la gran ampliación de 2004 en la que entraron diez nuevos Estados Miembros de una tacada (Polonia, Hungría. Chequia, Eslovaquia, Estonia, Letonia, Lituania, Eslovenia, Chipre y Malta) fue una precipitación. Sin duda todos ellos están hoy mil veces mejor de lo que lo estarían de no ser miembros de la UE, tanto en términos económicos como también de calidad democrática, lo que es igualmente válido para los tres que entraron más tarde (Rumanía, Bulgaria y Croacia). Había fuertes motivos para dejarles entrar: deuda histórico-moral por haber quedado del lado soviético en Yalta y “arrebatárselos” a Rusia cuando aún estaba reponiéndose de la implosión de la URSS. Y la Unión Europea nunca había tenido miembros de primera y segunda clase. De ahí que entraran como miembros de pleno derecho, error que fue parcialmente corregido cuando entraron Rumania y Bulgaria en 2007, sometidos a un mecanismo de verificación “temporal” (originalmente tres años pero ahí sigue) sobre la corrupción y el crimen organizado. No es que la situación en ambos países haya mejorado mucho en estas cuestiones pero, al menos, no se atreven a “portarse mal” en Bruselas por lo que pueda conllevar.
Como bien escribe hoy en El País el maestro Xavier Vidal-Folch hay soluciones a la vista al desafío de los iliberales, pero ninguna es fácil. La más fuerte, como apunta también Iñiguez, sería sacar el plan de recuperación del entramado jurídico de la Unión y acordarlo por quienes quieran fuera del mismo, al estilo de las cooperaciones reforzadas. No sería un camino rápido y cabe la posibilidad de que surjan nuevos problemas con el eje de la austeridad – los llamados “frugales”: Países Bajos, Austria, Dinamarca y Finlandia. Pero vale como amenaza de órdago, especialmente teniendo en cuenta que Polonia es la máxima destinataria per cápita de las ayudas, de las que se quedaría completamente fuera.
En todo caso, Merkel y Macron deben aguantar el envite y corregir la inacción de años pasados. Polonia y, sobre todo, Hungría llevan años oponiéndose y retrasando la gestión europea mancomunada de la inmigración, eso sí, siempre apoyando la inmigración que provenga de Bielorrusia, Ucrania o Moldavia, curiosamente siempre inmigrantes blancos y cristianos. Y ambos bloquean habitualmente la política exterior de la Unión – evitando cualquier crítica a EE.UU. e incluso Rusia en ocasiones o China, cuyas inversiones persigue, o tambíen Israel (no tiene problemas para compatibilizar su antisemitismo soterrado contra Soros y su apoyo descarado al ultra Netanyahu – como también lo hace Polonia cada vez que se menciona el término “género” en una resolución internacional que el resto de la Unión quiere apoyar. No son los únicos Estados Miembros difíciles, de hecho todos lo son en alguna cuestión en concreto – Luxemburgo se niega a progresar en fiscalidad, España bloquea acuerdos de aviación que no excluyan al aeropuerto de Gibraltar… – pero Polonia y Hungría le sacan varios cuerpos a todos los demás en cuanto a unilateralismo, falta de solidaridad y críticas a la Unión, a la que cada vez más abiertamente comparan con la URSS.
La Unión Europea es una organización internacional basada en la ley y todos los Estados Miembros tienen los mismos derechos por lo que Hungría y Polonia tienen plena legitimidad para exponer sus posiciones. Pero también las mismas obligaciones, incluida la de pactar con los demás antes que bloquear, especialmente cuando los demás están unidos y representan a una porción abrumadora de la población y de la economía europeas y, por qué no decirlo, de la historia de la Unión, a la que estos dos son unos recién llegados.
Hay esperanza. Reino Unido intentó durante décadas conseguir que la Unión Europea fuera solo un mercado común, sin intromisiones políticas en cuestiones internas de sus miembros. Fracasó porque no es eso lo que quiere la mayoría de Europa. Polonia y Hungría seguramente lo tendrán en cuenta y buscarán un pacto que les ofrezca algunas garantías pero si se mantienen en sus trece será imprescindible meterles en vereda. También como aviso a navegantes.
Pregunta , ¿ es Podemos y el del moño promotor de políticas iliberales, además de un felón que desbarata con contumacia la acción exterior del gobierno ?