Simbiosis parasitaria

Arthur Mulligan

Nada más querido que los paisajes y paisanajes de una vieja nación cuando nos damos cuenta de que ya hemos sido calcinados por la costumbre de su presencia; que la unión sagrada entre los vivos y los muertos habita entre los muros levantados después de las viejas batallas ya lejanas pero que nos construyen, porque somos tiempo y nos alimentamos del tiempo; cuanta más hambre tenemos, más se debilita la fuerza salvadora de la racionalidad y vuelve su mirada hacia los graneros del cálido país de nuestra infancia en donde no llega la capacidad logística de todo un Amazon.

Y cuando ya creíamos estar apaciblemente tranquilos en nuestras ensoñaciones aparecen los molestos vecinos internos a quien nadie había molestado, las figuras severas de la discordia: «España», dicen, «ha oprimido históricamente a vascos y catalanes, explotados en su riqueza y despreciados en su identidad cultural».

Luego miras las estadísticas y resulta que El País Vasco es una de las zonas de mayor bienestar de Europa y el mundo, donde más de cien mil ciudadanos vascos, de una población de 2,1 millones, disponen de una segunda vivienda en propiedad en otras partes de España, donde los salarios medios en activo y las pensiones de jubilación superan la media española, además de que la cobertura de servicios sociales alcanza los niveles más altos, gracias en parte a la relación de privilegio fiscal y financiero con el resto de España.

El pensamiento neblinoso de Colau aquí toma forma, porque los colonizados son los que mandan; aunque eso sí, el euskera es un requisito para acceder a concursos, empleos públicos y ayudas a proyectos de cualquier orden. Una decisión institucional que cercena las opciones sociales y laborales de una mayoría de los vascos, incompetentes en euskera. Y, por supuesto, también del resto de los ciudadanos españoles, a los que no les cabe ni la posibilidad de jugar el partido.

En Cataluña más de lo mismo, los colonizados viven en los barrios más suntuosos y al actuar la lengua como un filtro, la administración pública resulta vetada para una masa importante de castellano-hablantes realmente existentes. Si antes el cínico Más recomendaba «que monten un colegio privado en castellano para el que quiera pagarlo, igual que se montó uno en japonés en su momento», ahora es Colau la que recoge el guante de manera un tanto insustancial para una dama que se postula como una especie de líder de la izquierda, sin paralelo en otros países de la UE: «¡Que vayan a la privada!» – dice mandona.

El silencio inexplicable del PSC y el PSE ante estos datos incuestionables esconde el soporte intelectual del desorden que trata de consumirnos y que se alienta con especial intensidad desde la aparición de los aventureros que sacrifican sus políticas de alianzas en la dura carrera hacia el calor del poder que todo lo absuelve.

Nunca la pertenencia a una comunidad cultural debería ser un pretexto para impulsar ciudadanías excluyentes y jamás debemos olvidar que la aspiración a naciones sostenidas en comunidades culturales tuvo mucho que ver con la Gran Guerra.

Escribo esto bastante alarmado por el goteo de noticias que dibujan un horizonte de alianzas perversas, un tripartito de ocasión con domador experimental incluido que modere la escena. Para un nacionalismo que tiene un trato infrecuente y muy difícil con la realidad que invoca, los principios tampoco son un problema porque ¿cuál sería la nación invocada en este caso? ¿cuál la cultura nacional existente? ¿una improbable cultura de “izquierdas? ¿y qué sería de quienes no entramos en esa horma?

Empecemos por lo fundamental, el incómodo protagonismo ideológico de Sabino Arana sin el que no se entiende la íntima conexión de ETA-PNV, el racismo, el supremacismo y la negación de la nación española; la imposibilidad de llevar a cabo su agenda sin compulsión ante la rebelde realidad que vuelve la espalda una y mil veces al intento de disecar las dinámicas internas cosmopolitas de una sociedad moderna, en una foto del XIX preindustrial, tradicionalista y antiliberal; una foto de paisaje emborronada y brutal a la que desean sumar desde siempre a Navarra en un intento de unificar extensión territorial e ideología, como antes hiciera el carlismo con la fe y la tradición; el resultado es la doma o mejor, el intento de domar a sus habitantes uniformando lo que deben mirar, oír o pensar de su historia en un molde único y simplificador. Es decir, orientando su odio a lo español, a los españoles, algo relativamente fácil de observar en ciudadanos bien pensantes que lo consideran un fenómeno natural, como las verdes montañas que rodean sus ciudades.

Si decir franquista de alguien es justamente una ofensa, decir abertzale está revestido de un halo de honorabilidad desconcertante, y sí, por supuesto que sí existe una incompatibilidad entre la nación que promueve la Revolución Francesa, la nación de ciudadanos libres e iguales en derechos y la nación del Volksgeist, la nación étnica asociada a la identidad cuyos intentos de levantarse en cartografías compactas culturalmente, conduce inexorablemente a trazar fronteras, socavar derechos y expulsar poblaciones.

A juzgar por lo que vemos hoy en día en nuestro Parlamento, la izquierda sigue reconociendo a las exigencias nacionalistas una cierta justicia y verdad en la retórica del “conflicto”, y en torpe e inexplicable ceremonia, confunde la legalidad de su acceso a las instituciones con la integración de los que habían justificado el asesinato y sus argumentos, como antaño los comunistas españoles no dudaban en otorgar el sello de calidad democrática a un Stalin por el hecho de ser antifascista.

En 1977, la ponencia sobre política lingüística del PSUC no se cortaba nada en esta prosa de ruda ortopedia: «La lengua catalana no es únicamente un medio de expresión, sino un medio concreto en el que se articula, a nivel comunicativo, la vida colectiva. A través de la lengua se establece la identidad nacional, se expresa la pertenencia a una cultura diferenciada, se participa de unos sentimientos que concuerdan con los otros».

Primero la idea reaccionaria, la fundamentación romántica de la comunidad política; después vendrá la acción que nos lleva al tripartito, o a traer al discurso de la actualidad, con estos antecedentes, el exabrupto de Rufián como el de un rinoceronte herido en su ingenuidad: «Para ERC, la lengua es sagrada» que evoca espléndidamente ese pasaje de la novela de Juan Marsé “Últimas tardes con Teresa” cuando describía a los universitarios de Barcelona:

«Alguien dijo que todo aquello no había sido más que un juego de niños con persecuciones, espías y pistolas de madera, una de las cuales disparó de pronto una bala de verdad; otros se expresarían en términos más altisonantes y hablarían de intento meritorio y digno de respeto; otros, en fin, dirían que los verdaderamente importantes no eran aquellos que más habían brillado, sino otros que estaban en la sombra y muy por encima de todos y que había que respetar. De cualquier modo, salvando el noble impulso que engendró los hechos, lo ocurrido, esa confusión entre apariencia y realidad, nada tiene de extraño. ¿Qué otra cosa puede esperarse de los universitarios españoles, si hasta los hombres que dicen servir a la verdadera causa cultural y democrática de este país son hombres que arrastran su adolescencia mítica hasta los cuarenta años?

Con el tiempo, unos quedarían como farsantes y otros como víctimas, la mayoría como imbéciles o como niños, alguno como sensato, ninguno como inteligente, todos como lo que eran: señoritos de mierda.»

Volviendo al presente, a la alarma que me produce el inconsistente presidente, no puedo por menos que traer aquí las autorizadas palabras de Zarzalejos sobre los pactos en los PGE:

«…/…. el acuerdo sobre ETB 3 entre el gobierno y Bildu es un síntoma más de que el expansionista nacionalismo vasco no sea detenido.

Sin prisa pero sin pausa, Navarra se está transformando en un feudo de los nacionalistas.

La lógica política de este arraigo lleva inevitablemente a que la iniciativa anexionista se convierta en un proyecto a medio plazo…

Con el gobierno de coalición, la galopada de EH Bildu es extraordinaria e inversamente proporcional al achicamiento del espacio del PNV.

Sánchez, está adoptando graves decisiones que pueden determinar consecuencias de envergadura y muy desgraciadas para la cohesión de España».

Porque ésta podría resultar comprometida si el PSOE – y con él el PSC y el PSE – no demuestra que la totalidad del partido, todo el socialismo español, su entera organización política y su estrategia – incluida la de pactos posibles en el País Vasco – responde como debe hacerlo un partido de implantación nacional, con vocación de gobierno y fiel a sus principios – los mejores – de la izquierda política española que están también en la idea nacional de España como fundamento de la igualdad y de la solidaridad.

Lamentablemente y desde los presupuestos descritos en nuestra historia cercana se hace difícil pensar en que algo así pueda ocurrir sin que medie un cambio de dirección política y organizativa en el PSOE. La rigidez de las formas en su hiper-liderazgo sumado a las tensiones de las sucesivas crisis que se superponen, hace previsible la acumulación de errores en políticas que se retiran nada más aprobarse por falta de planificación a la vez que se planifican banalidades en los ministerios más débiles de la coalición.

Si por otra parte cuajan los sedicentes en las agrupaciones cantonalistas, es posible que se aseste un golpe definitivo a una ley electoral que deje de favorecer la formación de gobiernos estables.

Los próximos seis meses del nuevo año serán decisivos y esta vez sí, pondremos a prueba nuestra resiliencia frente al peor gobierno de entre todos los posibles.

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