Simón dice

Alfonso Salmerón

Si es usted varón, heterosexual y hace tiempo que cumplió los treinta, seguramente se habrá visto, espero que incómodamente, identificado con las polémicas palabras del director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias del Ministerio de Sanidad, Fernando Simón, acerca de las enfermeras.

No pasa nada, puede confesarlo. Usted no es machista, incluso puede que colabore en las tareas domésticas de una manera más o menos proporcionada, no tanto como su mujer, claro, ella es una obsesiva del orden. Además, puede que hasta trate con exquisitez y respeto a sus compañeras de trabajo y su secretaria, si es que usted tiene secretaria. Sin embargo, en esa cena que organizan de tanto en tanto con los amigotes del instituto o cuando quedan con los compañeros de trabajo para ver la Champions en el bar -cuando esas cosas podían todavía hacerse- se dejan ir y se les va un poco la mano. ¿No es eso cierto? Siempre hay el típico colega, el más brutote, que está al día en chistes obscenos, al caso del último meme con macizas de carnes prietas en cueros o se jacta de lo buenorra que está la chica nueva de la oficina, que por edad podría ser su hija. Todo normal, claro. Son ustedes personas civilizadas que no van acosando ni violando a nadie. Sin embargo, cuando se relajan con un par de cervezas, sacan a pasear al idiota, que todos llevamos dentro, como decía el otro día el adorable Juanjo Millás en el “A vivir que son dos días”, solo que en versión machirulo.

Si usted ha empezado a sentirse incómodo al verse identificado en estas palabras, estará de acuerdo conmigo en un aspecto: no siempre es fácil actuar en esas situaciones. Incluso es posible que alguna vez se haya reprochado a sí mismo la condescendencia con la que han seguido el juego a ese amigo que exhibía sin rubor su machismo. Es posible también que alguna vez haya afeado su conducta con algún comentario, y que dicho comentario no haya sido bien recibido por el grupo, o que éste haya respondido a lo sumo, con un silencio incómodo. Quiero pensar que Fernando Simón estaría entre este grupo. Quiero decir que no me resulta para nada difícil empatizar con sus estúpidos comentarios ni con su disculpa posterior, que transpiraba un sincero sentimiento de vergüenza.

Como se ha dicho estos días, el machismo, o el sexismo si queremos ser más genéricos, habita en cada uno de nosotros. En el mejor de los casos, si somos conscientes de ello, lo mantenemos a raya, bien reprimidito en nuestro interior, dejándolo salir en situaciones muy contadas, o bien cuando nos desinhibimos y se nos escurre entre las manos. Queda mucho trabajo al respecto, como ha dicho Simón estos días a modo de disculpa. El machismo está inscrito en nuestro código cultural más íntimo y se ha transmitido a través de los siglos de generación en generación. No es exclusivo de hombres, ni siquiera de hombres heterosexuales. Las mujeres tampoco están a salvo. Podríamos reflexionar acerca de cómo, hoy en día, se retroalimenta con los clichés que la sociedad de consumo nos proyecta a diario. No es objeto de este artículo, pero creo que podemos afirmar que la sexualización permanente del cuerpo de la mujer, su cosificación, es una constante en los medios de masa, amplificados por las redes sociales, que ejerce una dictadura invisible sobre millones de chicas y chicos que están construyendo su propia identidad.

Hace bien Fernando Simón en pedir disculpas públicamente. No podía ser de otra manera después de que a él también se le haya escapado el machirulo imbécil que lleva dentro. Lo verdaderamente alucinante es que no se hubiera dado cuenta mientras se estaba produciendo, lo cuál revela hasta qué punto lo lleva impreso de serie. Que el responsable técnico que está al frente de la mayor pandemia de la historia de nuestro país no haya tenido el más mínimo filtro a la hora de dejarse ir de esa manera frívola y jocosa me parece algo verdaderamente relevante.

Porque lo que realmente me resulta preocupante no es el machismo, no tan subyacente, que han mostrado las palabras de Simón, sino el hecho mismo de que un alto funcionario del Estado se exponga públicamente en este tipo entrevistas que nada tienen que ver con el ejercicio de su función pública. Eso es lo que chirría. Algo que ya empezó a manifestarse con su presencia en el programa de Calleja, y que pone de relieve varios debates que me parece muy oportunos revisar en estos momentos.

Por un lado, plantea el debate sobre el límite entre la vida pública y la vida privada de un funcionario público. Se ha escrito y hablado mucho sobre esto, pero al hilo de lo cambiante de nuestros tiempos en la sociedad post de la exposición pública permanente en las redes sociales, es un debate que requiere un actualización urgente.

¿Hasta qué punto es ético que alguien, como Simón, que ha cobrado una alta notoriedad como consecuencia de ser el portavoz técnico del Ministerio a lo largo de todos estos meses para hablar de la pandemia haga uso de su popularidad para acudir a programas de esto tipo? ¿Lo hace a título personal o en el ejercicio de sus funciones públicas? ¿Pueden separarse ambos aspectos? ¿Si lo hace en el ejercicio de sus funciones y no durante su período de vacaciones como dijo en el caso de Calleja, es una decisión que le concierne a él o la tiene que tomar el Ministerio? ¿Con qué objetivo? ¿Lo autorizó el Ministro?

Son interrogantes que debemos formularnos como sociedad democrática madura. Cuesta imaginar una situación de este tipo en democracias de mayor solera, como la inglesa o la francesa. Tal vez me equivoque, pero en sociedades con una mayor conciencia de lo público y de lo institucional como la francesa, donde los valores republicanos llevan implícitos una ética de lo público, estas actitudes estarían fuera de lugar y suscitarían un rechazo unánime de la sociedad lejos de toda duda.

Volviendo al caso de Simón, y sin ánimo de criminalizarlo, sino como hecho de estudio por cuanto tiene de ejemplificador, tengo la impresión de que ha sido víctima de la sobreexposición pública a la que se ha visto sometido, en situaciones de un elevadísimo estrés, que ha manejado por otra parte, con una serenidad ejemplar. Pareciera como si el doctor Simón se hubiera quedado embelesado, como le ocurre a la mayoría de los responsables políticos en nuestros tiempos, del reflejo distorsionado que los medios le han ofrecido de sí mismo. Simón se ha quedado atrapado, cual narciso, en esa imagen de científico loco, cercano, inteligente y simpático que proyecta en los medios y que había llevado a buena parte de la opinión pública a ponerlo casi en un pedestal. La persona atrapada en el personaje, casi en su caricatura, podríamos decir. Simón, víctima de sí mismo, como narciso igualado a los mortales en sus debilidades más íntimas, se ha gustado y ha querido besar su propia imagen en las aguas cristalinas del río Estigia. Demasiado tarde. El final ya lo conocen, ¿verdad?

7 comentarios en “Simón dice

  1. Podría ser un machirulo y un excelente especialista o un mediocre Bovary provinciano pero una persona templada que rehuye los comentarios procaces más por elegancia en sus formas y la repulsión que le produce la vulgaridad de ponerse en evidencia ( impresiona el acompañamiento del comentario con esa risa de Joker ) que por una virtud de rígida y asexuada diplomacia para refrenar sus pasiones.
    Lo que importa es su posición , què representa y a quién sirve. Este hombre se gusta mucho y a mí él no me gusta nada, por lo que hace , dice y cómo lo dice.
    Su incompetencia y la de su jefe es grave y aún no han pedido disculpas por lo que dijeron y no hicieron en Marzo.
    Un error que seguramente le desgastará entre sus embelesados defensores y añadirá unos toques amargos al discurso de un gobierno que corre como pollo sin cabeza con un pésimo proyecto de presupuestos generales bajo el brazo.

  2. Peter Gabriel ,cantante de los primeros Génesis,despertaba mucha idolatria hacia su persona.
    Un día ante el embelesamiento de uno de sus fans se metió el dedo en la nariz .
    Pues eso…ni somos Dios,ni somos perfectos.
    «Los perfectos» son los que ponen el grito en el cielo,cada vez que se demuestra que no hay ningún hombre que sea Dios.

  3. Claro , claro . Eso mismo pensaba el conde Emmanuel-Joseph Sieyès cuando decía amar a todas sus gallinas por igual y sentir un especial afecto por aquellas que ponían los huevos más grandes. Todo muy humano y comprensible , como la existencia indudable de zarrapastrosos y canallas que por algún viso cómico o detalle particular no terminan por caernos mal del todo. Ese mojigato discurso sobre la perfección con pretensiones de humildad no impide de ninguna de las maneras considerar como un error de escena lo ocurrido con el bueno de Simón , un personaje descuidado con fama de sabio , que paradójicamente acierta muy poco , cuenta mal , deduce peor y suelta un comentario de muy mal gusto que roza la línea de flotación de un gobierno que considera la igualdad como una declaración de intenciones y que se atreve a decir hiperbólicamente que no dejará a nadie atrás.

  4. Eso no es una contestación , sino la podredumbre escatológica e infantil – estúpidamente transgresora-, que trata como los simios de esa pesadilla distópica de su planeta de la regresión a los impulsos primitivos , a la animalidad fecal en que se resuelven sus vidas naturalistas ; al fétido aliento de lo salvaje y al soterramiento de toda posibilidad de belleza. Nada tiene que ver con la libertad y su profundo mensaje de romper las cadenas que sujetan al ser humano a su estado de necesidad.
    En realidad entiendo su frustración cuando dijo campanudo «  Yo , lo que diga Simón »
    Pues eso , una ordinariez.

  5. Yo vi unos segundos de la escena de la bromita de marras y me pareció perfectamente natural. En lo que estoy completamente de acuerdo con el articulista es en que el machismo lo llevamos todos, y casi todas, dentro. Apuntaría incluso a causas más atávicas, más primarias, más instintivas (¿sabían que entre esos monísimos e inteligentísimos delfines se dan casos de manadas de machos que rodean a hembras solas para violarlas en plan manada?), de las que el machismo cultural, muy fuerte también, sería antes consecuencia que causa. Lo cual no obsta en absoluto a la necesidad de reprimirlo desde que decidimos que somos más personas que animales y todas las personas son iguales ante la ley.
    Igualmente de acuerdo con que Simón en plan celebrity es una indecencia. Incluso si no estuviera gestionando una pandemia trágica.
    Y de acuerdo con Mulligan en que lo más grave son los errores al respecto de lo anterior.

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