Sobre la reforma laboral

Alfonso Salmerón

Pues sí, voy a escribir sobre la Reforma Laboral. No precisamente porque crea que tenga algo nuevo que decir después de todo lo que se ha comentado estos días. Además, sé que al hacerlo, habrá quien me encuadre automáticamente del lado del sanchismo más recalcitrante, o lo que es todavía peor, del caduco reformismo constitucionalista heredero del setenta y ocho. Sin embargo, lo haré, aunque sea únicamente para levantar acta de mi estado de circunspección.

Y es que nunca deja de sorprenderme la capacidad que tienen las redes sociales para establecer de manera casi instantánea, un determinado marco de opinión. A las pocas horas de haberse aprobado la reforma por el Gobierno, antes incluso de que el decreto fuera publicado en el BOE, la magia de twitter ya se había encargado de echarle agua al vino de los entusiasmos, estableciendo un relato que básicamente venía a decir que, si bien había algunas sensibles mejoras en el texto aprobado, la reforma no era muy diferente de sus predecesoras, y por consiguiente, muy poco iba a influir en el modelo de relaciones laborales existente. A esta línea argumental, que se ha repetido machaconamente como un mantra a lo largo de estas semanas, se han apuntado opiniones a diestro y siniestro, tanto de sectores cercanos a la Patronal, como de ámbitos netamente izquierdistas, amén del independentismo catalán y vasco.

A mí, que aunque no siguiera la realidad política desde primera línea me consideraba lo suficientemente informado de la evolución de las negociaciones como para haberme creado al respecto mi propio criterio, estas reacciones, confieso, no dejaron de inquietarme, e incluso en cierta modo, me generaron alguna duda más o menos razonable. En pocas horas, había pasado de compartir un cierto sentimiento de euforia a sentirme moderadamente contrariado. Así que, ante ese desasosiego, decidí acudir al texto del acuerdo con el propósito de tratar de comprobar de primera mano si se había colado a última hora algún aspecto que justificara las críticas que provenían, sobre todo, del flanco izquierdo. Sin embargo, al abrir el documento, respiré aliviado al constatar que los elementos centrales que se habían ido explicando a lo largo de los nueve meses de negociación, seguían intactos, configurando el núcleo central de la propuesta.

Y en efecto, ahí estaba la eliminación del contrato de obra y servicio, la limitación del contrato de duración determinada, el refuerzo de la negociación colectiva, la recuperación de la ultraactividad indefinida, la prevalencia del convenio del sector en las subcontrataciones, la generalización de los ERTES como instrumento estratégico o el fortalecimiento del régimen sancionador de la inspección de trabajo. No estaba, sin embargo, lo que nunca había estado en la negociación, porque no figuraba en el texto del acuerdo del gobierno de coalición. Esto es, la recuperación de los 45 días de indemnización por despido improcedente. Mi perplejidad aumentaba, al tiempo que se confirmaba mi creciente incapacidad para comprender las coordenadas en las que se mueve el debate político en la actualidad.

Eso fue el 22 de Diciembre. A lo largo de las navidades más accidentadas que recuerdo gracias a la pandemia 6.0, he podido comprobar como ese marco mental se había ido imponiendo de una manera sorprendentemente generalizada, a prueba de argumentaciones y comprobaciones empíricas. Ya se sabe, en los tiempos que corren, cuando se instala un determinado relato, de nada sirve apelar a la realidad. Una muestra de ello, es que el susodicho mantra del no había para tanto se lo he oído repetir de carrerilla a algunos de los familiares y amigos más informados, que por cierto, no siempre eran los mismos que se habían molestado en dedicar unos minutos a leer el texto. De manera, que a medida que han ido pasado los días, he ido recobrando las sensaciones positivas que el acuerdo me causara en un principio, por más que resulten difíciles de entender opiniones favorables hacia el mismo como las de la FAES, si no es aludiendo a razones del más fino esgrima de salón o la metralla dirigida desde el fuego amigo.

Es posible que en la gestualización de la Ministra haya habido un exceso de épica al referirse al acuerdo. En eso, tal vez podría coincidir con algunas de las críticas que se han hecho. Sin embargo, me sigue pareciendo extraordinariamente relevante que en el contexto de confrontación política actual, en la guerra de bloques sectarios en los que se ha convertido el debate parlamentario, un gobierno haya podido ponerse de acuerdo con las dos centrales sindicales mayoritarias y con la Patronal a un mismo tiempo. Que las dos primeras hayan respaldado la reforma con la práctica unanimidad de todas sus federaciones y la segunda, lo haya hecho con una fuerte oposición de sus centrales de más peso, es un dato que no debería pasar desapercibido a los lectores más perspicaces. Que además, se trate de la primera vez que una reforma laboral recupera derechos para los trabajadores en lugar de suprimirlos, es un dato tan inapelable como histórico, como lo es el hecho de tratarse, por cierto, de la primera reforma laboral que no se topa con la respuesta de una Huelga General en la calle. A la espera del trámite parlamentario, de una sola cosa estoy convencido: el tiempo y solo el tiempo quitará y concederá razones. De aquí a unos pocos meses veremos si la nueva legislación sirve al objetivo para el cual supuestamente se diseñó, que no es otro que el de reducir la temporalidad de los contratos y establecer un marco de relaciones laborales más estable y seguro, especialmente para los nuevos trabajadores que se incorporan al mercado laboral. Mientras tanto, nada me parece más constructivo que saludar, al fin, la política de la reforma, la conciliación y el diálogo entre los agentes sociales, que en tiempos de estridencias y desencuentros no me parece poca cosa. Tengo la sospecha de que a una mayoría silenciosa tampoco.

 

5 comentarios en “Sobre la reforma laboral

  1. La reforma laboral es una reforma sobre la anterior reforma de 2.012. Por lo tanto viene a incidir en un mercado laboral ya reformado. Y no solo reformado sino tambien vapuleado, tanto por la crisis financiera del 2.008, como por la que estamos viviendo en la actualiad con la pandemia y la repercusión que sobre el empleo está teniendo esta historia.
    La reforma de la reforma va a tener poca influencia en la generación de empleo, en el sentido de que, ni va a incentivar la contratación en un mercado, el laboral, muy adaptado ya a las necesidades y que crecerá, o se restringirá, en función de los movimientos económicos que requieran contratación o reducción de plantillas para responder a las necesidades del mercado en ese momento.
    No creo, por tanto, que tenga mucha influencia en el empleo aunque algo más en los empleados. Se pretende, y puede que en parte se consiga, eliminar algo la precariedad que representan los contratos temporales encadenados y que éstos vatyan siendo sustituiddos por contratos fijos en un buen número de casos.
    Nos encontramos por tanto con una mejora en la flexibilidad laboral que se implantó con la reforma de 2.012 y con un incremento en el desempleo motivado por las crisis que se han desarrollado desde el 2.008 y que ahora se ha revertido con el rebote a cifras previas a la última crisis, una vez que las actividades parecen volver a niveles anteriores.
    El problema del empleo sigue siendo un problema estructural y que viene de muy antiguo, Proviene de la gran diferencia existente entre los distintos sectores, industrial, agrícola/ganadero, funcionarial, alimentario, hostelero, servicios varios, etc.etc. y de las diferentes respuestas en cada uno de ellos a movimientos económicos y en los que la falta de flexibilidad ocasionaban verdaderos estropicios, tanto por destrucción de empleo, como sobre todo de empresas.
    Afortunadamente la cosa ha cambiado y nos encontramos ahora con una mayor flexibilidad. Por un lado, nuevas contrataciones pueden ser canceladas dentro del período de prueba, sin indemnización, o, en el peor de los casos, con indemnizaciones por despido improcedente, que, por inferir en personas que no lleva mucho tiempo contratadas, son asumibles, al tiempo que, para los empleados de larga duración, las empresas cuenta con la figura de los ERTE y que ya se han consolidado como solución práctica y practicada cono motivo de la pandemia.
    Nos encontramos por tanto en una nueva era en la que los vasos comunicantes entre empleo y actividad se van a equilibrarse mejor. No hay nada mejor que revitalice el empleo que la reducción del riesgo de emplear.

  2. Lógicamente la cancelación de los contratos dentro del período de prueba ha existido desde ha ce ya mucho tiempo y está recogido tanto en los convenios sectoriales, como, en su defecto, en el Estatuto de los Trabajadores. Presumo que, si no se modifica, más de un contrato temporal va a ser sustituido por contrato indefinido cancelado dentro del período de prueba.

  3. No tengo tan claro que el contrato de «fijos discontinuos» vaya a ser una figura con mucho futuro, al vincular unos derechos por antiguedad que pueden lastrar su implementación en gran escala. En ese sentido, será perjudicial para aquellos trabajadores que han venido realizando el trabajo encadenando contratos temporales y que podrían ser sustituidos por nuevos operarios, con distintas opciones contractuales, que posibiliten sus cancelaciones dentro de la legalidad y que muchas veces no se utilizaban por el engorro administrativo/burocrático que los lastraban. Los fijos discontinuos creo que solo tendrán utilidad en casos de puestos de trabajo cuya productividad esté muy vinculada a conocimientos y experiencia previa.

  4. Hoy en día las restructuraciones en las plantillas generadas por movimientos económicos y tecnoloógicos parecen ya superadas, aunque muchos puestos de trabajo y empresas cayeron por el camino a lo largo de los años. No es por ahí por donde veo riesgo grave que pueda influir en el empleo, en el sentido de destruirlo, sino más bien en hibernalo a la espera de mayor actividad que lo recupere. El problema actual lo veo en el repunte de la inflación y en el temor del incremento en los costos que ello pueda acarrear en contratos existentes y el riesgo de como se contemple la generación de nuevos ante esa perspectiva.

  5. Perdonad las faltas ortográficas y sintácticas. Tengo la mala costumbre de escribir sobre la marcha y revisar poco lo escrito.

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