Carlos Montbau
Hace un mes reflexionaba sobre las posibilidades y los límites de lo social. Hoy me gustaría seguir pensando sobre ello.A principios de enero, dentro de la vorágine de poner en marcha un Plan de Ocupación (contrataciones de un año máximo de duración por parte de las administraciones locales a colectivos tocados y casi hundidos por la crisis/estafa) nos impactaba el caso de una persona de 40 años que nos traía la documentación para participar en el proceso de selección.
Desposeída de tres hijos, politoxicómana y con el eje de coordenadas altamente averiado. Argumentaba que necesitaba trabajar por la necesidad clara de ingresos económicos. Finalmente, se la contrató porque su puntuación fue alta y ya la tenemos laborando entre nosotros. Muchas otras personas no han tenido la misma suerte ya que las plazas suelen ser la mitad que las personas que se anotan en estos procesos.
La mujer que se contrató no podrá tener un trabajo en el mercado laboral convencional de por vida. Tampoco posiblemente podrá sostener trabajos esporádicos y protegidos como el nuestro ya que ha de cumplir 5 días a la semana 37 horas y media. Ya no está para estos trotes. Pasar de 0 a 100 en pocos días es más propio de los coches que de los humanos con una mochila llena de obstáculos.
Y es que algunas de estas personas más cronificadas, y otras con senderos laborales más convencionales, necesitaran largos subsidios estatales o autonómicos para no verse abocadas a situaciones de respiración artificial social continuada.
Estos subsidios van condicionados en la gran mayoría de los casos a la justificación de acciones de búsqueda activa de empleo. Es decir, enviar CV a empresas, y demostrarlo; asistir a cursos de Formación Profesional, y justificarlo y algunas otras semi-simulaciones que colocan a la persona en paro en la situación de sospechoso. No es suficiente que seas un paria para cobrar un mínimo salario, sino que debes demostrarnos que quieres ser un paria igualmente pero con trabajo.
Semi-simulaciones porque la persona aceptará el pacto de búsqueda de empleo que se firma junto algún técnico del servicio de empleo público (que por cierto en muchos casos este personal también tendrá una situación de precariedad laboral. Ahora mismo se hacen como churros contratos anuales prorrogables. La diferencia es que estas personas han finalizado unos estudios y eso les garantiza unos mejores ingresos y un mejor horario). Al final el potencial beneficiado simula que busca trabajo y el técnico, al cual se le queda cara de panóptico, sella y firma el documento para que reciba el subsidio. Hasta la Renta Garantizada de Ciudadanía de Catalunya obliga al beneficiado, en la mayoría de los casos, a buscar activamente trabajo.
Dejadlos en paz. Debemos asumir que no habrá trabajo para todos y que de momento y parece que, durante mucho tiempo, este trabajo tendrá unas retribuciones económicas muy alejadas de lo que necesita una persona o familia para vivir sin pensar en paraísos artificiales que le permitan poner la mirada y la mente en otro lugar.
La situación personal del beneficiario queda en un segundo término al igual de si hay una demanda para buscar trabajo. De la misma manera poco importa que el mercado laboral ofrezca condiciones laborales de semiesclavitud. Si trabajas tendrás garantizado acceso a internet, Netflix, hamburgueserías baratas y bebidas azucaradas. Eso sí, ir a buscar los alimentos mensuales a Cáritas o Cruz Roja también estará presente en la hoja de ruta mensual.
Y aquí es donde lo social pierde la partida y queda supeditado a lo económico. ¿Por qué hemos de justificar que busco trabajo? Y más en un momento donde las personas no cualificadas (entiéndase esta palabreja como persona que no obtuvo unos estudios como la ESO o CFGM) no encontrarán salidas laborales tipo SEAT; Antigua Telefónica u otras grandes empresas que en décadas anteriores podían ofrecerle unas condiciones laborales dignas a estos colectivos. Lo que encontrarán serán migajas laborales y económicas. Y a las administraciones públicas parece que lo único que nos interesa es reducir el nivel de subsidios para justificar que la económica va bien y los gastos públicos se dedican a partidas con mayor proyección pública.
Perdón al articulista por no comentar su interesante artículo, pero no me resisto a colgarles para su lectura la valiente fábula contada por Manuel Pimentel en el periódico La Información:
https://www.lainformacion.com/opinion/manuel-pimentel/la-fabula-del-banquero-honesto-convertido-en-espia-espiado/6490350