Alfonso Salmerón
Cuando escribo esto se cumple una semana de las elecciones al Parlament de Catalunya. Una semana que al ritmo que se suceden los acontecimientos, parece más bien un año. No nos había dado tiempo de digerir los resultados, cuando en las calles se sucedían las protestas por la detención del rapero Pablo Hasel. Seis días consecutivos ya de protestas violentas con destrozos de mobiliario urbano y asaltos a comercios y entidades bancarias incluidos, en los que no han faltado desproporcionadas actuaciones de la policía autonómica, además de importantes daños al patrimonio artístico de la ciudad como es el Palau de la Música.
No me detendré a describir los hechos porque son de sobra ya conocidos, quisiera centrarme más bien en la respuesta política y en las implicaciones que a corto y en el medio plazo pudieran tener en el desarrollo de la situación política. Apuntaba con acierto Enric Juliana que el malestar que el domingo se había manifestado electoralmente en forma de abstención, empezó a expresarse el lunes en forma de protestas callejeras cuando la detención del cantante encendió la chispa.
Conviene no perder la pista de ese malestar. La mayoría de las declaraciones de los dirigentes y las opiniones de los analistas en la noche electoral dejaron en un segundo plano la bajísima participación. Los candidatos parecían sentirse a gusto atribuyendo la elevada abstención a la singularidad del momento pandémico. El vicepresident en funciones se atrevió, en ese sentido, a culpar veladamente a la justicia al anular el aplazamiento electoral que decretó el govern.
Existía el riesgo de que las elecciones del domingo se cerraran en falso. Los hechos acontecidos desde el lunes van a impedirlo. Catalunya sigue peligrosamente paralizada. No hay nadie al timón en el Palau de la Generalitat desde hace meses y estos días se ha hecho todavía más evidente. La única dirigente catalana que se atrevió a asumir su autoridad en las primeras horas de la protesta fue la alcaldesa de Barcelona, que trazó una clara línea divisoria clara con los actos de violencia, denunció la detención y condenó los altercados a la vez que instaba al ejecutivo catalán a tomar la iniciativa.
La inacción del govern, que lo único que se ha atrevido a decir es que abrirá una investigación a su propia policía, evidenciando una vez más su consabida vocación de boicotearse a sí mismo, incapacita a la mayoría independentista para formar gobierno. Pueden formar una mayoría parlamentaria, incluso pueden volver a ponerse de acuerdo para elegir a un presidente, pero no pueden gobernar porque para gobernar se requiere el ejercicio de la autoridad que se han negado a asumir desde el 1 de octubre de 2017.
Hemos reflexionado en otras ocasiones sobre la necesidad que tiene el independentismo catalán de hacer, de una vez por todas, el duelo de aquello que creyeron posible pero no pudo ser y tal vez nunca será. En el mejor de los casos, tendrán que pasar muchos años para que pueda llegar a abrirse de nuevo otra ventana de oportunidad. Los partidos independentistas han vuelto a obtener la mayoría de escaños, cierto, y lo que es aún más significativo, han obtenido por primera vez la mayoría en número de sufragios. Sin embargo, un gobierno netamente independentista con un programa claramente independentista no ha podido perdurar más de dos años y ha perdido más de seiscientos mil votos. Por primera vez desde 2017 no se ha movilizado el bloque de los dos millones de personas que hasta la fecha han acompañado las propuestas procesistas. Ese dato del que se habló poco la noche del 14F no puede pasar desapercibido, muestra la desconfianza de buena parte de ese electorado que no se ha sentido representado por ninguno de los cuatro partidos que se presentaban como independentistas y permitió, por segunda vez consecutiva, que la primera fuerza del Parlament sea un partido del ámbito constitucionalista.
El procesismo está convencido de su razón histórica, sin embargo, ninguno de sus dirigentes puede ofrecer a su electorado una perspectiva viable y diáfana para alcanzar su objetivo. El “ho tornarem a fer” refuerza esa idea de la perseverancia y la fe en la razón de sus argumentos, pero se ha mostrado una vez más incapaz de hacer creíble una estrategia diferente a la que ya fracasó en 2017. Las elecciones del pasado domingo ponen frente a la misma tesitura a las mismas fuerzas políticas que se mostraron incapaces de gestionar el resultado que les otorgó las elecciones del 155.
I ara què? Volvemos al punto de partida, con una diferencia, que ahora la hegemonía del independentismo ha pasado a manos de ERC por muy poco margen. Me atrevo a interpretar que una buena parte de la angustia que genera en los sectores independentistas más contumaces la constatación de este hecho encontró una válvula de escape en la detención de Pablo Hasel, un catalizador del descontento que se une al mar de fondo de la situación de precariedad estructural de la juventud del país y en el contexto de una nueva categoría de populismo, más visceral, reactivo y violento, que el que alumbró el 15-M o protagonizó la revolució dels somriures de las movilizaciones previas al 1-O.
Dicho de otra manera, las elecciones del pasado domingo dieron muestras del agotamiento de la sociedad catalana que se expresa de al menos tres maneras diferentes: la elevadísima abstención, la polarización de las posiciones políticas que explican el trasvase de votos hacia la CUP en un extremo del espectro político y hacia VOX en el otro, y la recuperación de la centralidad política por parte del PSC. Hay una buena parte del electorado que no tiene ganas de nuevas aventuras y ha devuelto la confianza a los socialistas después de habérsela entregado a Ciudadanos, reclamándole el papel de la centralidad en el tablero que los de Rivera y Arrimadas no supieron, ni quisieron ejercer. El aguante demostrado por En Común Podem, pese a su pérdida de votos, en un contexto muy desfavorable pare ellos, hay que leerlo también en la línea de un refrendo a las políticas del gobierno del Estado que no sé si sus dirigentes han sabido leer del todo a tenor de los encontronazos públicos entre los socios de la coalición de gobierno a los que estamos asistiendo estos últimos días.
La situación que vive el país es extremadamente delicada como para añadir nuevos ingredientes de incertidumbre. La manera cómo se resuelva la gobernabilidad en Catalunya nos va a dar una pista de cómo se va a desarrollar el resto de la legislatura. Catalunya es un problema, pero también una oportunidad que requiere la máxima atención de los agentes políticos catalanes y del gobierno español. El eje Madrid-Barcelona tiene que activarse antes y no después de la investidura, porque para entonces todo puede ser ya demasiado tarde. Aviso para navegantes.
Por una parte, ERC debería saber que un acuerdo con Junts x Cat y la CUP significa volver a entregarle el govern a Puigdemont para que éste continúe manejando los hilos entre los bastidores de Waterloo, condicionando un ejecutivo sin política ni más hoja de ruta que la infructuosa confrontación con el Estado, que ha vuelto a darle la mayoría al independentismo a la vez que ha producido cansancio, polarización y desmovilización de la sociedad catalana, amén de haberle abierto las puertas del Parlament a la extrema derecha.
Por la otra, el PSOE sabe que, pese a su recuperación, la victoria de Illa no le servirá de nada si no le permite articular una propuesta que ayude a desencallar la situación. La única salida posible pasa porque ambos comprendan que se necesitan; el papel de Unidas Podemos puede ser clave en ese sentido. De la manera cómo se resuelva una ecuación que parece irresoluble dependerá la actual legislatura y probablemente la próxima década, porque si bien es cierto que parece imposible imaginar que Aragonés apueste por una mayoría diferente a la independentista, también lo es que Sánchez no tiene otra mayoría diferente en el Congreso que aquella que le hizo presidente y con la que ha aprobado recientemente los presupuestos. Se ha abierto una etapa que requiere de una política de extrema precisión, vamos a ver óomo la interpretan los actores políticos que hasta la fecha se han mostrado más amigos de las de la brocha gorda que del pincel fino, y de la gesticulación que del trabajo discreto. Se ha abierto una oportunidad para empezar a poner fin a un conflicto que se abrió hace más de una década en Catalunya y para consolidar una mayoría de progreso en el conjunto del Estado que dibuje una salida a la crisis desde la cohesión social y territorial.
Todavía estamos a tiempo, pero para ello es necesario hacer saltar en pedazos los marcos hegemónicos. Por una parte, aquél que desde el independentismo quiere imponer el relato de que es imposible una salida dialogada al conflicto porque España no tiene solución, y por la otra, el marco neoliberal que sostiene que es imposible una salida de progreso a la crisis económica. Señorías, apaguen el móvil, cierren el twitter, olviden los focos, tomen asiento. Es tiempo de diálogo. No hay un minuto que perder.
Amén. A sabiendas de todos los peros pero amén.
Baja Salmeron del Sinaí para contarnos nuevas verdades , como la extraordinaria inclusión de ERC en el campo progresista de geometría variable , un cartílago que se acomoda mucho mejor a su función política que un hueso rígido . Al igual que las matemáticas de Salmeron , repartiendo resultados con comparaciones disímiles : unos pierden cientos de miles de votos y otros ganan las elecciones quedándose como estaban , es decir recuperándose ¿ Y que es progreso ? Cataluña y su procés. El PSC gobierna la Diputación con Junts pero no cede la alcaldía a ERC sino a Ada o el ardor por la decadencia cultural y económica de Barcelona. Todo muy extraño.
Desde la cumbre del Sinaí se ofrecen vistas o espejismos ( depende de quién suba ) de como será el país dentro de 10 años y la necesidad de una política de “ extrema precisión “ de pincel fino y no de brocha gorda , progresista , abundante en cohesión social y territorial.
Ayer Iglesias anunció su voluntad de exclusión del debate a quienes no formen parte de la mayoría de investidura para negar así que pueda volar en pedazos una hegemonía ( que no tiene nada de hegemónica a decir verdad ).
Son formas de hablar el politiqués.
En Podem Común “ ha resistido “ en condiciones desfavorables … entre marcos ajenos por todos lados , hegemónicos o neoliberales .
Lo único cierto es que han convocado elecciones y no se ha resuelto nada y desde luego , lo del rapero violento y desagradable como expresión de frustración no tiene un pase.
ERC nunca , jamás en su historia ha formado parte de solución alguna ; es un híbrido entre movimiento e institución. ¡ Y qué personajes arroja al progreso ! Companys, Heribert Barrera, Carod, Pilar Rahola , Rufián ….
Cómo extrañarse de que paseen a Otegi , otro progresista , un hombre de paz , qué digo , un santo varón.
Es lo que hay , que diría aquel , y lo que hay ha venido para quedarse y nada será igual y entraremos en bucle , melancólico o de otro tipo , y no renovaremos el lenguaje porque los hechos son tozudos , tanto como los tópicos y a lo mejor se arregla todo con la primavera , la vacunación y el dinero de Europa y si no , pues de nuevo elecciones .
Ejem…bueno,si pero no…
ntarios 1830 Recomienda Siguiendo
Discusiones en El Periódico 49 comments
Ganas de engañarse
alfino
alfino 17 hours ago
El problema de ERC es que quiere ensanchar su electorado por la izquierda catalanista y en estas elecciones se ha demostrado que para que sean relevante en el independentismo debe ensanchar su electorado a costa de JXCAT.
Si ERC tuviera dos dedos de frente se darían cuenta de que tienen una oportunidad de oro para cambiar el curso de la historia en Catalunya y en beneficio de todos los catalanes:
Un gobierno,presidido por Salvador Illa.
Un comentario bastante contradictorio porque trata de recomendar a ERC que se suicide , que deje de ser lo que es , nacionalista irredento ( y más cosas ) . Fratelli tutti .
Todos y todas bajo la presidencia del insulso Illa , el mago Mandrake del estilismo en política. ¡ Qué gran oportunidad !