Tres cosas para el 2018

 Lluis Camprubí

Muchas cuestiones merecen continuidad en la dedicación y atención este próximo año: la mitigación y adaptación al cambio climático, el abordaje y reducción de las desigualdades socioeconómicas, democratizar la gobernanza de la globalización, ensanchar las áreas democráticas a la escala del tamaño del reto para tener capacidad de abordarlo, abrir vías de paz y futuro para la región MENA, o pasar a la acción en el cambio de modelo productivo, por mencionar algunas de las más relevantes.

Sin embargo, quisiera detenerme en tres aspectos que tienen cierta urgencia temporal y que deberían tener una nueva mirada e impulso: 1) Pasar del lugar común del referéndum a la solución en Catalunya; 2) poner las bases para entrar en la discusión concreta de reforma de la eurozona; y 3) abordar en frío (y antes que sea tarde) los problemas existenciales de los contactos humanidad- datos- inteligencia artificial.

  1. Cada vez parece más evidente para más gente que un referéndum sobre la independencia en Catalunya no es solución, ya que ni es posible ni tampoco es deseable. En esta situación el seguir apelando al referéndum previo de autodeterminación bloquea soluciones y seguiría cristalizando la confrontación en dos mitades de la sociedad catalana. El referéndum (ya como problema) seguramente empieza a ser el invitado/elefante molesto en la habitación del catalanismo no nacionalista. Cabe reconocer en este sentido el mérito del PSC a resistir la presión ideológica cuándo hace no mucho tiempo parecía solución hegemónica/irrebatible dentro del catalanismo. Seguramente lo único interesante que ha conllevado el Procés es que las izquierdas no nacionalistas que recetaban autodeterminación para cualquier conflicto nacional, han ido viendo recientemente que no es buena idea en sociedades con sentimientos e identidades plurales y mixtas. De manera que las parte y las alinea por bloques de comunidad de pertenencia (tanto a las sociedades como a las izquierdas), y neutraliza articulaciones fraternales en lo interno y externo de la comunidad política. Entender la autodeterminación en este contexto como una cosa de y para los nacionalistas (sus preguntas no son más interesantes, ni relevantes, ni democráticas que las de otros), que de hecho supondría la derrota de la búsqueda de acuerdos, es aparentemente el cambio (no de un día para otro, ni de resolución congresual) más significativo que irán interiorizando las izquierdas no nacionalistas, de forma gradual pero posiblemente irreversible. Es intuible que esta lógica vaya impregnando a las izquierdas de la Europa occidental que seguían usando este recetario para realidades similares.

En la situación de degradación económica, política, democrática y convivencial que el Procés ha dejado a Catalunya y con el gigante coste de oportunidad de no haber puesto la requerida atención (por la capacidad totalizante del mono-tema) a los retos de un entorno cambiante, resulta pues urgente construir soluciones. Arreglos que en un primer momento pasen por la vuelta a un escenario de normalización institucional, democrática y de sosiego cívico. Y como solución duradera, consensuar una propuesta aceptable para mayorías del 70% en Catalunya (reconocimiento nacional, clarificación competencial , autogobierno y gobierno compartido, sistema de financiación justo y solidario) que sea a la vez encuadrable en un proceso -obviamente también consensual- de reforma constitucional y estatutaria (lógicamente a ser validadas por referéndum ambas).

  1. La concreción de las propuestas sobre reformas de la eurozona, sus dispositivos y gobernanza requerirán detalle y saber donde estarán las zonas transitables ya que las discusiones operativas empezarán próximamente, una vez conocido el enmarcado francés, el de la Comisión Europea, y los debates alemanes. Ciertamente, un escenario de Gran Coalición en Alemania domésticamente no parece deseable, pero sin embargo en clave de una mayor integración democrática de la eurozona (capacitación fiscal, mancomunar riesgos y legitimación política lo más comunitaria posible) parece (con todas las precauciones) la mejor opción. En España, la situación que se da de consenso en los criterios generales entre las cuatro grandes fuerzas políticas de por dónde tendría que ir la reforma de la eurozona opera paradójicamente como freno a la implicación ciudadana en el empuje y en la acción decidida y persistente de la institucionalidad española en el ámbito comunitario e intergubernamental. El tiempo de los posicionamientos generalistas y los debates de trámite ya ha pasado.
  2. Las cuestiones relacionadas con la robotización, automatización, digitalización, internetificación, inteligencia y algoritmización artificial… tienen un potencial innovador/disruptivo/transformador en lo económico, laboral, y en el orden social muy relevantes. Es evidente que requieren regulación/adaptación para un reparto justo de cargas y beneficios. En este sentido es de saludar la resolución del febrero pasado del Parlamento Europeo, cuya lectura vale la pena ( http://www.europarl.europa.eu/sides/getDoc.do?pubRef=-//EP//TEXT+TA+P8-TA-2017-0051+0+DOC+XML+V0//ES ) donde se sugerían algunas recomendaciones, algunos códigos éticos y se emplazaba a la Comisión y al sistema Naciones Unidas (imprescindible el alcance global para evitar desarrollos desleales) a impulsar prácticas y regulaciones al respecto.

Sin embargo, en el “poti-poti” de elementos relacionados con la “cosa tecnológica” hay dos cuestiones que necesitan una mirada específica por la amenaza “existencial” que podrían suponer para la humanidad y los seres humanos individuales como tales: 1) el avance hacia dispositivos/instrumentos/sistemas/algoritmos plenamente automatizados sin control humano de última instancia (especialmente relevante en la tecnología militar) ; y 2) la conexión directa de sistemas nerviosos centrales de humanos al flujo de datos / torrente de internet. Para ambas cuestiones se requiere un marco normativo/ético global, a ser adoptado antes que el desarrollo tecnológico nos sitúe en escenario de hechos consumados. De aquí, la cierta urgencia. Ahora mismo parece difícil regular elementos que no somos capaces de comprender completamente ni imaginar sus derivadas, así que quizás la aproximación sería a través de moratorias en la investigación/aplicación sobre aquello en lo que es pensable un amplio acuerdo de lo qué no queremos. En ambas cosas, quizás la Comisión Europea y los Estados Miembros deberían edificar una coalición de países ambiciosos al respecto para llevarlo a discusión en el sistema de Naciones Unidas. Para el primer reto, pensando específicamente en el campo militar, es tiempo que los debates sobre los sistemas de armamento autónomos letales (LAWS) sean abordados por NNUU de forma central y podamos disponer de un tratado/moratoria para el desarrollo de aquellos dispositivos militares completamente automatizados, que no requieren decisión/juicio último humano. Para la segunda cuestión, quizás el común denominador para mantener el carácter humano sería una moratoria en el desarrollo de dispositivos de conexión directa (interfaz, en ambos sentidos) del cerebro a procesadores artificiales o al flujo de datos global/internet. Debería mantenerse que -como hasta ahora- la conexión pase/filtre a través/mediante de los sentidos/órganos habituales. Moratoria que debería limitarse por supuesto a la intencionalidad de sobre-capacitación de la especie, no a su uso terapéutico.

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