Juanjo Cáceres
Múltiples son las esperanzas de dejar atrás de una vez por todas este amargo 2020, que quedará grabado en nuestro recuerdo dentro del abanico de años funestos. A veces un año aciago lo es para todos, porque suceden cosas que nos castigan como sociedad: por eso todos recordamos que 2008 fue el principio de una etapa dolorosa para miles y miles de personas o para nosotros mismos. Otras veces es la pérdida de un ser querido lo que nos ha golpeado y un año determinado queda grabado en nuestra intimidad como un momento de dolor.
Lo terrible de este año 2020 es que nos pueden haber sucedido las dos cosas a la vez: que hayamos sufrido una terrible pérdida, que la enfermedad haya castigado a nuestros seres queridos y que nuestras circunstancias personales hayan empeorado como consecuencia de la crisis derivada de la Covid-19.
Y del mismo modo que 2008 no terminó en 2008, 2020 tampoco terminará en 2020. La pandemia seguirá estando entre nosotros. Asistiremos a nuestras actividades navideñas con preocupación, bajo la mirada amenazante de la tercera ola y de las nuevas cepas de coronavirus. Ni las mascarillas ni el distanciamiento social quedarán atrás con el 2020. Tampoco sabemos cuándo dejaremos atrás los efectos de una crisis en la que seguimos profundizando con motivo de los ceses de actividad de sectores cruciales de la economía. Ni dejaremos atrás las inconsistencias de una sociedad que limita la movilidad de la ciudadanía mientras autoriza que 5000 personas celebren con Raphael 60 años de carrera musical en un recinto cerrado de la Comunidad de Madrid.
Somos lo que somos y estamos donde estamos. No obstante, también somos algo más que eso. Somos un mundo global que ha batido récords de esfuerzo para poner a disposición de la población diferentes formas de vacuna contra la Covid19. Somos también aquellos que nos desvinculamos, al menos transitoriamente, de los dogmas neoliberales que han hegemonizado el mundo durante los últimos cuarenta años para asumir que de esta solo podemos salir con medidas de estímulo e inyectando recursos y protección social a nuestros sectores económicos más golpeados. Incluso somos capaces, no sin dificultades, de seguir siendo gobernados en España por los partidos más comprometidos con el bienestar de la ciudadanía y con el lema de que nadie se quede atrás.
En 2021 perdurarán los escenarios adversos y llegaremos a él con un clima político enrarecido, con una penetración intensa de relatos netamente fascistas sobre nuestra realidad cotidiana y las causas de la misma. La lacra del negacionismo seguirá también golpeando, asegurando que el coronavirus no existe o salió de un laboratorio, que las vacunas no sirven o son peligrosas, que todo es una conspiración judeo-masónica o como se dice en nuestros tiempos, del gobierno social-comunista. Con toda la que está cayendo y con todas las desgracias acontecidas, y tendremos que seguir aguantando esto.
Esta Navidad, además, será dolorosa para muchas familias, para las que han perdido gente, para las que no se pueden reunir, para las que miran al futuro con preocupación… El trauma que hemos vivido este año no es pequeño y puede emerger en cualquier momento. Nunca una mascarilla simbolizó tan bien todo lo que ha cambiado de una Navidad a otra.
Quizás no es el mensaje más animoso, pero sí que es el más realista. Y también quiero remarcar que el realismo no está reñido con el optimismo. En breve empezará los ciclos de vacunaciones y encararemos el camino de regreso a la normalidad, que ha de servir para que las Navidades de 2021 tengan lugar en un clima de mucha más seguridad sanitaria. De nuestra capacidad de resiliencia y adaptación dependerá también el que sepamos dejar atrás lo antes posible esta crisis. Hoy el saber resituarse y adaptarse a los cambios se vuelve más importante que nunca, sin olvidarse de la necesaria protección que las administraciones habrán de proporcionar a las personas más castigadas. Tampoco debemos hacer concesiones a las falsas promesas ni a los discursos del odio: solo con responsabilidad y sensatez saldremos de esta.
Y porque creo que pese a todos, somos mucho más capaces de lo mejor que de lo peor, mi apuesta es que si resistimos un poco más, si seguimos pensando también en los demás, además de en nosotros mismos, lograremos dejar todo esto atrás.
Por eso, a pesar de los pesares y porque creo que todo acabará pasando, ¡feliz año 2021!