Un puzzle a diez mil pies de altura

Arthur Mulligan

Yolanda Díaz es la figura emergente en España, no en el Estado. Como es mujer se postula como presidenciable, aunque carezca de capital político y estructura organizativa nacional para ese cometido, más allá de sus capacidades, si acaso las tuviera.

Las imágenes de su presentación narcisista con la hiperbólica «2 Abril empieza todo» dicen más que un discurso inexistente, fugaz, banal.

Pretenden una adhesión por aclamación, como uno de los procedimientos del Sacro Colegio Cardenalicio, salvo que aquí el instigador es el Pontífice Pedro Sánchez.
«Ve y anuncia la buena nueva: si queremos repetir el vértigo sensorial de estos años es necesaria una fuerza solvente a la izquierda del Partido Socialista, una fuerza basada en lo de siempre, en la igualdad de los seres sobre la tierra, en la mejora de las condiciones de vida de la gente, en no dejar atrás a nadie, cueste lo que cueste, incluso comprometiendo el futuro, como ya lo han hecho Cuba, Venezuela, Nicaragua, Argentina, Rusia, etc…».

Es impresionante el acriticismo de la prensa progubernamental ante la ausencia de programa, remitiéndose a elogiar sus buenas intenciones y la oportunidad para ilusionar y reconstruir un proyecto – uno más, esta vez sí -, para el advenimiento de la edad dorada.

Como señala Sánchez Cuenca en el texto (*) que se acompaña: «La reivindicación identitaria de Podemos parece incompatible con el intento de enganchar o reenganchar, gracias a un nuevo mensaje, a personas que se fueron, así como a personas que nunca estuvieron. La división más difícil de superar es si se va a un proyecto de conservación y consolidación de los restos de Podemos o se apuesta por un cambio de ciclo y un nuevo intento de constituir un verdadero frente amplio que pueda despertar ilusión y entusiasmo entre votantes progresistas que han ido sintiéndose crecientemente desengañados o ajenos a las batallas abiertas en los últimos tiempos»

Pues bien, considerar a los votantes progresistas (o semovientes) como menores de edad que solo votan con la ilusión y entusiasmo de los últimos días y, si no, no, parece obsceno, un intento de apropiación totalitaria de lo que debe ser un votante de izquierdas, un niño caprichoso al que le pincha la vida sus globos de colores.

Solo se desilusionan los ilusos, seres con pereza intelectual a los que hay que abastecer de doctrina en base a naderías e imágenes vulgares de retorno a la primigenia unidad.

Dice (NB: descalificativo editado) Sánchez Cuenca que las diferencias carecen de motivación orgánica, vamos, de quién manda en el nuevo poder constituido en torno a Sumar, en torno a su líder, en torno a Yolanda Díaz.

Que se lo digan a Pedro Sánchez y a su estilo de gobernar. O a Yolanda misma (**) procedente de organizaciones tan flexibles como el PCE o CC.OO.
Como no es alguien ingenuo no cabe otra que tratarlo de caradura por ocultar los propósitos de esa coalición cantonalista.

Baldoví, con esa gracia de agricultor transterrado, ya lo decía el otro día: nosotros ya tenemos organización, pero estamos dispuestos a sentarnos de igual a igual, pero que no venga nadie a ocupar nuestro espacio en Valencia, anterior, en cualquier caso a la formación de Podemos, o Sumar, o cualquier otra cosa.

Defienden a la gente, que es como decir a todos y a nadie, pero los organizadores «somos alguien y no cedemos nada» (nuestro esfuerzo nos ha costado).
Los números de votos y sus variaciones en el artículo citado no pueden ser más reveladores de toda la izquierda porque suponiendo que el resto de comparsas independentistas (no necesariamente progresistas), ultras antisistema (clásico todo terreno), retuvieran posiciones ¿de dónde podría provenir la victoria?
Algunos barones del PSOE ya creen probable un trasvase de votos entre sus electores y Sumar; también entre sus electores y el PP.

Yolanda quiere ser trasversal, es decir, que me voten por lo que sea, por empatía hacia mi persona y no por lo que digo, sino por como lo digo.

Porque todavía no ha dicho nada de su programa ya que no se presenta; ni puede apoyar a quien difiere de su liderazgo ni es líder de las agrupaciones -organizaciones municipalistas.

Si hay mucha participación en Mayo la derrota de Sanchez puede anticipar las generales.

A diez mil pies de altura Pedro trata de explicar la amabilidad con su querida Meloni (sic), algo que jamás podría decir a una Macarena con peineta, y pide que en el complejo puzzle que ha creado, todas las piezas encajen para que los progresistas (el PNV y Bildu con el nuevo status; la Giganta presidenta del Parlament independentista e ¿indultada?; ERC, un partido de orden; Sumar y los de Palacagüina; Podemos, Podemos, Pudimos y Sánchez y su silencioso PSOE) puedan terminar la refundación del Estado y sus nuevos principios democráticos.

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