Arthur Mulligan
Al frente de un movimiento inédito en la V República, un joven Emmanuel Macron sorprendió a toda la clase política con su victoria en 2017 tras una campaña en la que insistió en describir que los problemas de Francia serían inabordables utilizando los mismos instrumentos que garantizaban una alternancia imperfecta perpetuadora de una insatisfacción permanente mediante la disonancia de la «cohabitation».
Desde un centro liberal – ya existía el Modem de Bayrou y otros – aprovechó la crisis judicial de Fillon (LR), el descrédito del PSF de Hollande fraccionado en liderazgos personalistas y los extremismos a izquierda y derecha, para incorporar en un movimiento de notables la competencia reconocida en el ámbito económico y financiero, tanto público como privado, en un intento de romper las inercias en el seno de la tradición de la V República.
De este modo inesperado, un hombre de 39 años de sólida formación, éxito en los negocios y una breve experiencia como ministro en el gobierno socialista fue capaz de convencer a sus conciudadanos de que esta vez sí era posible el cambio desde su movimiento de derecha y de izquierda, combatiendo el sentimiento de la degradación multiforme de Francia, de su decadencia inexorable hundida en un sistema político bloqueado por fuerzas contestatarias sin capacidad de acceder al gobierno, y gobiernos con una legitimidad de adhesión muy limitada.
El nacionalismo, siempre reaccionario, ha tratado de volver la espalda al proyecto europeo mediante un insidioso movimiento de claro signo identitario y contradictorio y es aquí también donde Emmanuel Macron conquistó la voluntad de los franceses con una promesa sobre la refundación de Europa tratando de mejorar significativamente el funcionamiento de sus instituciones, revisando el papel hegemónico adquirido por Alemania y las atribuciones a su juicio discutibles del Tribunal de Justicia de la Unión Europea.
Pues bien, a punto de terminar su mandato el balance es decepcionante, porque para muchos se ve como la falta de reencuentro de la política con la sociedad, añorando los fundamentos que posibilitaron los treinta años gloriosos de fuerte crecimiento y desarrollo, mientras contemplan el débil margen de maniobra en el seno de la UE al que culpan desde los extremos políticos.
Permanece sin embargo como un impasse la denuncia al modelo anterior de alternancia que esterilizaba las grandes reformas.
En cierta manera se dibuja un paralelismo con Alemania en donde la unión de los contrarios pretende un cambio en la continuidad con un aggiornamento en donde, como en Francia, está vedado el acceso al poder de los extremos.
Si esto es así para el gobierno de 150 millones de europeos dentro del núcleo duro fundador de la UE, es muy posible que se robustezca la amalgama fértil de sociedad y mercado, limitando de este modo los vaivenes locales bajo influencia de nacionalismos incombustibles o el asalto filibustero de oportunistas que se acantonan en las fisuras retardatarias y coyunturales de los estados decrépitos.
Macron detectó sin duda el carácter religioso que anida en el sentimiento político de la tradición francesa republicana y que se transfiere en distintas épocas no a través de permitir a la gente dar un sentido a su vida sino a la vida toute courte.
En el primer sentido, Macron representa la fidelidad a la herencia intelectual de Raymond Aron, quien pasó de ser un abierto socialista a convertirse en el más severo y más culto crítico del orden social comunista.
Aron se refería al “Mito de la Revolución” (como el de la Izquierda o el del Proletariado) y sostenía que resultaba tan seductor precisamente por su atractivo poético: inducía la ilusión de que «todo es posible», de que todo puede ser completamente transformado en el fiero crisol de la actividad revolucionaria. Combinar la doctrina de la inevitabilidad histórica con el Mito de la Revolución era una receta para la tiranía totalitaria.
Se definía como reformista en contraposición al revolucionario ya que el reformista reconoce que el verdadero progreso es contingente, parcial e imperfecto. Es contingente porque depende de la iniciativa individual y puede echarse a perder; es parcial porque los ideales nunca se pueden conseguir todos al mismo tiempo sino sólo un vacilante paso tras otro; e imperfecto porque el recalcitrante carácter de la realidad – incluyendo la turbulenta realidad de la naturaleza humana – garantiza los errores, las frustraciones, las imperfecciones y la simple perversidad.
Mantenía su oposición al comunismo porque « El comunismo es una versión degradada del mensaje occidental. Retiene su ambición de conquistar la naturaleza y mejorar el destino de los humildes pero sacrifica lo que fue y tiene que seguir siendo el corazón mismo de la aventura humana: la libertad de investigación, la libertad de controversia, la libertad de crítica, y el voto».
La teoría política sin embargo no justifica el magro balance que realiza la opinión pública a pesar del descuento por el desgaste de la pandemia y el carácter de movimiento de un Macron sin partido, la hostilidad que producen sus reformas tanto del mercado de trabajo, la formación profesional, el sistema de pensiones (en curso), como también la reforma del sistema de Salud y de Educación, todas ambiciosas y de carácter social liberal, con sus luces y sombras pero a las que une la resistencia de un elefante burocrático que impide una justa evaluación a corto plazo de sus potencialidades de mejora justas y eficientes. Se puede decir que ha hecho mucho, en todo caso mucho más que sus tres predecesores inmediatos.
No obstante, según las últimas encuestas, la mayoría del electorado se decanta por las formaciones de derecha: dos de extrema derecha, un partido conservador y otro centrista, con Macron como líder.
El sistema de doble vuelta señala al Presidente como vencedor en la primera con un 25% de los votos cuando aún no se ha postulado como candidato y con ese dato ya es capaz de concentrar el voto conservador; a título de ejemplo, la alcaldesa de París no llega al 6%.
Este articulista ve con buenos ojos que la energía e inteligencia de este brillante miembro de la ENA complete un ciclo político con su enorme capacidad de trabajo, se una al reformista y liberal gobierno alemán y puedan ambos dar un impulso definitivo para sortear las amenazas que se ciernen sobre la UE.