Una mirada a la despedida de un gigante: J. M. Serrat

Juanjo Cáceres

«Me la van regalar quan em voltaven, somni dels meus quinze anys…”. Cerca de la medianoche del 23 de diciembre, las primeras estrofas de “Una guitarra” empiezan a sonar por penúltima vez sobre un escenario en la ya cansada y notablemente envejecida voz de Joan Manuel Serrat. Con los músicos ya entre bastidores, todo exactamente igual que como empezó: están en el escenario solamente Serrat y su guitarra. Va a ser la última canción, quedan escasos minutos para que finalice su despedida en el Palau Sant Jordi, pero, repentinamente, el noi de Poble Sec se detiene, incómodo con el sonido de una guitarra que tampoco consigue afinar.

¿Es realmente la guitarra? ¿O tal vez es el darse cuenta de que ahora sí es el final? ¿O quizás no es nada de eso, sino que es el mismo Tiempo el que lo para todo para impedir que Serrat deje de cantar?

Serrat se levanta para cambiar de guitarra y mientras el momento de sus últimas estrofas en directo se retrasa por un breve periodo, el público contempla de nuevo su enorme figura musical desplazarse por el escenario guitarra en mano, exclamando algún que otro lamento. Enorme figura, no porque la calidad de la obra de Joan Manuel Serrat sea inalcanzable, sino por todo lo que ha supuesto para varias generaciones durante más de medio siglo de carrera musical. La historia de lo vivido en España y más allá en ese más de medio siglo, nos permite darnos cuenta de ello, porque la vida de este cantautor no puede resultar más representativa.

El Serrat que conocemos hoy tiene poco que ver con aquel jovencísimo cantautor catalán, que daba sus primeros pasos en el entorno de una Nova Cançó, cuyas melodías y letras se abrían paso con éxito desigual entre la dictadura y la censura franquista. Su temprano éxito comercial lo llevó ya en la década de 1960 a cantar sus canciones en dos idiomas: un caso único en la época, lo que le produjo el rechazo de insignes representantes de la Nova Cançó primero, y, más tarde, su salida de Eurovisión en 1968, a causa de la polémica generada por su exigencia -fingida, se dice- de cantar en catalán, en beneficio de Massiel, que se haría con el triunfo con la célebre letra del Dúo Dinámico. Empezaba así un reproche eterno que le acompañaría hasta el último minuto de su carrera musical, cuando, mientras se dirigía al público del Palau antes de interpretar “Una guitarra”, fue interpelado para que se expresara en castellano, con lo cual se mostró de acuerdo afirmando «así nos entendemos todos» y generando otra ola de rechazo entre la catalanidad más irreductible que seguía la retransmisión en diferido por TV3.

Pero precisamente el éxito de Serrat no puede entenderse sin su capacidad de transversalizarse entre catalanohablantes y castellanohablantes, sean de origen catalán o de tierras hispanas. Solo así ha sido posible que ese mismo artista haya conseguido grandes canciones en ambos idiomas, llámense “Mediterráneo” o “Me’n vaig a peu”, o que incluso los haya hecho brillar en una misma canción (“Cançó de bressol”). También precisamente por no renunciar a llevar sus canciones en catalán fuera de los dominios lingüísticos de esa lengua, no son pocos los habitantes del continente latinoamericano que las únicas canciones en catalán que han oído, se las ha cantado Serrat. Que lo que realmente le convierte en un catalán universal, siga siendo todavía a estas alturas motivo de rechazo para algunos, se describe por si solo.

Tampoco acaba ahí su importancia en el continente americano, porque para muchas generaciones también ha sido un referente de la oposición a las dictaduras. No es un detalle menor que no pudiera entrar en Chile durante 17 años, ni tampoco que tuviera que pasar un periodo de exilio en México tras sus palabras de condena a las penas de muerte dictadas por Franco. Porque Serrat, además de cantar en castellano, ejerció la resistencia antifranquista y puso su voz, como tantos otros, a disposición de la lucha contra la dictadura. Todo ello mientras que en fechas tan tempranas como 1969 y 1972 prestaba sus melodías y su voz, en dos de sus discos más inolvidables, a los dos poetas que mejor representaban también a sus miles de víctimas: Antonio Machado y Miguel Hernández.

Su etapa más fructífera y que mejor permite caracterizar a Serrat se extiende precisamente hasta 1975, el año de su exilio. Es ahí donde se descubre una voz única y un letrista excepcional, que tras regresar a España en 1976 empezaría otra etapa que se extendería hasta mediados de la década de 1980, en la que todavía logra canciones memorables, como “Plany de Mar”, que tampoco faltó el dia 23, y se publican discos que media España tendrá en su casa, como “Serrat en directo” (1984).

Empieza a partir de ahí una década mucho menos prolífica, en que los nuevos discos aparecen con menos frecuencia y en que llegan las grandes conmemoraciones de la Cançó al Palau Sant Jordi. Es un periodo de reivindicación de sus cantautores, tras su declive en la década de 1980. Concretamente el concierto coral “30 anys al vent” de Raimon (1993), donde Serrat tiene un papel destacado, y el suyo propio: “D’un temps d’un país” (1996), en el que ofrece sus propias versiones de grandes temas de la Nova Cançó. Es también una época de despedidas y de guerras, en la que Serrat acude a reencontrarse con sus compañeros de la Nova Cançó en la despedida en Alcoi de un Ovidi Montllor que pronto fallecerá (1995), y en la que, tras visitar Sarajevo y la destruida Biblioteca Nacional, pasa la Nochevieja de 1995 con los soldados españoles destinados en Bosnia. «¡Que cante Serrat!», le ruegan 300 militares, a los que atiende yendo con su guitarra de mesa en mesa, forzando su voz y cantando las canciones que le solicitan.

Para entonces Serrat ya es un mito y una garantía de éxito en taquillas de todo el mundo, lo que facilitará su tránsito hacia los productos compartidos: primero, con Ana Belén, Víctor Manuel y Miguel Ríos en “El gusto es nuestro”, con quienes repetirá unos años más tarde, y después con Joaquín Sabina. Una relación, esta última, que también ha sido objeto de no poco resquemor por parte de gente poco dispuesta a aceptar las libres decisiones artísticas y comerciales de un autor que si algo ha mostrado durante toda su carrera, son notables ansias de libertad. Entregado a las colaboraciones y a las giras, mientras se enfrentaba a sus problemas de salud, el presente milenio conocerá pocos discos de estudio de Serrat en solitario, siendo el último de 2010: “Hijos de la luz y de la sombra”, dedicado también a Miguel Hernández.

Esas giras e interpretaciones en directo que han caracterizado sus últimos años de carrera habían de servir para poner fin a la misma. De ahí la gira de despedida y la cita final en el Palau Sant Jordi, donde Serrat fuera fiel a sí mismo hasta el final, decidiendo cerrar su último concierto con una de sus primeras canciones: “Una guitarra”. Una de aquellas canciones que formaron parte en 1965 de su primer concierto en directo en Sant Boi y de su primera grabación. Porque en “Una guitarra” Serrat habla de sí mismo, de lo que era entonces y de lo que estaba siendo de nuevo por última vez, 57 años después. Un instante que ni su guitarra, ni el mismo Tiempo fueron capaces de impedir que culminase exactamente como él había decidido.

La despedida de Serrat fue un momento triste. Era inevitable que lo fuera porque ha sido un cantautor memorable y porque era la mejor expresión musical que nos quedaba de ese más de medio siglo de nuestra historia. Serrat seguirá entre nosotros un tiempo más, pero de su música ya solo queda el recuerdo y un enorme repertorio que más nos vale conservar a buen recaudo tantos siglos como sea posible.

ANEXOS

Concierto de despedida en Madrid: https://www.rtve.es/play/videos/otros/joan-manuel-serrat-vicio-cantar/6769154/ (TVE)

Concierto de despedida en Barcelona: https://www.ccma.cat/…/adeu-a-joan…/noticia/3203304/] (TVC)

 

 

2 comentarios en “Una mirada a la despedida de un gigante: J. M. Serrat

  1. Le felicito por su excelente remembranza de Serrat , Juanjo . Un placer que traslado a los amigos y familiares , en especial a los más jóvenes para que no se pierdan la sensibilidad de los poetas y las palabras de amor que acompañaron los acordes de su guitarra.
    Muchas gracias.

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