Verano de Coronavirus

Juanjo Cáceres

Los efectos de la pandemia causada por la COVID-19 han sido colosalmente visibles. Muchos miles de personas han fallecido en nuestro país como consecuencia del virus y sus efectos se han dejado sentir sobre una economía obligada a un paro forzoso, que ha supuesto también el paro temporal de millones de trabajadores. En las semanas álgidas de la pandemia, las consecuencias económicas y sociales fueron consideradas por lo general como un mal necesario, pero tras ellas se ido vislumbrado poco a poco hasta qué punto han generado problemas graves en miles de familias, que han visto desaparecer sus ahorros y en algunos casos, han sido incapaces de atender sus necesidades básicas. Lo mismo sucedió con la atención sanitaria: el coronavirus no dejaba otra alternativa que dirigir el esfuerzo hacia la atención a las personas afectadas, pero a medida que ha pasado el tiempo se ha ido manifestando el coste humano de haber reducido el ritmo de trasplantes y de pruebas diagnósticas, entre otras cuestiones desatendidas, en un sistema sanitario con amplias listas de espera.
Hay que reconocer, no obstante, que no han sido pocos los esfuerzos hechos por el Gobierno central para paliar los efectos que han golpeado a tantas familias. Ello incluye desde la regulación de los ERTEs a los que se han podido acoger varios millones de personas, hasta las ayudas a autónomos o la prohibición de desahucios, pasando naturalmente por la aprobación del Ingreso Mínimo Vital. También debe subrayarse, especialmente porque no se está haciendo, el acierto en la forma de calendarizar el plan de desconfinamiento: cuando no eran pocos los que no veían necesario reincorporar a trabajadores no esenciales tan rápidamente o los que se alarmaban ante la decisión de empezar a autorizar salidas por franjas horarias a niños, deportistas y ancianos, el Gobierno demostró estar lo bastante bien asesorado por su equipo de expertos como para que la consecuencia de todo ello no fuera un grave rebrote, ni un freno repentino en el incipiente plan de desescalada que desde entonces se viene desarrollando con total normalidad y con unos niveles de mortalidad ya muy reducidos. Ahora bien, más allá de esas acciones, nada parece que pueda impedir que se cierna ante nosotros un futuro inmediato en que la sombra del coronavirus va a seguir siendo alargada.

En el aspecto sanitario, mientras se alejan las expectativas infundadas de un rápido acceso masivo a algún tipo de vacuna, nos encontramos ante la necesidad de reactivar las diversas especialidades de atención sanitaria para ponernos al día de todo lo que no se ha hecho durante tres meses por culpa del coronavirus. El problema es que con un personal sanitario fuertemente estresado y una consigna de fomentar las vacaciones en verano ante lo que pueda venir después, da la sensación que este problema no se va a reducir, sino que se va a ampliar. También se abre nuevos focos de vulnerabilidad estival que esta semana recordaban en el artículo ‘Protect the vulnerable from extreme heat during the COVID-19 pandemic’, publicado en Enviromental Research por un grupo de científicos encabezados por Gerardo Sánchez Martínez: se trata de los efectos que pueden tener las medidas de prevención de la COVID-19 sobre la población más vulnerable ante las olas de calor, particularmente las restricciones de uso del espacio público en edificios refrigerados o de instalaciones de baño.

Es evidente, además, que más allá del verano el sistema sanitario está esperando rebrotes cuyo impacto ahora mismo es difícil de prever, pero que es probable que supongan un nuevo foco de presión sobre la atención sanitaria, amplificando las consecuencias ya descritas en el conjunto del sistema. El riesgo parece aún más inquietante cuando las dos primeras oleadas del estudio ENE-COVID-19 dejan claro que la inmunidad de la población es bajísima, siendo de media del 5,2% y alcanzando valores no mucho más altos allá donde el virus ya ha hecho estragos, como muestran el 11,4% de la provincia de Madrid o el 7,4% de la provincia de Barcelona.

Asimismo, a las amenazas del sistema sanitario se suman las que se ciernen sobre la ocupación, a medida que se plantea la salida de los ERTEs y que nos adentramos en un periodo que va a generar, a pesar de los pesares, una significativa ocupación estacional, pero al que va a seguir muy probablemente una importante caída del empleo, que veremos reflejada en las estadísticas oficiales de desempleo de los meses de otoño. Ello sin olvidarnos que ejemplos lo de Nissan nos advierten que los procesos de deslocalización industrial pueden acelerarse en un contexto de recesión.

Haciendo un balance global de todo esto, cabe esperar todavía varios meses difíciles que entre todos deberemos ser capaces de afrontar de la mejor manera posible. Quizás no serán como los vividos recientemente, con grandes cifras de mortalidad y personas conocidas perdiendo la vida, ni con confinamientos tan estrictos, pero si con un decaimiento en las expectativas de todos, con pérdidas de poder adquisitivo, con la transformación de las medidas de alivio en medidas de ajuste económico o con una sanidad permanentemente sobrepasada. Todo ello, además, en un estado de bronca política plenamente instalado, que puede poner en serios aprietos a más de un gobierno.

De ahí que al menos los ciudadanos no debemos bajar la guardia. Nos tocará seguir siendo responsables en lo que a la prevención del contagio se refiere y seguir sumando esfuerzos para reducir las consecuencias negativas de una crisis sanitaria y social que, contrariamente a lo que puede parecer estos días, puede estar lejos de desvanecerse. Pero también deberemos ser los responsables de devolver el equilibrio a la acción política cuando esta olvide que la sanidad no puede seguir estando subfinanciada o cuando ciertos partidos cuestionen las medidas implementadas para no dejar a nadie atrás. Los derechos no financiados no sirven de nada, como bien saben los que han sufrido los recortes en ese cuarto pilar del bienestar llamado dependencia o los pensionistas que han visto perder poder adquisitivo durante varios años. Solo la ciudadanía vigilante y reivindicativa podrá mantenernos en la senda correcta si las políticas para la mayoría amenazan con ser sustituidas por la política para unos pocos.

3 comentarios en “Verano de Coronavirus

  1. No es mi intencion amargarle a nadie el verano, pero efectivamente, estamos en una fase de lo que en ciclismo se llamaría «falso llano». Se ha superado la emergencia sanitaria y la crisis de mortalidad, se ha paliado el impacto de las medidas extraordinarias y ahora, con la desescalada hay un sentimiento de alivio que no es dificil transformar en cierto optimismo.
    Bien, pues no.
    Todas las previsiones apuntan a que el Paro va a situarse en el entorno del 20% de la población activa. Desafortunadamente vamos a sufrir efectos desfavorables y de largo plazo en actividades muy intensivas en empleo. Vamos a tener unos recursos tensionados y una necesidad de actuacion económica desde el sector publico sin precedentes. En lo social nos vamos a ver con gente que sale del mercado laboral para no vilver a entrar y con jovenes que no pueden iniciar su vida laboral.
    Otrosí , por muy contentos que nos hayamos puesto con la propuesta de la Comisión del Fondo de Reconstruccion (Next Generation ) (OJO celebrandola como si fuera cosa hecha y no lo es, vamos a ver cuales son son los cambios que hay, porque con gran probabilidad los habrá), resulta que la dotación del fondo es francamente insuficiente para evitar el palo macroeconómico o para proporcionar un margen de actuación a España como el que disponen otros paises. [De Europa hablamos otro dia] Las cosas pintan mal, y van a estar mal durante mucho tiempo. ¿va a ser otro periodo de crisis como 2009? pues ya veremos, pero convendría estar mentalizados para ello.

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