¿Vuelven las “barracas” a Barcelona?

Albert Sales

Una chabola de dos pisos llevó de nuevo a las páginas de la Vanguardia el problema de los asentamientos irregulares en el Poble Nou de Barcelona el pasado 6 de octubre. Ese mismo día, a raíz de esta imagen, en algunas tertulias radiofónicas se debatía sobre el retorno del “barraquisme” a la ciudad. Pero aunque estos asentamientos de chabolas hayan crecido en los últimos años, remitir a la audiencia al chabolismo del siglo XX genera una alarma social y percepción de invasión migrante susceptible de alimentar discursos higienistas.

La construcción de barracas empieza en Barcelona en los años 20 del siglo pasado para dar cobijo a las familias que llegaban a la ciudad en busca de oportunidades laborales en la industria. El fenómeno se convirtió en masivo entre los años 40 y los años 60 dando lugar a los poblados de Somorrostro, la Perona, el Camp de la Bota, Tres Pins, Miramar o Santa Engracia entre muchos otros eclaves que pasaron a formar parte del entramado urbano. El Somorrostro, el barrio de chabolas más emblemático, desapareció en 1966 con el derribo de las últimas viviendas precarias y el realojo de sus habitantes a bloques de pisos de La Pau y de Sant Roc, en Badalona. El desalojo y reubicación de las familias que vivían en el Carmelo, última zona chabolista de la ciudad que albergaba a más de 40.000, se inició en el año 1977.  

La lucha de los habitantes de las barracas fue clave para transformar Barcelona. Para hacer llegar los servicios públicos a barrios nacidos de la autoconstrucción informal y de la necesidad de miles de personas que vivían sin agua corriente, sin escuelas, sin líneas de autobús… Las organizaciones vecinales lucharon y negociaron condiciones de acceso a la vivienda de las familias de las barracas que fueron realojadas en barrios de nueva construcción en la ciudad de Barcelona o en otros municipios metropolitanos como Badalona, Sant Adrià del Besòs, Sant Boi o El Prat del Llobregat.

 Igual que entonces, los asentamientos irregulares de 2018 son consecuencia de la combinación de falta de acceso a la vivienda y de los problemas en la acogida de personas migrantes. Pero el contexto es tan distinto que cualquier comparación peca de sensacionalismo. Hoy viven en construcciones irregulares en Barcelona menos de 600 personas. La mayor parte de ellas viven de la recuperación de chatarra y otros residuos que clasifican y almacenan en los solares cerca de sus viviendas. Se trata de personas sin nacionalidad española y, en muchos casos, pertenecientes a minorías perseguidas y estigmatizadas en toda Europa y, en especial, en sus países de origen.

 Hoy, los problemas de acceso a la vivienda no se expresan en forma de poblados de chabolas, sino en precariedad habitacional escondida en los inmuebles ya construidos. Hay entre 12.000 y 15.000 personas viviendo situaciones de exclusión residencial severa: en condiciones de hacinamiento, en pisos sin suministros, en situaciones de ocupación ilegal, de insalubridad… en centros residenciales para personas sin hogar, o en la misma calle. El impacto que causa ver chabolas e infraviviendas en solares adyacentes a espacios de coworking y empresas tecnológicas, con rascacielos emblemáticos de fondo, podría ser el gancho mediático para plantear las preguntas de fondo

Un comentario en «¿Vuelven las “barracas” a Barcelona?»

  1. Las fotos que combinan edificios residenciales que lindan grupos de chabolas han sido siempre en los libros de texto de lo que es una economía dual. Entonces te explican que el desarrollo económico dentro de un país, se hace por olas, que siempre hay una colectividad con una moderna capacitación técnica conviviendo con otra colectividad que todavía no ha conseguido convertirse en capital humano suficientemente productivo como para poder pasar a las comodidades de la modernidad. Sí, estas fotos nos hicieron en nuestra juventud uniersitaria ir al extraradio de las ciudades intentando dar clases de escribir, hacer cuentas, etc.. También en Domingos solíamos colocar unos cuantos ladrillos… Pero, pasan los años y siguen viniendo personas del mundo rural inculto a instalar chabolas. Enfin, en Madrid los barrios como Entrevias o Pozo del tio Raimundo se convirtieron en calles con viviendas modernas y colegios y parques, pero un poco mas allá, aparecieron nuevas chabolas. Nos topamos con el crecimiento demográfico y la huida de las familias a las ciudades, en busca precisamente de encontrar posibilidades de empleo, escolarización y sanidad cercana.
    Gran parte de la emigración africana se debe a esta busqueda; no es distinta a la de los emigrantes de los pueblos españoles en los años 40,50 y 60 que se convirtieron en los charnegos en Barsa y los paletos en Madrid. Si hubiera evidencia que en paises comunistas este éxodo se ha tratado como ciudadanso con sus derechos, pues habría que buscar una fórmula parecida. Pero no, en China el exodo rural ha querido frenarse a base de que los recien arribados a las ciudades no tengan los mismos derechos que los ya residentes y tengan que formar una sub población hasta que su chabolismo sea reconocido como parte de las crecientes ciudades.

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