Y seguimos con la guerra

LBNL

Me cuesta lamentar que la guerra se prolongue en Ucrania porque tras el ataque ruso la única alternativa realista era que Putin consiguiera su objetivo de deponer al gobierno democráticamente elegido – el de Zelensky – e instaurar un gobierno títere. Eso no es paz sino vencer, por la fuerza aunque haya menos víctimas y destrucción. Y ahora un alto el fuego supondría aceptar al menos tácitamente el dominio ruso sobre las zonas del sur conquistadas a sangre y fuego, incluida la malograda Mariupol. Y si los ucranianos no están dispuestos pese a los bombardeos, menos lo puedo estar yo desde la comodidad de mi casa. A ojos de algunos puede que eso me convierta en belicista pero me importa más mi conciencia y voy a seguir llevando muy a gala mi pin con la bandera de Ucrania hasta que la guerra termine, aunque todo indica que va para largo y las consecuencias –  para todos – van a ser de calado.

Esta semana seguramente la Unión Europea apruebe nuevas sanciones. Desconozco los detalles pero es seguro – Alemania ha accedido como informan los medios de comunicación – que vamos a quitarnos del petróleo ruso. Ya estamos en ello porque las petroleras occidentales han anticipado el movimiento y reorientado sus compras a crudo menos comprometido. Pero ahora va a quedar prohibido, posiblemente parcialmente “en diferido” como el despido de Bárcenas, pero prohibido a corto plazo. Y es seguro que, de momento, las nuevas sanciones no van a incluir el gas ruso. Aquí de nuevo la reducción de las importaciones ya es sensible pero lo que queda es esencial de momento y posiblemente no se toque hasta que hayamos encontrado opciones alternativas factibles.

Hay una diferencia sustancial entre el petróleo y el gas: el porcentaje del comercio que circula por barco en vez de por tubo (oleo o gasoducto). En el petróleo el porcentaje es muy alto y muy bajo en el gas, aunque creciente. Así que resulta mucho más sencillo dejar de comprar barriles rusos porque hay mucho barriles no rusos: mucha más oferta. Aún así hay que diseñar la operación con cuidado para no pegarse un tiro en el pie mientras Rusia se enriquece aún más. Consideremos por ejemplo que Rusia ingresa X vendiendo Y barriles. Si no tenemos cuidado, nuestra prohibición de importar petróleo ruso puede repercutir en una subida de los mercados que suponga que vendiendo la mitad de Y barriles siga ingresando X. Mientras que nosotros pasamos a pagar el doble de X por la misma cantidad de barriles. El cálculo tampoco es matemático porque debido a las sanciones occidentales Rusia ya está vendiendo sus barriles con amplios descuentos – de hasta el 30% – pero no es sencillo ejecutar la operación.

EE.UU. se quitó del petróleo ruso hace semanas pero era más sencillo. Para empezar, produce mucho petróleo propio y para seguir, importaba un crudo ruso pesado que tiene pocos compradores alternativos: daño limitado para uno mismo, máximo para el agresor, especialmente si en paralelo se reactivan las importaciones de petróleo pesado venezolano…

Lo del gas es mucho más complicado porque el que llega por gasoductos es mucho más barato que el que llega por mar en metaneros. Y además no hay tanto proveedor alternativo ni tantos metaneros ociosos que puedan servir la misma cantidad que la que llega por tubo, incluso si uno es capaz de pagarla. De ahí que “el timing” de la apuesta del gobierno español por Marruecos – que me parece perfectamente válida en el fondo – sea tan arriesgado, especialmente teniendo en cuenta el reciente corte anterior del otro tubo que transita por Marruecos. Pero en todo caso, ya nos estamos quitando del gas ruso a marchas forzadas, sin llegar a prohibirlo, algo que solo sucederá cuando Europa esté lista – no antes de finales de 2023 y posiblemente más tarde – salvo que medie una gran tragedia del tipo de un bombardeo con cientos de muertos civiles… que no es descartable…

Pero incluso si conseguimos encontrar suficientes proveedores de gas licuado y suficientes metaneros, la factura del gas va a ser mucho más elevada que en años anteriores, no tanto para España y Portugal, claro está, por carecer de “tubo” ruso, razón de la “excepción ibérica” temporal aceptada por la UE. Lo que compromete la recuperación económica, dispara la inflación y amenaza con tener consecuencias políticas a lo largo y ancho de la Unión Europea cuando nos la prometíamos tan felices con el escenario post-pandemia.

Por no hablar de la crisis alimentaria global. ¿Quién sabía antes de febrero que el aceite de girasol venía principalmente de Ucrania? Son miles las toneladas de trigo que no pueden salir de los puertos de Ucrania – ayer denunciaron que los rusos empiezan a apropiarse de las cosechas – y el precio del pan sube por todo el mundo. Resulta que lo del aleteo de la mariposa iba en serio y no solo referido al mercado “mojado” de Wuhan…

La tentación es por tanto fuerte. Ucrania no puede ganar a Rusia y cuanto antes dejen de sufrir los ucranianos mejor. Y además, así dejamos de sufrir nosotros las consecuencias económicas y también el resto del mundo. Pero no. Al menos no para mí.

Putin tiene que perder porque si bien Occidente no es “santo”, Putin encarna lo peor de lo peor: corrupción, autoritarismo y falta de cualquier escrúpulo. Y cualquier cosa que no sea perder lo interpretará como un aliciente para seguir adelante en su objetivo de reconquistar el antiguo imperio ruso cueste lo que cueste. Sus cálculos han fallado y tienen que fallar todavía más estrepitosamente. La ayuda militar occidental a Ucrania tiene que mantenerse pese a las dificultades – se están vaciando nuestros paupérrimos arsenales pensados solo para la paz – porque las de Rusia para reponer los suyos son todavía mayores. Si leen inglés y tienen interés lean este ensayo y concordarán. No es una guerrita convencional de escala regional: estamos ante un desafío de dimensiones históricas y el malvado agresor no puede irse de rositas. Aunque nos cueste una subida considerable del precio de la energía y alteración de nuestros hábitos de consumo.

 

5 comentarios en “Y seguimos con la guerra

  1. Coincido con el articulista en que Putin no debe salir ganador en el conflicto que ha creado. Vamos a ver a que costo para todos.

  2. No se como acabará esto,pero de lo que si estoy seguro de que los que hacen la guerra en nombre de Putin,llegen a viejos.
    ¿Por qué han muerto tantos altos mandos rusos y destituidos otros tantos?

  3. Si Putin se mantiene en el poder muchos años, lo previsible es que traslade sus ansias belicistas a otros escenarios que le sean más propicios y con los que lavar la mala imagen que sus fuerzas militares están dando en Ukrania, donde avanzan a bastante menor ritmo que el que inicialmente preveía. El continente africano será donde pretenda recomponer su mala imagen de potencia mundial venida muy a menos. Fuera de su potencia nuclear parece haber perdido mucha credibilidad militar.

  4. Ukrania y Marruecos compartían una posición similar en el índice de calidad democrática que publica The Economist ; es decir , un índice mixto , una democracia defectuosa.
    No es para echar cohetes , por mucho que podamos coincidir en su heroísmo por la lucha que mantiene en su independencia frente a la agresión rusa .
    Está muy lejos , mucho , de los estándares que manejamos para aprobar su ingreso en la UE , quien , mal que bien , mantenía – como debe ser – relaciones con Rusia pacíficas .
    La brutalidad de ésta no puede quitarnos ni independencia de juicio ni cegarnos en nuestra obligada solidaridad.
    No podemos entregar lo que ha sido un esfuerzo de generaciones al arbitrio de las víctimas por muy numerosas que sean ni perder el control de nuestros intereses.
    Las disfunciones en la información de lo que está ocurriendo son alarmantes . Desde el estúpido razonamiento de las amenazas nucleares a la existencia de Rusia – que solo se da en sus cabezas porque la destrucción mutua se considera asegurada – hasta las condiciones de respuesta nuclear táctica jamás ensayadas .
    Lo peor estaba inscrito en el pasado inmediato y no se hizo nada ; ahora toca reconstruir nuestros errores .

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