De Frente

Julio Embid

Soy socio del Atleti. Sí, a pesar de ser maño y vivir en Zaragoza, soy aficionado del Atlético de Madrid desde hace un porrón de años, seguramente por haber pasado mi juventud en Carabanchel y las mejores alegrías de mi vida en el estadio Vicente Calderón, donde acudíamos a millares los que gustan de fútbol de emoción. Ser del Atleti es de las mejores cosas que me han pasado en la vida. Eso sí, jamás me verán decir tacos, ni insultar al árbitro o al equipo rival, ni tan siquiera al otro equipo de la capital, seguramente porque mi padre, socio del Real Zaragoza desde hace la tira de años, jamás lo ha hecho. Al fútbol uno no va a insultar o a pegarse. Se va a animar y a comerse un bocadillo frío. Y a disfrutar si gana tu equipo, y si pierde, pues la semana que viene habrá otro partido.

En el Colegio Mayor de Madrid donde estuve hace 23 años estudiando, tuve un compañero de habitación que era ultra de un equipo de fútbol. Sólo leía una revista llamada Superhincha o Superultra o algo así donde hacían reportajes a peñas ultras de equipo de fútbol tapando la cara de los protagonistas en las fotografías o con bufandas y pasamontañas para que no sé les reconociese. Un día le pregunté que si no hacían nada malo, ¿por qué llevaban la cara cubierta? “Para no tener problemas con la policía. Con las otras peñas sí queremos tener problemas”. Lo más curioso es que en aquella España pre-móviles con internet y pre-whasap las quedadas para hostiarse antes de los partidos de fútbol se hicieran mediante anuncios en esa revista o en foros de internet. Mi compañero de habitación que más de un lunes vino con el ojo morado de algún desplazamiento de su equipo decía siempre: peor han quedado los otros. Sigue leyendo