Lluís Camprubí
En la anterior entrada sobre Covid persistente / long Covid ya se planteaba la relevancia de la cuestión. Y se apuntaba el fallo de las autoridades sanitarias que mientras transfieren al individuo la gestión del riesgo, la protección y la prevención de la Covid no han comunicado correctamente la información disponible sobre la Covid persistente para que al menos los individuos puedan hacer una gestión del riesgo basada en una información precisa de todas las posibles complicaciones, sean mortales, agudas o cronificantes.
En nuestro país parece que las autoridades sanitarias aún no están dándole la consideración, relevancia y centralidad de los mensajes que la cuestión merece, aunque algunas comunidades autónomas ya empiezan a activar mecanismos de seguimiento y vigilancia al respecto. Sería muy razonable cambiar el enfoque si cambia lo que sabemos (o si no lo sabíamos tan claramente hace meses). Afortunadamente, en otros países se va reconociendo el problema con más claridad. El ministro federal de sanidad alemán tuiteaba hace unos días “Pronto veremos al long Covid como lo que es: una enfermedad muy seria de momento sin tratamiento ni cura para muchos. Esperemos que las vacunas adaptadas en otoño puedan evitar las infecciones. Los estudios están en marcha” al compartir un artículo que se pregunta por qué tantos pacientes long Covid reportan pensamientos suicidas.
En este último mes han ido saliendo nuevas publicaciones que alertan del riesgo para la salud colectiva de la persistencia prolongada de síntomas relacionados con la infección por el virus con tres ideas para cambiar el paradigma dominante: a) atención porqué si hablamos de porcentajes sean el 5 o el 10 o el 15% de presencia de síntomas persistentes sobre el total de personas infectadas estamos hablando en números absolutos de muchos millones de personas; b) debemos dejar de entender al SARS-CoV-2 como un virus exclusivamente respiratorio para entenderlo también como circulatorio/cardiovascular y neurológico, por su alto impacto en ambos sistemas y otros, como por ejemplo se ve en este artículo en Nature medicine sobre el impacto multisistémico y cardio-renal; y c) se debe abandonar ya la concepción de la Covid como algo agudo y aplicarle una mirada crónica o de largo recorrido.
Uno de los artículos más comentados ha sido este publicado en Nature medicine titulado Long COVID after breakthrough SARS-CoV-2 infection. En él se hace seguimiento de una amplia cohorte y se comprueba el impacto “long” en diversidad de trastornos cardiovasculares, hematológicos, gastrointestinales, renales, metabólicos, en salud mental, musculoesqueléticos y neurológicos. El estudio también cuantifica el efecto de reducción del riesgo de desarrollar long Covid de las vacunas: se afirma que la vacunación baja sólo el riesgo un 15%, lo que es alarmantemente menor a algún estudio previo que situaba la reducción del riesgo en la mitad.
Así mismo, el 24 de mayo, el CDC estadounidense dio a conocer el estudio de seguimiento Post–COVID Conditions Among Adult COVID-19 Survivors Aged 18–64 and ≥65 Years — United States, March 2020–November 2021 y en él se concluye que 1 de cada 5 supervivientes adultos de Covid tienen una condición/impacto en su salud (en aparatos y sistemas renal, neurológico, musculoesquelético, cardiovascular…) al cabo de un mes o más atribuibles a la infección (1 de cada cuatro en los mayores de 65). Y también en Estados Unidos recientemente se ha publicado un estudio a partir de los datos de los seguros sanitarios donde se concluye que el 75% de pacientes long Covid no fue hospitalizados en la infección/patología aguda lo que implica que no deberíamos despreocuparnos totalmente de los asintomáticos.
Katherine J. Wu nos plantea cómo será el escenario de reinfecciones repetidas de Covid. Parte del reconocimiento que aún es pronto para conclusiones muy sólidas pero apunta dos ideas: primera, seguramente estamos subestimando las consecuencias a largo plazo de infecciones repetidas, y segunda, que en general a más reinfecciones más probabilidades de long Covid.
Afortunadamente no todo han sido informes o artículos científicos y la divulgación generalista para el conjunto de la población también ha tenido algunas buenas contribuciones. Un ejemplo de esto es este hilo de twitter de Trisha Greenhalgh que sitúa de forma accesible todo lo que se sabe sobre long Covid, y también es recomendable este artículo de Gordon Woo. O esta pieza del NYTimes que ofreció esta fascinante visualización de los impactos del long Covid.
Así pues, muchas voces dentro de la comunidad salubrista están poniendo el foco en la necesidad de investigar más sobre el Covid persistente: Devi Sridhar, especialista y excelente divulgadora -que en los inicios de la pandemia apoyó la necesidad de medidas restrictivas y que recientemente ha acompañado la “normalización”- sostiene en su última tribuna la preocupación y la necesidad de investigar más sobre el long Covid. O Amitava Banerjee planteaba en el British Medical Journal la necesidad de una agenda investigativa bien estructurada y financiada sobre el long Covid. Y para su abordaje hay opiniones de interés que llevan más allá de lo que estamos acostumbrados a pensar y nos plantean que deberemos repensar la forma que entendemos y abordamos la discapacidad frente a este “evento generador masivo de discapacidad”.
De manera que con lo que ya sabemos y aplicando el principio de precaución, las dos preguntas a responder a modo de dilema siguen siendo: 1) ¿Queremos esperar a comprobar en la realidad la limitación o incapacidad para millones de vidas adicionales? o 2) ¿Repensamos la comunicación minimizadora del riesgo y de pasar página al respecto y retomamos algunas medidas preventivas, especialmente en interiores para reducir la libre circulación y las infecciones?
La pandemia (en su “fase aguda”) nos ha dejado a todos muy cansados y exhaustos pero más agotador es el escenario a la larga (aplicando estimaciones conservadoras a las muchas incertidumbres que hay) del impacto del long covid. Cambiar el marco-horizonte de normalización plena y por lo tanto de libre circulación sin restricciones del virus (excepto por las medidas preventivas que algunos individuos voluntariamente apliquen) hasta poder empequeñecer el impacto del long covid se intuye muy difícil, pero al menos colectivamente, de forma sosegada, deberíamos poder discutirlo.