LBNL
Vayan por delante mis convicciones demócratas y mi militancia contra el nacionalismo – todos – en cuanto prefiero la integración a la secesión, construir frente a destruir, asociarme frente al aislamiento. El orden sí altera el producto: cuando son mayoría los que quieren caminar en solitario, prima la democracia; la voluntad colectiva es válida incluso cuando es errónea. Lo anterior, obviamente, a cuento del poderoso golpe de efecto dado ayer por el independentismo catalán con la masiva cadena humana desplegada a lo largo de 400 kilómetros.
Fueron muchos cientos de miles los que se sumaron a la reivindicación, incluidos muchos representantes democráticos, aunque no el President, que prefirió amagar recibiendo a los organizadores y enviando a varios emisarios de su Consell pero quedándose él en casa. La razón aducida fue proteger la institución que preside, es decir, el autogobierno autonómico establecido en nuestra Constitución.
En este sentido, el President parece respetar otro principio esencial cual es el imperio de la ley. Ley que es necesario interpretar, atendiendo a su letra y a su espíritu, para lo que se necesitan grandes dosis de sentido común. Para el caso que nos ocupa, la ley es meridianamente clara. En la práctica, el independentismo catalán no podrá lograr nunca la representación necesaria para separarse del resto de España por las vías que ofrece el marco constitucional. Y ningún partido estatal le prestará apoyo en esa empresa so pena de hundirse electoralmente en el resto del Estado. Cataluña no puede siquiera organizar un referéndum sin el consentimiento del Congreso de los Diputados, por más que dicho referéndum sea meramente consultivo. Tampoco puede celebrarlo “a las bravas” por cuanto el entramado electoral depende en gran medida de la administración central por lo que la consulta adolecería de las mínimas garantías.
De tal manera que los partidarios de mantener el statu quo pueden en principio respirar tranquilos. Sin embargo, el independentismo no hace sino ganar terreno en Cataluña. Las últimas encuestas apuntan a que algo más de la mitad del electorado votaría hoy a favor de la independencia, con un 80% favorable a la organización de un referéndum sobre el denominado “derecho a decidir”. Inasequibles al argumento de que Cataluña, como cualquier otro territorio, se autodetermina diariamente ejerciendo un grado de autogobierno muy considerable, los porcentajes siguen subiendo, también cuando los cuantifica el CIS, el medidor más fiable.
Casualidades de la vida, ayer comí con un conocido de Eslovenia, fundador del primer partido independentista allá. Todo un personaje: escribe novelas de ciencia-ficción, dirigió los servicios secretos de su país durante un año y ha sido Embajador en capitales insignes como Londres. Dedicamos gran parte de la comida a recordar el proceso que llevó a la desintegración de Yugoslavia. Para él, el gobierno despótico y cerril del infausto Milosevic simplemente aceleró el proceso unos pocos años. Yugoslavia había sido una creación artificial de las grandes potencias europeas tras la primera Guerra Mundial y en realidad nunca dejó de ser una amalgama de pueblos bien diferenciados sin demasiados nexos de unión. Contra lo que yo pensaba, Eslovenia tiró del carro con más vigor y desde antes de que lo hiciera Croacia. Eslovenia no tenía nada contra serbios o croatas pero quería caminar en solitario. En parte, claro está, porque tanto bajo el gobierno de Tito como después, sus resultados económicos estaban muy por encima de la media de la federación. Milosevic cometió varios errores que aceleraron el proceso. En respuesta a una manifestación en Liubliana en protesta por el trato discriminatorio a los albaneses de Kosovo, Belgrado impuso aranceles a los productos eslovenos, lo que en la práctica facilitaba su exclusión del sistema. Y luego detuvo y juzgó a cuatro periodistas eslovenos cuyo castigo soliviantó los ánimos independentistas. Un año antes de declararse independiente, los sondeos indicaban que sólo un 30% la apoyaba. Pocos meses después casi un 90% optó por la independencia en referéndum.
El caso de Eslovenia presenta muchas diferencias con el catalán. La unión databa de sólo unas décadas frente a los más de cinco siglos que Cataluña lleva formando parte de España. Además, el sentimiento independentista era prácticamente unánime entre los eslovenos, que suponían un 90% de la población (el 10% restante son de origen italiano, austríaco y de otras nacionalidades yugoslavas). Su sistema educativo era diferente al del resto, basado en el austríaco. Y el sistema comunista de la federación supuso un fuerte incentivo a la salida, espoleado por el nacionalismo serbio de Milosevic desde que alcanzó el poder. No sólo es que fueran más ricos sino que tenían la seguridad de que su potencial económico sería mejor gestionado que por el sátrapa de Belgrado. Finalmente, la constitución yugoslava permitía la celebración de un referéndum.
En Cataluña, por el contrario, la proporción de catalanes provenientes de otras partes de España, es bastante más alta. No hay comunismo o fascismo en Madrid del que huir y no está nada claro que Barcelona gestionaría mejor la crisis que nos asuela por más que la población catalana se haya dejado convencer de su “discriminación fiscal” con argumentos cuando menos ventajistas. Y como ya se ha dicho, la ley no ampara ni el referendum ni la secesión; mejor dicho, supedita ambos al acuerdo del Congreso.
Pero todo lo anterior no deja de ser una enumeración de factores que en principio supondrían obstáculos insalvables a la independencia catalana. Sin embargo, la realidad es que el futuro de Cataluña depende prácticamente en exlusiva de la intensidad de la “voluntad diferencial” de la ciudadanía catalana. Si los catalanes siguen abrazando crecientemente el independentismo, acabarán siendo independientes, por las buenas o por las malas. Que conste que no me refiero a una confrontación bélica sino a un divorcio que no sea de común acuerdo. La guerra la excluyo, aunque sólo sea porque el Gobierno central no tendría apoyos para lanzar al ejército a ocupar Cataluña y reprimir a la población civil cuyo derecho a seguir siendo española pretendería defender. Aun excluyendo el derramamiento de sangre, una secesión sin acuerdo sería muy destructiva tanto para Cataluña como para el resto de España, sobre todo en términos de inestabilidad política e incertidumbre económica.
Con este trasfondo, el gobierno central haría bien en sentarse a negociar seriamente con la Generalitat sobre las opciones disponibles haciendo abstracción del rígido corsé constitucional. En vista de que los catalanes parecen querer un referéndum, pactemos su celebración, incluida la pregunta sometida a consulta que debería ser muy clara de forma que los votantes sepan a ciencia cierta las consecuencias de su elección. El Reino Unido pactó hace unos meses el referendum escocés sin tener ninguna obligación de ceder y el resultado inmediato fue que el apoyo independentista se redujo considerablemente. Aquí, al contrario, el enroque del Gobierno en la Constitución y el rechazo a abordar cualquier otra opción, parece estar impulsando el independentismo, que a la larga acabaría imponiéndose, con ley o sin ella. En paralelo, convendría también que el gobierno desplegara una serie de argumentos sofisticados pero sencillos de entender, con cálculos propios sobre el supuesto “déficit fiscal” y el coste económico real que tendría para Cataluña tener que crear un propio ejército, servicio exterior, etc.
Estamos en el Siglo XXI y nadie va a poder parar la independencia catalana si los catalanes así la desean, algo que está todavía por ver pero que hoy es menos probable que ayer. Artur Mas va medio de farol: quiere impulsar una Cataluña independiente pero sin renunciar a presidir la Generalitat, al menos hasta que tenga otra institución mejor que presidir. Veámosle el farol pactando una consulta clara dentro de algunos meses. Tomemos la iniciativa, pongamos a Mas entre la espalda y la pared, de forma que no pueda seguir dando la cal y la de arena y tenga que “mojarse”.
La crisis pasará pero aun le queda un largo trecho así que no parece nada probable que la pulsión independentista catalana vaya a remitir a corto plazo, especialmente si la clase política sigue respaldándola. Enrocarse sólo sirve para ganar algo de tiempo, pero generalmente a expensas del resultado que se pretende. Si queremos verdaderamente que Cataluña se mantenga dentro de España, la única opción viable pasa por convencer a gran parte del electorado catalán sobre las bondades del proyecto español.
Yo no quiero un referéndum catalán pero menos aún meses y años de conflicto creciente entre Cataluña y el resto de España. Para evitarlo, sería bastante lógico pactar la organización del referéndum y empezar cuanto antes un esfuerzo de comunicación eficaz y sensato. Pero claro, con esta gente al mando de la administración central, lo del dialogo político abierto y la comunicación eficaz son quimeras. Y así nos va.
Gracias por el artículo.
El tema catalán se encuentra en el punto de «si no elige bien, va a seguir usted perdiendo el tiempo con esto». Llevamos mucho tiempo perdido. A pesar de que ya hace una década que se viene alertando de que la mayor fábrica de independentistas se encuentra en los discursos y los gestos propios de entes como el Partido Popular y similares. A pesar de que desde los tiempos del Estatut no han sido pocas las voces no nacionalistas que reclamaban que el tema catalán se estaba llevando fatal. A pesar de eso y mucho más, no solo se ha pasado del tema, sino que además han seguido existiendo incendiarios siempre dispuestos a calentar más los ánimos, como el señor Wert. Así las cosas, hoy el independentismo catalán es posiblemente el movimiento político más importante de Europa Occidental en términos de capacidad de movilización y de ejecución de acciones colectivas, porque si el año pasado conseguía una manifestación masiva, en el presente ha añadido el reto logístico de montar una cadena humana a lo largo del territorio. Y sí, ciertas cosas son posibles porque se cuenta con respaldo institucional, menos monetario de lo que se sugiere, pero sí muy importante en lo que podríamos llamar «construcción de marcos», que situan la independencia de Cataluña como una cuestión de justicia social para los catalanes y como una forma de escapar de la decadente España en crisis, por muy profundamente discutibles que resulten esos postulados.
El diagnísto de la situación realizado en este artículo es interesante pero yo discrepo en dos puntos claves. Primero, respecto a las propiedades de la consulta: lo de la independencia en Cataluña ya está muy «coll avall», la voluntad es ya hegemónica y si se genera una consulta eso no va a cambiar, se argumente lo que se argumente desde el lado opuesto. Y además el paso del tiempo va a jugar a favor de ello, porque los catalanes, cuanto más jóvenes, más independentistas, esto es así. Segundo, en consecuencia, respecto a la valoración estratégica de convocarla: para el independentismo esa consulta será un puente de plata, por lo que lo más racional desde el punto de vista del centro es se siga si darse facilidades para que se convoque. Argumento democrático no hay ni uno para sostener esa posición, pero para eso sirve invocar la Constitución como si fuera una Biblia y no como un contrato que una parte ya no está dispuesta a seguir cumpliendo. Ahora bien, el problema es que eso, salvo que la mediocridad política catalana (que no tiene mucho que envidiar a la española) lo autosabotee, lleva posiblemente a un choque de trenes generado por las acciones unilaterales que desde Cataluña se realicen.
Por lo tanto, realmente, la única oportunidad que tiene España de mantenerse unida es que se caiga del caballo de una vez y entienda que el modelo de Estado ha caducado. Que aborde una reforma integral de sus instituciones que vaya mucho más allá de los tímidos y muy frágiles objetivos fijados en documentos como los derivados del Pacto de Granada, esto es, introducir plurinacionalidad, desarrollar la democracia participativa, dar a las lenguas ibéricas el estatus que merecen en todo el territorio, abandonar las agresiones contra ellas y unas cuantas cosas más. Pero claro, esto es justamente lo contrario que los partidos del bipartidismo hispano vienen haciendo hasta la fecha, así que parece imposible que aborden la cuestión con la perspectiva suficiente. De hecho solo es necesario que Rubalcaba o Saenz de Santamaría abran la boca para comprender su inviabilidad sin un relevo a fondo de dicho bipartidismo y una nueva mayoría de izquierdas que por lo menos sepa que es eso del derecho a decidir (si amig@s, hablo de la que forman IU y las izquierdas regionales).
Así que bueno, vamos a seguir avanzando no se sabe muy bien hacia donde, pero sin duda hacia el desentendimiento creciente, por lo que a mí realmente lo que me parece es que la tensión política va a subir mucho en los próximos años. Sin consulta, con ERC caminando a pasos agigantados hacia la presidencia de la Generalitat y con el régimen bipartidista con capacidad política para aliarse contra los secesionistas, el acuerdo me parece la hipotesis menos probable.
Saludos:
Gracias a LBNL por elaborar un articulo sobre la penultima crisis independentista catalana que ha conseguido que lo lea hasta el final.Tal es mi hartazgo de la materia en cuestión.
Simpatizo con la que a mi juicio es la impresión final, el mal menor, páctese un referendum porque cualquier otra via, si se llega al final,. es mucho peor.
A lo que debo añadir, que en mi caso particular, procuraré dar la espalda a cualquier asunto de este tipo.
Tras años de intentar entender, simpatizar, asimilar y procesar una cuestión identitaria que no me puede ser mas ajena, mis costuras mentales no soportan mas estrés. Obviamente los catalanes que reclaman su independencia ahora, no han hecho un esfuerzo parecido por entender a los que no están de acuerdo con ellos,si no, no andaríamos de estas maneras.
Mal cuadran (no se lo tome como personal, señor_j, con el que puedo estar de acuerdo en otras cosas) discursos como el suyo, que más parecen racionalizar su visión personal que lo que yo aprecio en el actual estado de cosas. Ni es el bipartidismo hispano, ni es la forma de estado que de facto ha resultado harto maleable.Ni es el PP, ni desde luego es el PSOE o PSC. Es que, a la vuelta de 35 años de constituciñon y aplicación autonomista, y flexibilidad, y asunción de postulados etc etc parece que una parte significativa de los catalanes quiere ser independiente, lo cual deja escaso lugar a otras consideraciones más de detalle.
Solo puedo reiterar que, como ciudadano normal y corriente, me alegro enormemente de no tener que dedicar, si no quiero, ni un segundo de mi tiempo a este asunto.
LBNL presenta una visión muy completa del problema catalán. Si solo hubiese oido estos últimos años a los políticos catalanes independistas y sabiendo que les apoya una mayoría simple del electorado catalán, diría que se convoque un referendum en Cataluña. Cameron ha autorizado el referendum en Escocia pero obligando a que sea una única disyuntiva: independencia total o seguir como miembro del Reino Unido. Eso ha rebajado mucho los animos independentistas. Quizas aqui se podría también hacer lo mismo. Pero las personas como LBNL, Roselló y muchos mas que somos liberales y nos parece sensato que si una mayoría catalana quiere ser nación independiente que hay que dejarles seguir su camino, no somos los que mandamos en España. He oido tantas veces al presidente de Extremadura o el de Andalucía y alguno otro menos sonoro quejarse del egoismo catalán y que esto no puede tolerarse, que veo que la Unidad Sagrada de España consagrada por los Reyes Católicos está muy adentro del resto de españoles, cualquiera que sea su partido político. Unos hablan de tratamiento de Cataluña como separado, otros de una España Federal, etc. El caso es que los partidos políticos que los representan, como dice LBNL, jamás votarán por la libertad de Cataluña. Tenemos pues un dilema para conseguir que el resto de España, incluidos los catalanes no independistas, acepte que se celebre un referendum exclusivo de catalanes y que sea determinante para obtener la independencia.
La Segunda República se instauró por el resultado de elecciones municipales, no por un referendum. Creo que Más tiene razón, hay que esperar a las elecciones autonómicas, que los partidos nacionalistas voten en bloque y que haya un acuerdo tácito de que si ganan que se separen. Es decir, que el resultado de las autonómicas se interprete como referendum aunque no oficialmente. Asi vino la 2ª República.
Los artículos de LBNL siempre son exhaustivos. En este caso, se enfrenta al cansancio que el asunto de la relación España-Cataluña provoca. Cansancio que a su vez empuja a algunos a una visión, no sé si llamarla fatalista, que Roselló explica así: «Es que, a la vuelta de 35 años de constituciñon y aplicación autonomista, y flexibilidad, y asunción de postulados etc etc parece que una parte significativa de los catalanes quiere ser independiente». Sin embargo, como plantea senyor_j hay actitudes o vicios muy anclados en la política nacional (española) que han contribuido sobremanera a que la situación llegue a un punto tal en el que para muchos lo importante es que el embarazo no se prolongue más. Que haya parto de una vez, salga niño o niña o gemelos. Yo que nunca he tenido veleidades nacionalistas, creo que hubiera participado en la cadena humana esa (aunque una persona muy querida que estos días anda por Barcelona me dice – y le creo-, que se ha sentido intimidada o inquieta ante tal despliegue de masas abanderadas; claro que podían haber ido con antorchas -que también gusta mucho-, y habría sido peor). En fin, comparto sobre todo el resumen de Magallanes.
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Parecía que lo de Obama con Siria iba a ser como la guerra de Gila: es peor. Por una vez, coincido con el editorialista de El País en que la reina de los mares de la Casa Blanca se ha dejado quitar la iniciativa por parte del bandido Putin. Menudo desastre.
Gúenas….ejem….a mi modo de entender si el actual presidente del gobierno tuviera una entrepierna como Dios manda mañana mismo convocaba una cadena humana que recorriera España de Pe a Pa (La Pepa….jeje)….pero como Rajopiyus Lecter ·El Displicente» es mas de «relaxing cup of café con leche» en La Moncloa….pues que quieren que les diga…..atendiendo a los argumentos de Magallanes:
¡¡¡Viva la III Republica!!!……JAJAJA…..que nervios
Si me permiten brevemente…
Sr Rosello, déjeme decirle que yo intento hacer lo mismo: tengo una actitud de «avísenme cuando hayan decidido algo y no incordien hasta entonces», pero seguro que a usted le da mejor resultado. Aquí cualquier evento social puede convertirse en una reivindicación independentista y si cada año además hay alguna ocasión en estas fechas en que la gente se abandera como si fueran hooligans, resulta difícil abstraerse. También le insisto que el camino que lleva a forjar la voluntad de independencia en amplias capas de la sociedad catalana responde en parte a los factores mencionados anteriormente. Debo añadir, sin embargo, la poderosa construcción de un imaginario desde las instituciones y para la sociedad, que en estos días culmina en las ruinas del Born, punto de llegada para que los catalanes asimilemos la conquista de Barcelona de 1714 como una derrota propia, aunque la mayoría ni tuviéramos antepasados allí.
Y señor Barañain, comparto en parte la inquietud de su persona querida, porque cuando salen las banderas, se impone la adhesión emocional y se apagan las neuronas. Y las antorchas también circulan en algunos sitios, no sufra.