David Rodríguez
Hace unos meses hablaba sobre el exceso de mortalidad en España durante los meses de junio a agosto de 2022, y ahora ya disponemos de los datos para el conjunto de todo el año recientemente finalizado. Estas estadísticas proceden del Panel MoMo, un sistema coordinado por el Ministerio de Sanidad a partir de 2004, que tiene por objetivo determinar las desviaciones de mortalidad observada respecto a la esperada según las series históricas.
A falta de consolidar los datos de los últimos días, el exceso de mortalidad en 2022 es de 34.019 fallecimientos, dato sólo superado por el dramático 2020, con un exceso de 73.222, y por el 2015, año de la peor epidemia de gripe de los últimos tiempos, con un exceso de 38.532. En el año 2021 el exceso fue de 29.312 personas.
El MoMo ofrece datos sobre la causa de la muerte en el caso del calor, ya que fue diseñado con la intención de detectar el efecto de la emergencia climática sobre los fallecimientos. En el año 2022 tenemos un exceso de 5.800 muertes atribuibles a este fenómeno, dato que supera en casi el doble el de años anteriores, que se situaba en torno a los tres mil. Por consiguiente, la evidencia empírica pone de relieve que ha habido un incremento sustancial de los efectos letales del calentamiento global durante este último verano.
Pero esta fuente no nos ofrece datos acerca de todas las causas de los fallecimientos. Para ello hay que recurrir al Instituto Nacional de Estadística, aunque proporciona los indicadores con un retraso de al menos seis meses. En este sentido, la pandemia del Covid provocó 39.444 muertes en el año 2021, y ha acabado con la vida de 20.915 personas en la primera mitad de 2022, siendo todavía la primera causa de mortalidad en España. No disponemos de datos comparables para el conjunto de los dos años, aunque si atendemos a los datos del Ministerio de Sanidad los fallecimientos por Covid en el total del 2022 se situarían algo por debajo de los de 2021.
Joan Caylá, portavoz de la Sociedad Española de Epidemiología, reivindica que todos estos datos deben depender de Salud Pública, “porque si nos enteramos un año después de la causa del incremento de muertes será tarde para actuar”. Señala que “las cifras de mortalidad son impresionantes y objetivan la importancia que ha tenido el Covid, también de forma indirecta”. Finalmente, destaca la importancia del Covid persistente y sostiene que en “salud pública los problemas son multicausales, si una persona está débil de salud, y el calor le afecta puede fallecer por calor, pero también por el cáncer que tenía, o porque la Covid persistente ha afectado a su sistema respiratorio, por ejemplo”.
Todos estos datos ponen de manifiesto una vez más que la pandemia no ha finalizado, contradiciendo el discurso oficial que pretende mostrar un mundo más feliz al conjunto de la población. También se demuestra que la estrategia de gripalización del Covid ha sido un disparate de consecuencias terribles en forma de pérdida de vidas humanas evitables. En este sentido, el relato de negación viene acompañado de otro de minimización, incluso lanzándose mensajes tan macabros del tipo “de algo hay que morir”, olvidando en todo momento que estamos hablando de EXCESO de mortalidad y que sus causas son en gran parte evitables mediante los medios de prevención adecuados. A las múltiples mentiras del establishment se suma la falaz dicotomía entre economía y salud, cuando la verdadera contradicción se da entre la salud pública colectiva y los intereses económicos cortoplacistas de una minoría.
Hace un tiempo alguien hablaba de la casta política como aquel conjunto de fuerzas políticas que sustentaban la ideología del sistema. Ahora este término se ha perdido, entre otras cosas porque el concepto se ha extendido a la totalidad de los actuales integrantes del Congreso. Nadie en nuestras instituciones se ha opuesto a la letal y negligente política de gripalización, nadie ha cuestionado los relatos oficiales, nadie ha realizado ni tan solo una pregunta sobre el exceso de mortalidad, nadie ha propuesto medidas concretas sobre el Covid persistente, nadie ha abierto la boca para pedir la mejora de calidad del aire en interiores. Mientras buena parte de la comunidad científica sigue insistiendo en todos estos temas, como ya hemos mostrado en diversas ocasiones, la totalidad del Congreso se ha convertido en una institución completamente alejada de la realidad y de la salud de las personas más vulnerables. En este aspecto concreto de la vida política, se ha cumplido el sueño de Fukuyama sobre el fin de la historia.
Gracias. Una pregunta y un comentario. Yo entendía el exceso de mortalidad como las muertes «anormales» por encima de las previstas teoricamente y supongo que es eso pero cómo se calcula el exceso de 2021 y 22 si en 2020 fue superior? Supongo que tomando los datos de 2019 y manteniendo la progresión que venía sucediendo en función del envejecimiento paulatino de la población o de la mejora de la sanidad, al alza o a la baja, que tampoco sé. Agradecería explicación si es posible.
El comentario: Cierto, el Covid no es la gripe y es no solo más letal y contagioso sino también potencialmente mucho más dañino. Pero también es cierto que el que quiere lleva 4 vacunas puestas y al menos yo no conozco a nadie relativamente sano que haya acabado en la UCI o similar habiéndose vacunado. Me resultaría más certera la crítica si se aportaran datos a ese respecto: muertes o Covid persistente dañino entre vacunados.
Gracias por tus comentarios. Respecto a la metodología del MoMo, se comparan los datos del año en curso con la media de los 10 años anteriores (excepto 2020, que se ha excluido porque es excepcional en la serie).
Sobre las vacunas, hay que decir que no evitan el contagio, pero sí la gravedad del cuadro clínico. De todos modos, se sabe que también hay fallecidos entre los vacunados, pero no tenemos los datos concretos.
Sobre el covid persistente, los últimos estudios sitúan su incidencia entre el 10% y el 15% de las personas contagiadas por covid, aunque hay análisis que elevan esa cifra. Lo que ocurre es que los síntomas son muy variados: pueden ser leves, pero pueden llegar a ser inhabilitantes. Incluso pueden causar la muerte por inflamación del sistema cardiovascular. Por eso hace falta tener protocolos para un diagnóstico claro, unidades específicas para tratarlo y recursos para seguir estudiando la enfermedad.
En el vagón de metro que voy sólo hay cuatro o cinco tontolabas con mascarilla, y sólo uno de ellos está leyendo de debate callejero
Yo llevaba mascarilla a rajatabla cuando nadie la llevaba todavía (FFP3!) y luego también fui de los últimos en quitármela, pero desde la tercera vacuna, que me puse unas semanas después de pillar Covid muy leve por mi hijo, me la quité y ya solo me la pongo cuando es obligatorio. Sí, puedo coger Covid – que no ha sido el caso entre otras cosas porque creo que ya pillé la variante post Omicron – y podría llegar a provocarme algo raro que me inhabilitara o me diera un buen susto. Pero creo que las probabilidades son ínfimas y lo que veo a mi alrededor – y en las noticias – me ratifica.
Nada de lo anterior da o quita razones a la crítica a los poderes públicos – en España y en el resto del mundo – sobre su gestión. Pero he estado cerca de los poderes de decisión a lo largo del proceso y mi conclusión es sencilla: a las crisis se responde cómo se puede y de forma nada planificada y mucho menos coherente.
En su momento se procedió al confinamiento no por los riesgos de salud que traía el COVID sino para evitar el colapso sanitario, que provocaría la muerte de miles por otras razones. Si no hay colapso sanitario, que la gente se vacune y se proteja según sus factores de riesgo, y la economía y la sociedad siguen hacia delante. Esa es la máxima. Y lo ha sido desde el principio.
Lo que no tiene pase es que tardáramos cosa de año y medio en reconocer que la propagación es principalmente por aire. Pero eso no viene de los gobiernos sino de los prejuicios del sector médico, me temo.