Israel y Palestina: Dos relatos; tesis, antítesis, síntesis y epílogo

LBNL

A – Absolutamente execrable el ataque terrorista de Hamás, con cientos de civiles israelíes asesinados, la mayoría civiles, incluso bebés parece, y docenas de secuestrados. Con la población de Gaza celebrando la muerte al grito repetido hasta la saciedad de ¡Allahu Akbar! Cuánta crueldad, cuánto fanatismo, cuán poca humanidad. Israel, la única democracia en Oriente Medio, en la que las mujeres gozan de su merecida igualdad y los homosexuales tienen casi igualdad de derechos, fue atacado a traición en una nueva demostración de que la solución de dos Estados – israelí y palestino – conviviendo en paz y seguridad uno al lado del otro es una mera quimera porque el grito “desde el agua hasta el agua” – desde el Jordán hasta el Mediterráneo – que niega el derecho a existir de Israel va a perdurar indefectiblemente. En semejante contexto, no tiene ningún sentido pedirle a Israel que dé pasos hacia la paz con un enemigo que no cejará en perseguir su exterminio. Los palestinos, que no recibieron ninguna consideración como nación o como individuos ni de Egipto en Gaza ni de Jordania en Cisjordania cuando los tuvieron bajo su control desde 1948 a 1967, siguen demostrando con su sempiterna división interna Hamás-OLP/Fatah y su pasión malsana por el terrorismo, que no son de fiar. Y menos por parte de una nación que ya padeció en sus carnes el intento de genocidio absolutamente masivo nazi y se prometió a sí misma que “nunca más”.

B – Gloria a los patriotas que consiguieron derrumbar el mito de la superioridad aplastante del ocupante sionista. Gloria a los fedayín palestinos que tras años de bloqueo inhumano e innumerables operaciones de castigo en forma de bombardeos a la población civil de Gaza, rompieron el cerco y asestaron un golpe sin precedentes a la arrogancia genocida de un Israel que empezó su existencia aceptando el plan de partición de la ONU pese a que se llevaba la peor parte pero que se creció al albur de sus éxitos en el campo de batalla y ha acabado por convertirse en una potencia colonial que hace palidecer a la Sudáfrica del apartheid. ¿Cómo pedirle concordia y humanidad a quienes han perdido hijos, padres y otros familiares en bombardeos sin fin, a quienes viven entre calles de tierra, sin apenas agua potable, con escasa electricidad y sin ninguna esperanza de mejora? ¿A santo de qué demandar paciencia a quienes llevan décadas esperando algún progreso hacia la creación del Estado palestino prometido por la comunidad internacional cuando se firmaron los Acuerdos de Oslo en 1993? ¿Por qué habrían de respetar el liderazgo de la Autoridad Palestina de Ramallah que cuando accede a negociar no consigue nada y cuando se planta consigue todavía menos, pero evitar convocar elecciones y la comunidad internacional accede a que no lo haga porque sabe que de hacerlo el pueblo optaría por expulsar a los corruptos y le darían el poder a Hamás? Hamás no es corrupto, Hamás no aboga por un califato como el ISIS y Hamás es el único vector para que la nación palestina pueda alguna vez librarse del yugo sionista.

C – Ambos relatos son ciertos. Ese es el problema. Solo cabe el compromiso, las concesiones, los acuerdos para compartir una tierra y recursos escasos en igualdad de condiciones, con garantías de cumplimiento y de sanción al incumplimiento, que necesariamente deberían venir de la comunidad internacional dada la absolutamente justificada desconfianza entre ambas partes dado su largo historial de enfrentamientos, incumplimientos y traiciones. Pero no vamos en esa dirección. Rabin, que ideó la estrategia que permitió sobrevivir a Israel en 1967 y que dio orden de romper los brazos de los jóvenes palestinos que tiraban piedras en la Intifadah de 1987, fue capaz de ver que Israel no puede seguir siendo un Estado judío democrático mientras sojuzga a los palestinos. Puede ser judío opresor, o democrático pero no judío porque los palestinos, incluido el millón largo de árabes que viven dentro de Israel, acabaran imponiéndose demográficamente si gozan de iguales derechos que sus conciudadanos judíos. Y planteó la paz con ayuda de Peres y la colaboración de Arafat, que se había distinguido por fundar la identidad nacional palestina a sangre y fuego, terrorismo incluido. Pero a Rabin lo mataron en 1996 los extremistas judíos, por traidor al sionismo más extremo que persigue recuperar toda la tierra del Israel bíblico para el pueblo elegido por Yavé. Y desde entonces vamos de mal en peor y los extremistas de cada bando no dejan de ganar poder.

Israel tiene hoy en el gobierno a un Primer Ministro al que la mitad de la población rechaza activa y militantemente por corrupto, autoritario y populista sin escrúpulos, pero que ha conseguido aferrarse al poder hasta la fecha abrazándose a los representantes de los partidos más ultra nacionalistas – incluidos algunos condenados judicialmente por racismo y violencia en el pasado – y a los de los partidos ultra ortodoxos más mesiánicos.

Y Palestina no existe. De una parte está Cisjordania, gobernada a medias por un anciano antisemita – hace muy poco volvió a repetir sus diatribas deslegitimando el Holocausto – y corrupto hasta el tuétano que no ha conseguido ninguna mejora para el pueblo palestino. Y de otra está Hamás, que tomó el poder en Gaza en 2007 y que administra la miseria de ese ínfimo territorio semi-desértico con el único objetivo de desaparecer el Estado de Israel.

D – ¿Y ahora qué? El pueblo israelí clama venganza y no es capaz de entender cómo su omnipotente aparato de seguridad pudo ser burlado con tanta facilidad. Pero los que comandan su ejército saben que una nueva invasión terrestre de Gaza no conseguirá el objetivo de acabar con Hamás. Ya controlaron Gaza durante décadas y el precio fue muy alto: mataron a millares de palestinos y sufrieron bajas considerables en sus propias filas. Y el ojo por ojo tiene un reverso: la ocupación no hace sino aumentar el odio palestino a Israel. Por eso Hamás ha crecido. Pero la ficción de que pueden mantener Gaza a raya con vallas y supervisión se ha desvanecido. Y con el gobierno actual y sobre todo con la sangre aún fresca, es imposible plantear cualquier iniciativa de entendimiento.

Por tanto, lo probable es que dentro de algunas semanas apenas recordemos el ataque inicial de Hamás, asediados con imágenes constantes de civiles palestinos sangrando y muriendo ante las cámaras. Y que cuando Israel cometa un “error” y mate a demasiados civiles de una vez o a demasiados niños de una tacada, la comunidad internacional – incluido EE.UU. – le exija un alto el fuego. Y así seguiremos: un paso adelante y dos atrás, en ciclo repetido hasta el exterminio final, mutuo; de los palestinos y del Israel democrático y liberal.

Un comentario en «Israel y Palestina: Dos relatos; tesis, antítesis, síntesis y epílogo»

  1. Excelente planteamiento el del artículo, que retrata hábilmente las contradicciones inherentes en cualquier posicionamiento que se adopte ante el conflicto y que extrae las conclusiones oportunas. Pinta muy muy mal la cosa en la región y desde el punto de vista global, este segundo foco bélico en el segundo año de la guerra de Ucrania no deja precisamente buenos augurios.

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