La mesa de partidos

Ignacio Sánchez-Cuenca

Puesto que las acusaciones al Gobierno de España de entreguismo y rendición en el proceso de paz no pueden sustentarse en hecho alguno, los enemigos del proceso de paz se han centrado, de forma un tanto obsesiva, en la propuesta de constituir una mesa de partidos de la que salga un acuerdo de normalización política del País Vasco. Los más vehementes denuncian y denuestan esa propuesta. La mesa de partidos, dicen, es contraria a la democracia y a la constitución, es ilegítima porque usurpa las funciones del Parlamento, resulta inútil para acabar con el terrorismo, legitima a ETA y a Batasuna, y supone una concesión inadmisible a los terroristas.

Estas tesis, expuestas de modo hiperbólico, con adjetivos y adverbios que no dejan lugar al desacuerdo («su obvia inutilidad», «disparate», «antidemocrática», «perjudicial», «contraproducente», «atajo aventurero», etc.), aparecen desarrolladas en un extenso documento titulado «Sobre la ‘mesa de partidos’ y el ‘proceso de paz’ con ETA» (atención a las comillas en ‘mesa de partidos’ y ‘proceso de paz’, parece que son expresiones radioactivas), firmado por Roberto Blanco, Javier Corcuera y Carlos Martínez Gorriarán (se puede consultar, por ejemplo, en la página de Basta Ya). Esta profusión de adjetivos revela cierta inseguridad en los argumentos propios. Cuando se tienen buenas razones para defender una tesis, no es necesario andar metiendo tanto calificativo. El documento no invita a la discusión. Más bien, pretende zanjar el asunto de una vez por todas, sugiriendo que quien piense lo contrario es un lerdo o un malvado. Una ocasión desaprovechada para abrir un auténtico debate.

En mi opinión, en este blog se han elaborado argumentos más certeros y precisos sobre la mesa de partidos que en el documento al que acabo de hacer referencia. No creo que vaya a decir nada nuevo, sino tan sólo ordenar un poco cosas que se han ido diciendo y que permiten hacer avanzar la discusión. No puedo responder a las tesis del documento de los tres autores por falta de espacio. Aquí sólo van algunas aclaraciones.

Primero: Una mesa de partidos no es inconstitucional ni antidemocrática. No puede ser anticonstitucional porque no tiene entidad jurídica alguna. No es una institución ni nada parecido. Los partidos políticos, voluntariamente, se reúnen para discutir sobre el futuro político del País Vasco. El ordenamiento constitucional se lo permite (derecho de reunión). No es antidemocrática porque los acuerdos que se alcancen en dicha mesa no son vinculantes para nadie en tanto no se transformen en ley mediante la participación de las instituciones según la ley establezca.

Segundo: La mesa de partidos no suplanta las instituciones: la mesa de partidos puede acordar lo que sea, pero si no se vota después en el Parlamento, los acuerdos de la mesa son papel mojado. Los responsables de que los acuerdos informales de la mesa se transformen en medidas políticas son los representantes populares actuando en las instituciones pertinentes.

Tercero: La mesa de partidos no es una concesión a los terroristas. La mesa de partidos es sólo un PROCEDIMIENTO, un MÉTODO. Los que disienten de la propuesta de la mesa de partidos quizá puedan hablar de una concesión procedimental, pero nunca de una concesión sustantiva. La mesa de partidos no produce más nacionalismo, o más auto-gobierno, o nada parecido. Es un foro de debate en el que todos los partidos tienen un peso equivalente, al margen de su poder electoral. Lo que salga de ahí no está predeterminado. Claramente, se trata de un precio político más bien reducido que cualquier sociedad puede pagar si a cambio se acaba la violencia terrorista.

Cuarto: Batasuna no tiene representación parlamentaria hoy día y en consecuencia no puede participar en los debates parlamentarios que puedan tener lugar sobre la reforma del Estatuto de Guernica. La única forma de integrar a Batasuna en el sistema a corto plazo consiste en organizar algún tipo de foro no parlamentario en el que Batasuna pueda comprometerse políticamente en la elaboración de un nuevo estatuto vasco. Quienes se oponen a la mesa jamás explican cómo resolver el problema inmediato de la integración de Batasuna en las instituciones, garantía necesaria para que ETA abandone definitivamente las armas.

Quinto: Una cosa es la propuesta de la mesa de partidos y otra que Batasuna sea legal o no. Se puede estar a favor de una mesa de partidos en la que participe una Batasuna legalizada, y en contra de una mesa de partidos en la que haya una Batasuna ilegalizada. Atacar la mesa de partidos suponiendo que va a servir para legalizar Batasuna es una presunción no demasiado bien fundada. El argumento en tal caso es que no se puede negociar con un partido ilegal, algo que es independiente de si tiene sentido o no la mesa de partidos.

Sexto: Ha habido otras mesas de partidos en el pasado (por ejemplo la de Ajuria Enea). El hecho de que no haya funcionado no implica que la mesa de la que se habla ahora vaya a fracasar. Las condiciones son hoy radicalmente distintas dada la debilidad de ETA y el largo tiempo que ETA lleva sin asesinar. Otras soluciones fracasaron también durante muchos años y no se abandonaron (por ejemplo, las medidas policiales no fueron suficientes para acabar con ETA durante los 80s, pero sí lo fueron a finales de los 90s y en estos últimos años).

Séptimo: Resulta extraño, por no decir contradictorio, que quienes se oponen a la mesa de partidos sean quienes más énfasis ponen en la anomalía democrática del País Vasco. La mesa de partidos nace porque hay un problema político en el País Vasco: un 15% de los votantes, aproximadamente, apoya a los terroristas y votan a un partido antisistema como Batasuna. Como consecuencia de ese apoyo, ETA ha conseguido sobrevivir durante décadas. Es ese problema lo que ha creado un defícit democrático y de libertad en el País Vasco. Precisamente porque el País Vasco no es Suecia, hay que pensar en una forma de «normalizar» el País Vasco integrando a esa fuerza antisistema dentro del sistema sin hacer por ello concesiones relevantes. Esto es posible por la debilidad de los terroristas. Con la mesa se trata de poner los medios para que un movimiento extremista dé el paso de integrarse de una vez en el sistema. Dado que el problema es excepcional, la solución también lo es. A nadie se le ocurre organizar una mesa de partidos para reformar el Estatuto de la Comunidad de Murcia porque en Murcia tienen la suerte de no sufrir un nacionalismo extremista que durante décadas ha asesinado a centenares de personas.

Octavo: No es cierto que las soluciones extraparlamentarias se hayan intentado sólo en conflictos internacionales y en Irlanda del Norte. Revela un profundo desconocimiento político. Las soluciones negociadas en foros extraparlamentarios se han llevado a cabo con mucha frecuencia: en Sri Lanka, en Guatemala, en el Salvador, en Colombia, pero también en los países consociacionales, muchos de los cuales tienen una larga tradición democrática (Holanda, Bélgica, Suiza, etc.).

Noveno: Justamente porque en los foros extraparlamentarios no se tiene en cuenta el poder electoral de las partes, se aspira a alcanzar acuerdos amplios, próximos a la unanimidad, en los que todas las partes se sientan representadas. Dado que no se puede recurrir a la regla de mayoría en el seno de estos foros, son precisos acuerdos inclusivos. Eso es lo que se necesita en el caso vasco para que Batasuna finalmente deje de apoyar la violencia y se integre en las instituciones. Se trata de invitar o incentivar a Batasuna para que participe en el juego político, ofreciendo una pista de aterrizaje.

Décimo: Para atacar la propuesta de la mesa de partidos se utiliza una descripción muy sesgada de lo que sucedió en Irlanda del Norte. Aunque es verdad que en Irlanda del Norte, a diferencia del País Vasco, ha habido un enfrentamiento entre dos comunidades religiosas, el IRA nunca aprobó los asesinatos sectarios (contra la comunidad protestante). De hecho, los asesinatos sectarios contra protestantes, saltándose sus propias proclamas, representan menos de un 20% del total de víctimas mortales asesinadas por organizaciones paramilitares republicanas (en concreto, un 17,5%). La inmensa mayoría de los atentados mortales, más del 80%, responden a un enfrentamiento con el Estado británico muy parecido al de ETA con el Estado español. Gran Bretaña abrió negociaciones con muchos de sus territorios coloniales al margen de si había un conflicto entre comunidades en esos territorios o no. La lista es larga. Irlanda del Norte es un caso límite, a caballo entre una colonia y una región periférica del Reino Unido. A veces se dice que la situación era semi-colonial: una mayoría permanente de protestantes que discriminaba a la minoría católica (en los conflictos coloniales la situación es la inversa, una minoría aliada con la metrópoli que oprime a la gran mayoría de la población nativa). A pesar de las diferencias entre el caso vasco y el irlandés, probablemente no haya un caso más parecido al de ETA que el de Irlanda del Norte y por lo tanto, con las salvedades necesarias, es lógico utilizar el caso de Irlanda del Norte para extraer lecciones aplicables al caso vasco.

Quienes se oponen a la constitución de una mesa de partidos no aclaran nunca cuál es su política alternativa. Por supuesto, hablan de grandes fines (rendición de ETA, etc.), pero no explican cómo se producirá dicha rendición, o cuándo se producirá, esto es, cuántos muertos más habrá antes de que llegue ese momento (inédito en la historia comparada) de que una organización terrorista con un importante apoyo social se rinda, entregue las armas y entregue a sus miembros.

Disculpad esta entrada tan extensa, pero creo que la ocasión lo merecía.

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