José D. Roselló
Ya está en las pantallas cinematográficas la película sobre la vida del fundador de Apple, Steve Jobs. Carismático, excesivo, visionario, compartiendo rasgos entre la figura de un santón y la de un egomaníaco tiránico. Sin duda alguna un tipo fuera de lo corriente que mantuvo su manera de hacer las cosas a todo coste y al final tuvo la oportunidad de ver cómo su proyecto vital se alzaba arrolladoramente triunfante en el complejo mundo empresarial. Más aún, sus obras forman parte inseparable del modo de vida moderno, de esta sociedad intercomunicada e hiperconectada, donde sus cachivaches, o versiones de ellos, se han convertido en casi una prolongación más del ser humano.
Surge la asociación inmediata con otro filme sobre la vida de otro genio “friky”, Mark Zuckerberg -creador de Facebook- cuya historia se retrata de manera magistral en “La red social”. Más introvertido, nada seductor, sin esa capacidad de encandilar y de transmitir que tiene en la cabeza. Comparte sin embargo el hecho de haber desarrollado unas ideas que ni se concebían hasta verlas convertirse en algo más que producto o un servicio, en un elemento definitorio, en mayor o menor medida, de la manera en que vivimos en la actualidad. De nuevo, una óptica particular, una capacidad de salir mentalmente del entorno donde se movía.
Traduciendo literalmente la expresión americana para estos casos, ese “pensar fuera de la caja” puede que sea un elemento diferencial cuando nos ponemos a pensar en cierta clase de figuras influyentes, no importa el ámbito, desde lo empresarial, por supuesto desde lo científico o lo artístico.
Ciertamente también en el político. En la práctica totalidad de cualquier líder político significativo de los últimos doscientos años seguro que se encuentra ese elemento rupturista con la situación de donde nacieron y pacieron. Piensen en el que quieran, da lo mismo. Se esté todo o nada de acuerdo con el contenido y desarrollo de lo que hizo o pensó fulano, -siempre que a fulano tenga una relevancia objetiva- sin duda fue parte de su éxito, en todos los casos, la ruptura del escenario contemporáneo.
Déjense llevar al huerto, sigamos un poco más, aunque esto sea un ejercicio de simplificación, un semi juego si lo quieren llamar así. ¿Quien hoy en día en nuestro país está saliéndose de los esquemas? La respuesta puede tener algún matiz sorprendente. Sin duda alguna en primer lugar habría que poner al independentismo catalán. Guste o no guste, se comparta o no, pocas cosas hay mas rupturistas que la propia ruptura en sí. Borrar la pizarra y empezar de cero ante una situación que agobia. Desde este punto de vista exclusivamente, puede entenderse que la propuesta resulte seductora para muchos.
¿Quien más? Poca duda cabe que Rosa Díez. De nuevo, guste o no, la creas o no la creas, sus propuestas contienen en mucha medida un giro a elementos centrales que caracterizan a la política española en los últimos 40 años.
¿Y a quien podemos añadir? Quizás la adición más controvertida, Esperanza Aguirre. Su manera de conducirse, su salirse del lenguaje y los mensajes característicos del medio ambiente ideológico en que se mueve, el, en palabras de un político norteamericano hablando de un rival de partido, “mear fuera estando dentro y mear dentro estando fuera”, la convierten en otro elemento distinto a tener en cuenta.
Si nos dejamos convencer por la idea de que las figuras relevantes tienen como componente este toque de descartar la realidad, tendremos que admitir de que por ahí puede descoserse -en algún caso ya es una realidad- el escenario en que estamos acostumbrados a movernos. Mal hacemos en ignorar hoy cosas que nos pueden dar pistas importantes sobre cómo puede ser el mundo de mañana. Aunque hoy parezcan quimeras, estupideces, aunque nos generen un rechazo visceral. Algo de lo que hay hoy en la periferia, puede convertirse en punto de referencia en el futuro.
No quiero finalizar sin dar una puntada más. Los casos de Jobs y de Zuckerberg, por los que empezaba, contienen también un elemento común menos edificante: ambos destruyeron, traicionaron y devoraron vivos a colaboradores cercanos. Mostraron también, aparte de su genialidad, rasgos inquietantes de una implacable falta de humanidad.
Lo que nos deja en el aire la inquietante cuestión de que, si en un gestor empresarial este aspecto oscuro del liderazgo ya es malo, ¿qué escalofriantes consecuencias tiene al trasladarlo al mundo de lo político? Porque justo es reconocer también que algo de esa sensación se tiene al echar una mirada más cercana a las tres innovaciones españolas citadas. ¿Qué barbas han de ponerse a remojar?
Esos rasgos inquietantes que José D. Roselló ve en los casos de Jobs y Zuckerberg («destruyeron, traicionaron y devoraron vivos a colaboradores cercanos») no son nada inusuales, si hablamos de liderazgos. Parece que mucho supuesto liderazgo se basa – o lleva necesariamente asociado -, la anulación de cualquiera otra personalidad que, en el entorno del líder, este piense que vaya o pueda hacerle sombra o competencia en un futuro. Rodeado de gente gris uno siempre puede parecer que brilla más (aunque luego no sea para tanto) así que muchos líderes consolidan así su imagen, rodeandose de aduladores mediocres y desplazando a colaboradores, por brillantes que sean, por si acaso, no vaya a ser que despunten demasiado…
Gracias, José.
Me gustaria que hubiera otras versiones de «pensar fuera de la caja» que pudieran convertirse en modelos a seguir. Es verdad que en democracia la gente elige lo que le gusta, pero hay liderazgos que deben ser inspiradores y ayudar a la gente a sacar lo mejor de sí misma y no su lado más mezquino, como los tres ejemplos que mencionas.
Yo no pierdo la fe. Sigo a la espera.
Pues a mí me cuesta mantenerla (la fe, digo).