Juanjo Cáceres
Una persona puede ser muchas cosas a la vez, cosas que incluso resulten contradictorias en apariencia. Puede ser, por ejemplo, un genio, y a la vez un embaucador. Puede ser humilde, pero a la vez generar a su alrededor un personaje de ficción chulesco y provocador. Puede incluso ser tímido, pero vivir permanentemente en la arena de la disputa dialéctica, sin hacer ascos a las embestidas, ni rehuir el cuerpo a cuerpo. Ejemplos de seres capaces de aunar características tan dispares hay muchos, siendo dos de ellos especialmente famosos: el político mutado en periodista, Pablo Iglesias y el jugador mutado en entrenador, Luis Enrique.
Cuando nos encontramos ante personajes así, se producen inevitablemente algunos efectos: que se generen legiones de seguidores y detractores a su alrededor, que la forma como se les juzga tenga más que ver con el grado de filia o fobia que cada individuo siente hacia ellos y también que a las personas que les toca interpretar el personaje les cueste saber cuándo han de volver a ser ellos mismos. Ese volver a ser ellos mismos no tiene que ver solo con el cargo que ocupan en un momento determinado, pues el personaje puede seguir existiendo más allá del mismo, debidamente reconvertido. El caso de Pablo Iglesias, que ha transitado desde tertuliano hasta impulsor de un canal televisivo, pasando por secretario general, presentador, vicepresidente del gobierno y titular de un podcast, es un caso paradigmático de cuan variopinta puede ser la reinvención de un personaje en un corto espacio de tiempo.
Hace algunos días, concretamente el jueves 8 de diciembre, Luis Enrique fue cesado como entrenador de la Selección española, tras una eliminación del Mundial de Qatar en octavos de final, que ha sido calificada como decepción y como fracaso. Justo después de su derrota ante Marruecos, el personaje o la persona de Luis Enrique -en este caso no es evidente cual de los dos hablaba- dijo algo especialmente revelador en rueda de prensa. Lo hizo al referirse a su futuro: que no solo debía pensar en que era lo mejor para Luis Enrique, sino también para la Selección. Dos elementos llamaban la atención de ese comentario. El primero que, como Cayo Julio César, otro personaje donde los haya, habló de sí mismo en tercera persona. El segundo, que contrapuso las necesidades de la Selección a las necesidades de la persona de Luis Enrique. Dado que Luis Enrique sabía que abandonar el cargo de entrenador podía suponer la muerte o congelación durante un tiempo de su personaje, parece claro que subyacía tras esta frase una reflexión sobre lo que su persona podía necesitar en estos momentos y sobre si había llegado el momento de que la Selección descansase del personaje de Luís Enrique.
Iglesias se enfrentó a un dilema parecido tras el recuento de las elecciones de la Comunidad de Madrid de 2021, a las cuales acudió dejando atrás su condición de vicepresidente segundo y que se saldaron con un sonoro fracaso. Su reacción, muy en caliente, fue decidir dejar todo lo que había estado haciendo hasta ese momento y así fue: dio un paso atrás, eliminó su rasgo más emblemático (la coleta) y descansó. Pero tras algunas semanas de retiro y de volver a ser simplemente Pablo, reapareció como Pablo Iglesias, reinventando su personaje y convirtiéndolo desde entonces en un agitador de las ondas. Un año y medio después de aquello, ese nuevo personaje se ha agigantado y como en otros tiempos, ha mostrado una fuerte capacidad de incidencia sobre la agenda política. Sobre todo, hay que remarcarlo, en la de ciertos partidos. ¿Cuál será, en cambio, la senda que siga a partir de ahora Luis Enrique, tras despojarse del hábito de entrenador? ¿Volver a ser simplemente Lucho? ¿O se reinventará para seguir existiendo dentro su personaje actual, conocido en las últimas semanas como Luis Fadrique?
Nihil relinquebatur, quod ad ornatum portarum, itinerum, locorum omnnium, qua Caesar iturus erat, excogitari poterat. Cum liberis omnis multitudo obviam procedebat… O lo que es lo mismo, traducido de ese latín adaptado a la puntuación actual: “No quedaba nada que pudiera adornarse de entradas, itinerarios y espacios por donde César tenía que pasar. Toda la multitud, con sus hijos, corría a su encuentro…”. Así habla de sí mismo Julio César en el libro VIII de la Guerra de la Galias, pero también podía haber dicho “soy el mejor entrenador que hay en la faz de la tierra” (Luis Enrique) o incluso que “estamos haciendo lo que nos lleváis pidiendo mucho tiempo que hagamos” (Pablo Iglesias sobre el Canal Red).
Es importante señalar que la grandilocuencia es un rasgo compartido por cualquier gran personaje. Julio César la llevó tan lejos con sus triunfos y su acumulación de poder, que muchos pensaron encontrarse al borde de la restauración de la monarquía romana y los senadores reaccionaron conspirando y asesinándolo. Las reacciones airadas y violentas ante los personajes de Iglesias y Luis Fadrique no son tampoco precisamente inexistentes, ni ciertas dinámicas conspirativas, porque de hecho el material del que estamos hechos no ha cambiado tanto 2000 años después. Y si bien es improbable que se destruya a sus personas, sí que hay un cierto empeño por parte de algunos en destruir a sus personajes. El ajuste de cuentas mediático vivido desde la noche del 6 de diciembre deja lugar a pocas dudas en ese sentido en el caso del entrenador, y todo lo vivido por Pablo en el ámbito público y privado, también.
Parece difícil compaginar persona y personaje, pero a pesar de ser una experiencia no exenta de riesgos, cada día vemos millones de tentativas de construcción de nuevos personajes, como muestra la inmensa proliferación de youtubers y gurús de diverso pelaje, empeñados en liderar opiniones y tendencias. Solo algunos elegidos conseguirán ser personajes globales o al menos nacionales, pero incluso otros que no llegarán tan lejos también es probable que dejen algún impacto entre nosotros. La diversidad de medios y redes sociales hace posible que por cualquier rendija se cuelen personajes variopintos que al menos tengan su minuto de gloria, del mismo modo que no son pocos los medios tradicionales que siguen alimentando personajes de tercera fila.
De la creación de nuevos personajes tampoco se encuentra exenta la política. En su momento, el actual presidente, Pedro Sánchez, fue objeto de una narrativa épica, referida a su capacidad de resistencia y a su bravo retorno a la secretaría general del partido, y hoy en día se le retrata como el presidente con más influencia internacional de la historia. Se trata de un diseño de personaje con trazos distintos y una intensidad mucho menor que los de los ejemplos anteriores, pero que también se produce.
El caso de Yolanda Díaz también es paradigmático de personaje construido, que se representa en este caso como un personaje lleno de infinitas virtudes y capaz de llevar la igualdad y la justicia social hasta horizontes que nadie ha podido alcanzar antes.
Frente a ellos contrasta un líder de la oposición llamado Feijoo, al que vemos sufrir intentando preservar la capacidad de incidencia y de victoria electoral desde una personalidad anodina y que carece por completo de esos rasgos grandilocuentes de los que sus rivales políticos se han envuelto, poniendo en riesgo con ello el disponer suficientes adhesiones cuando llegue el momento. Y ya en modo más esperpéntico hemos visto también a Santiago Abascal subirse a un caballo para erigirse en un Rodrigo Díaz de Vivar del siglo XXI, confundiendo por completo la necesidad de ser también personaje con copiar a los de nuestro pasado.
En definitiva, parece que es magnificándose y atribuyéndose cualidades únicas como se han construido y se construyen los personajes, más allá de sus logros y sus características reales. Ante esa realidad, nuestra misión es deconstruir todo ese envoltorio de subjetividades, intentar ver cómo son realmente y, sobre todo, ser capaces de valorar objetivamente sus acciones. De lo contrario, estaremos perdidos y adoptaremos decisiones por las razones equivocadas.
Gracias,Juanjo Cáceres,por tu articulo.
Que difícil es hacer el amor en un Simca 1000….o lo que es lo mismo:
Malos tiempos para la lírica.
Cuando la creación mediatica de un personaje no se basa en la persona sino en el odio hacia ella,la realidad está en manos de la mentira,donde el insulto es la anécdota que esconde la voluntad de acabar físicamente con la persona.
Con las redes sociales y la proliferacion de canales «informativos» hemos visto que nadie se hace cargo de las consecuencias de lo que transmite.
Pereza intelectual ,convertida en insulto por aburrimiento.
Pero en fin.
Sigo pensando que aquellos que no saben defender ,lo que otros creen que es indefendible,suelen ser los que más se fustran al no saber defender lo indefendible.
Y no digo nombres…
…JAJAJA….que nervios.
Ejem…
El exdiputado Toni Cantó ha sugerido los nombres del expresidente de la Comunidad de Madrid Joaquín Leguina y de la exdiputada socialista y fundadora de UPyD Rosa Díez para encabezar una moción de censura contra el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, después de que Vox haya planteado esa posibilidad.
….JAJAJA…que nervios.