David Rodríguez

Este 17 de enero Oxfam Internacional ha publicado un informe bajo el significativo título de “Las desigualdades matan”, en el que se denuncia “el inaceptable aumento de las desigualdades por la Covid-19”. Durante lo que llevamos de pandemia, el patrimonio de las diez personas más ricas del mundo ha pasado de 700.000 millones de dólares a 1.5 billones de dólares. Para que nos hagamos una idea de la magnitud de estas vergonzantes cifras, estos diez individuos acaparan tanta riqueza como las 3.100 millones de personas que se hallan en situación de pobreza. De hecho, si estos magnates perdieran hoy mismo el 99,99% de su riqueza, continuarían siendo más ricos que el 99% de las personas del planeta. Reproduzco a continuación el cuadro 1 del citado informe, porque creo los datos que contiene son altamente significativos y deberíamos tenerlos presentes en todo momento, incluso quizás colgarlos en todas las aulas de todas las escuelas y universidades.

No cabe duda de que la pandemia ha acelerado todavía más las ya sangrantes desigualdades que vivimos en este mundo. Hay que tener presente que no sólo se han incrementado las fortunas de los propietarios de las grandes empresas tecnológicas, sino que también han aparecido en el listado de nuevos multimillonarios empresarios vinculados al lucrativo negocio farmacéutico, como Stéfane Bancel, director ejecutivo de Moderna, o Uğur Şahin y Özlem Türeci, director ejecutivo y directora médica de BioNTech (asociada con Pfizer), respectivamente. Con el apoyo financiero del gobierno alemán, esta última empresa ha desarrollado una vacuna que de momento ha llegado a menos del 1% de la población de los países empobrecidos.

El informe dedica un capítulo entero a analizar la “violencia económica”, término utilizado para calificar a las enormes desigualdades que perjudican al 99% de la población mundial. Esta violencia no es fruto del azar, sino de la elección derivada de las políticas económicas que son hegemónicas ahora mismo en el mundo. Estas diferencias sociales causan la muerte de 21.300 personas diarias, según los cálculos “conservadores” de la organización autora del informe.

Estamos muy acostumbrados a medir los efectos de la pandemia desde una perspectiva etnocéntrica, pero Oxfam nos recuerda que a nivel mundial el principal elemento explicativo de la tasa de mortalidad es la desigualdad de clase: «Las desigualdades han provocado que la pandemia de coronavirus resulte más letal, más prolongada y dañina para los medios de vida. La desigualdad de ingresos resulta más determinante que la edad a la hora de estimar si alguien perderá la vida a causa del Covid-19».

A esta desigualdad de clase hay que sumar la de género: “Previo a la pandemia, se estimaba que cerrar la brecha de género podía lograrse en 99 años, ahora, el camino hacia la paridad podría tomar unos 135 años. Además, 252 hombres poseen más riqueza que los mil millones de mujeres y niñas que viven en África, América Latina y el Caribe”. A esto hay que sumar un agravamiento en la violencia de género.

Por consiguiente, cuando escuchen ustedes a algunas autoridades políticas repetir hasta la saciedad el mantra de que debemos relajar medidas contra la pandemia para salvar la economía, ahora ya pueden tener una mejor idea de a qué economía concreta se están refiriendo. De hecho, la violencia económica citada en el informe ocasiona a nivel global en un año más víctimas de las que ha provocado el coronavirus hasta ahora. Hablamos de las dos caras de una misma moneda, en las que se debilitan la economía y la salud de los más vulnerables. Mientras tanto, los multimillonarios siguen disfrutando de unos patrimonios cuyo crecimiento se ha convertido ya en algo completamente obsceno.