Juanjo Cáceres
De las elecciones andaluzas diversos elementos llaman la atención. Con unas encuestas que dan por hecho una amplia mayoría derechista y que incluso empiezan a dibujar una posible, aunque improbable, mayoría en solitario del Partido Popular, la cosa parece un poco vista para sentencia. Mientras todo eso sucede, algunos sacan a relucir viejos éxitos del rock and roll usados «ad nauseam» para movilizar un voto diferente, que de momento parece algo adormecido, como los inolvidables temas discotequeros “voto útil” o “la auténtica izquierda”.
En medio de todo eso, hay alguna cosa más nueva. Por un lado, la candidatura de Adelante Andalucía, una vez que ha dejado de ser la marca blanca de otros espacios y se enfrenta al reto de declinar una identidad propia. Por el otro, alguna candidatura de carácter más provincial, que de momento no recibe buenos pronósticos demoscópicos.
Teresa Rodríguez es la cabeza de lista de Adelante Andalucía. Primera espada andaluza en el período de formación de Podemos, con el paso de los años se ha convertido en una víctima significativa de las principales lacras de ese espacio: jacobinismo, incapacidad de aplicar la plurinacionalidad que predica para el Estado a la estructura interna de la organización, verticalidad, sectarismo, conspiracionismo y el gusto por dar solución disciplinaria a los problemas políticos. Pero Teresa sobrevive y las encuestas dejan claro que no se va a quedar fuera del Parlamento andaluz, sin que la controvertida coalición de izquierdas ‘Por Andalucía’ parezca en condiciones de hacer gran cosa por impedirlo.
El mantra de la unidad de la izquierda asegura que la competencia electoral entre «Adelante» y «Por» es veneno para las urnas, pero la realidad es que el futuro que le espera a “la izquierda más a la izquierda” en Andalucía tiene poco que ver con el hecho de que compitan. Sobre todo teniendo en cuenta que fue precisamente compitiendo, en 2015, cuando todos lograron los mejores resultados de la historia reciente en la comunidad. Y que fue tras la unión de espacios cuando, primero, se empeoró electoralmente y, después, se dividió el grupo parlamentario, en una guerra intensa y sin cuartel que se ha prolongado hasta esta campaña.
Así las cosas, Teresa se enfrenta al reto de defender su espacio de la mano de una marca electoral no demasiado bien definida hasta ahora y a la que le toca abrazar su condición andalucista. Mucho se ha dicho sobre si el andalucismo puede sostener una marca electoral, pero en mi opinión ese es un debate tan vacío como tantos otros, si se mantiene al margen de todo el resto de factores que determinarán su éxito o fracaso: qué candidatas o candidatos tiene, con qué candidatos compite, cuál es la propuesta política global, cuál es el contexto político, cómo está la competencia electoral y cuál es el rendimiento institucional que Teresa Rodríguez puede poner sobre la mesa tras más de 7 años en las instituciones andaluzas.
Más problemático me parece encajar los fundamentos ideológicos anticapitalistas de su lideresa y su gente en una propuesta andalucista, porque si bien es cierto que se puede practicar simultáneamente andalucismo y anticapitalismo, me pregunto cuánta gente se puede sentir atraída por un cóctel tan peculiar, con el riesgo que eso tiene de alejar de entrada amplios sectores del electorado. Téngase en cuenta que formalizar un nuevo espacio político no es solo inventarse una marca propia para seguir adelante -nunca mejor dicho-: es también evolucionar, es soltar lastres, es salir de la zona de confort… Hay que ser capaz en definitiva de escapar de los muros que te hacen pequeño abriéndote a sectores nuevos del electorado. Pero de los hábitos no es fácil huir y le traicionan por ejemplo cuando elige sus lemas (“Andalucía en defensa propia”).
Desde un punto de vista más positivo, sí que parece que en este itinerario ha podido formalizar una candidatura con unos cabezas de lista a la medida de lo que su espacio necesita en esos momentos, con mucho rostro joven y femenino. Nada que ver con las exigencias propias de coaliciones con forma de matrioshka, donde el uno por aquí tiene que ser el guardia civil de Podemos, la uno por allá la que diga Izquierda Unida, aquí va este otro porque le toca a Mas País y así todo, generando como resultado cosas poco coherentes que básicamente obedecen a unas cuotas de partido acordadas previamente.
Andalucía es también el último capítulo antes de que Yolanda Díaz empiece su gira de conciertos por toda España, que comenzará en Madrid el próximo mes de julio y se extenderá a lo largo de seis meses para escenificar la construcción de un espacio superador de Unidas Podemos y confluencias, con el objetivo de que todo cambie para que todo siga igual. Las franquicias territoriales esperan con impaciencia ponerse a rueda de la ministra de trabajo, para invertir la tendencia al declive que anuncian las encuestas para las autonómicas y municipales de mayo de 2023, mientras ella intenta generar apoyo electoral suficiente para impedir la caída del gobierno de coalición en las generales que necesariamente se celebrarán el próximo año.
Los resultados andaluces marcarán seguramente el tono de ese itinerario. Si Vox se convierte en socio necesario del Partido Popular andaluz, el grito de que “viene la extrema derecha” se pronunciará y resonará con más fuerza que si el PP gobierna en solitario y de forma independiente. Cuanto peor, mejor, deben pensar algunos, para contraponer la España reaccionaria y retrógrada que aspira a traer Vox, frente a la de los contratos fijos para todos, sobre los que se espera fraguar el éxito electoral de la propuesta. Ahora bien, también es verdad que no parece que varios meses de incremento de la contratación fija estén empeorando las expectativas de los partidos de derecha o extrema derecha, sino que estas no hacen más que mejorar.
La respuesta a la pregunta de “cómo puede ser”, no es una, sino que son varias. El desconocimiento sobre cómo es la España de hoy, sobre sus diferencias territoriales e intergeneracionales, o sobre cómo afectan y se viven los problemas más actuales -postpandemia, guerra, inflación…- es una lacra de la que no escapa ningún partido y por eso se consideran fenómenos incomprensibles el crecimiento de Vox o el escaso vigor electoral de los partidos del Gobierno de España cada vez que se abren urnas.
Los mantras, como el mencionado antes y algunos otros, así como las tradiciones, atrapan a las formaciones de cierta naturaleza como una serpiente a un roedor y las devoran de la misma manera. De ese peligro no está exenta la ministra de trabajo, que está tomando decisiones sobre sus compañeros de viaje y sobre su itinerario sin tener una cartografía suficientemente precisa del camino al que se enfrenta. Y que puede estar facilitando, sin pretenderlo, el que el «todos tras Yolanda Díaz» corra un altísimo riesgo de convertirse en muchos lugares en un precario salvavidas de sucursales territoriales, tal y como ha pasado con la coalición andaluza, que no sea capaz de evitar en muchos lugares el ahogamiento político por falta de aire (fresco).
Ante ese escenario, bueno sería que a Teresa le fuera medianamente bien y que encuentre un itinerario fructífero que muestre que hacer política no consiste en esperar durante meses y meses al Mesías salvador con cartera de ministra, sino en empoderarse, ser valiente y tirar hacia Adelante.
Estando muy alejado de sus posiciones, siempre me ha caído bien Teresa Rodriguez. Es la más «auténtica» y la que da la mejor imagen de política que no sucumbe a la tentación del poder que gestiona, ella y su consorte. Otros se mudan a Galapagar con sus escoltas y servicio doméstico o domesticado.
Lo de Yolanda Diaz y sus contratos tiene el recorrido que la economía depare. En estos momentos de crecimiento económico tras caídas pronunciadas que llevaron al mínimo las necesidades laborales con fuertes recortes de plantillas, no hay otra posibilidad que recuperarse al mínimo cambio positivo en la economía, lo que se está produciendo. Falta por ver la respuesta a nuevas épocas depresivas, que no será otra que nuevos ajustes de plantillas y en los que poco importará el titulo de los contratos a extinguir
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Ya que he entrado en el tema de los contratos daré mi opinión sobre el tan cacareado y renovado «fijo discontinuo». Es un tipo de contrato pre-existente al que se le han ampliado características al tiempo que eliminado alternativas competidoras a la hora de dar respuesta a trabajos de tipo estacional o a otras actividades de carácter consideradas recurrentes.
Hay claros ejemplos en los que la actividad desarrollada pueden aconsejar este tipo de contratos y por el que quedas vinculado a operarios de manera intermitente pero con carácter indefinido. La hostelería en su versión hoteles es un claro ejemplo. No tanto en la hostelería de pequeño nivel en el que los movimientos de actividad suelen también generar movimientos en los operarios. No veo que bares y pequeños restaurantes se vinculen de forma indefinida a operarios, ni que éstos estén siempre disponibles cuando puedan ser requeridos. Si puede ser una salida a jóvenes estudiantes, que por su carácter de ocupados por necesidades de estudios, sean visto como opciones con menores riesgos de vinculación indefinida.
Que el paro queda maquillado, sin duda, por mucho que la ministra se enfade con ese argumento. Tampoco se de que manera se altera la estadística con operarios que tienen varios contratos en diferentes empresas. Sin duda habrá duplicidad y no por ello se multiplican las personas contratadas. De la misma manera debe quedar claro que, en épocas de recesión económica esos posibles operarios con múltiples contratos y que puedan ser despedidos en todas las empresas vinculadas serán indemnizados en cada una en base al tiempo real trabajado. Leo a veces que pudiera considerarse todo el tiempo vinculado como cálculo de indemnización. No es así y sería incomprensible que multiplicara indemnizaciones de tiempo total contratado y no del realmente trabajado en cada empresa.
En la industria, que es el sector en el que me muevo, el fijo discontinuo va a tener poca incidencia. Los cambios tecnológicos favorecen que también cambian los perfiles a contratar. De la misma manera que los bienes de equipo se amortizan, las nuevas inversiones también pueden incluir el costo de renovar el personal vinculable a ellas.
Sorry por el rollo.
Importante y positivo el paso dado en Bruselas tendente a conseguir desarrollar un sistema por el que se unifique criterio de cálculo a la hora de establecer un salario mínimo. Será muy positivo a la hora de defender la industria local, muy perjudicada por la creciente costumbre de ir de compras a los mercadillos y a «los chinos» como solución a los escasos recursos de una importante parte de la población.
Bajos salarios y economía sumergida campando a sus anchas son una lacra para un eficiente desarrollo de país. Si se desarrollara un sistema de inspección y seguimiento de los focos de economía sumergida, como si de control de pandemia se tratara, se erradicaría de forma notable las malas praxis tan habituales en nuestro país.
No entiendo por qué Fernando no escribe artículos aquí de cuando en cuando, con lo mucho que tiene que aportar
Muy interesante artículo y comentarios. Otros comentarios no 😉 pero Fernando cuando habla de su visión de empresa es muy interesante de leer. Luego uno ya saca sus conclusiones.
Me sabe mal no poder comentar más los textos, el de hoy como todos los del Sr Cáceres dan para debate