Juanjo Cáceres
Si todo apunta que las próximas elecciones las puede ganar Feijóo, es muy posible que las próximas elecciones las gane Feijóo. Esta deducción parece robusta un 28 de septiembre de 2022, como también lo era esta otra el pasado día 24 de septiembre: si todo apunta que las próximas elecciones italianas las puede ganar Meloni, es muy posible que las gane Meloni.
No obstante, nos movemos en el terreno de las probabilidades y no seré yo quien asegure que va a ganar Feijoo, aunque Meloni ya lo haya hecho. A la gente le cuesta mucho entender y sobre todo, asimilar, el sentido exacto de la probabilidad y la estadística. Cuántas veces nos hemos visto envueltos en una discusión con gente que asegura que juega siempre a la misma combinación de números en la Primitiva o a los números que más veces aparecen en la combinación ganadora, para reforzar sus posibilidades de éxito. Y cuantas veces hemos sido incapaces de hacerles entender que la serie de resultados que van formando no es más que un ruido blanco, una combinación puramente aleatoria, donde los resultados obtenidos en el futuro son independientes de los obtenidos en el pasado. O cuantas veces no hemos sido capaces de convencerles de la imposibilidad efectiva de ganar un gran premio con el Euromillón, por las ínfimas probabilidades de que recaiga precisamente en el boleto en el que se gastan su dinero (del orden de 1 entre 140 millones). Cosa que, por otra parte, no implica que no le llegue a tocar a alguien: solo que no vas a ser tú, ya que las probabilidades poblacionales y las individuales, son tremendamente distintas.
La realidad es que probabilidad es probabilidad y hay que atender a sus magnitudes. Que sea muy probable que acabe arruinada una persona que se juega toda su fortuna a la tirada de un dado, no significa necesariamente que una vez se produzca esa tirada, vaya a estarlo, porque alguna probabilidad hay de que no sea así (1 entre 6, en este caso, que no es lo mismo que 1 entre 140 millones). Pero entre el resultado de un proceso electoral y el de una tirada de dado hay una diferencia fundamental: la tirada pertenece al mundo de la aleatoriedad y las elecciones no son nada aleatorias, sino un conjunto de decisiones agregadas, fundamentadas en conocimientos, creencias y deducciones previas sobre lo que es o no conveniente votar.
Ahora bien, el que haya factores condicionantes que no existen en un modelo aleatorio simple, no nos aleja del terreno de las probabilidades. Todo lo contrario. Lo que ocurre es que en este caso siempre predecimos el resultado en base a lo que sabemos que nos puede ayudar a anticiparlo. Muchos conciudadanos, al ser preguntados sobre quién ganará la próxima Champions masculina de fútbol, aseguran con buen criterio que será el Real Madrid: es el equipo más laureado en esa competición y el ganador de la última edición, en una final, por cierto, no exenta de épica, que sin duda refuerza la confianza en el pronóstico. Predecir el resultado de un acontecimiento en base al último resultado observado, en este caso el ganador de la Champions 2022, es un método comúnmente aceptado como válido, pese a ser poco robusto. Muchos los usaríamos también, por ejemplo, para anticipar la variación del IPC en el nuevo registro anual: diríamos que un 10% y seguramente no nos equivocaríamos mucho.
La verdad es que ese criterio predictivo, aplicado a unas elecciones, no es idóneo, aunque tampoco inútil del todo. Si hoy apostamos mil euros a que el ganador de las próximas elecciones generales será Pedro Sánchez, que es quién ganó las últimas, puede que no acertemos, pero algunas probabilidades de acertar sí que tendremos, porque no es un resultado en absoluto imposible. Lo que pasa es que en comicios electorales nos interesa que las predicciones sean lo más precisas posibles, para lo cual son necesarios modelos predictivos más complejos, observaciones numerosas, etcétera. Todo un mundo protagonizado por variables, la búsqueda de correlaciones y la detección de factores de confusión.
Pero hay quien parece no necesitar todo eso. Tras la victoria de Meloni, muchas son las voces que se han apresurado a poner sobre la mesa las claves de la misma. Los más osados han extraído enseñanzas para la península ibérica, que no en vano está bañada en su lado oriental por el mismo mar que envuelve la península itálica, si bien está abierta al gran océano en su lado occidental. Pero poco aporta Italia a los cálculos predictivos sobre el futuro de España.
La opción de un gobierno de derechas ya hace muchos meses que se dibuja en los estudios demoscópicos, con Meloni o sin Meloni o, mejor dicho, más allá de Meloni. Poner a Meloni como ejemplo de algo no sirve más que para decir que la derecha o la ultraderecha pueden ganar, lo cual puede parecer mucho, pero es realmente muy poco si recordamos cual ha sido el resultado electoral de los últimos procesos electorales, celebrados en España, a contar desde las elecciones de la Comunidad de Madrid de 2021. Y es que algún valor predictivo más tendrán nuestras propias elecciones más recientes, por parciales que sean, que las que celebren unos italianos y unas italianas, pero si ahora toca hablar de Meloni, hablamos de Meloni.
Tanto con ayer como con hoy, tendríamos que acotar que quiere decir ganar. Y hacerlo sin quitar un ápice al problema que una carlista como Meloni haya tenido un cuarto de los votos. Con ese cuarto y con su premio en diputados y senadores habrá que ver que consigue organizar en Italia como gobierno y durante cuanto tiempo y en cuantos problemas mete a sus conciudadanos italianos, y también a nosotros los europeos. Y hablando de UE, habrá que ver los márgenes para bien y para mal que tienen los gobiernos nacionales en su seno, pero si van sumando gobiernos así, estas derechas y extremas derechas nos van a ir poniendo en aprietos.
___________________________________________________
No sé si Mussolini estaría por dios y la familia… no lo sé. Pero como últimamente todo parece dar igual y se puede decir de todo, pues adelante.
Se puede decir de todo , lo que no significa que en el todo las afirmaciones tengan igual valor .
La ganancia en diputados se lo debe a la izquierda y su cambio en las reglas del juego : todos los actores han concurrido obviamente con las mismas reglas y la izquierda ha perdido . No existe ninguna confusión de porcentajes ni otras historias que pudieran tener una lectura sociológica .
Las clases medias y trabajadoras o los trabajadores mediáticos están hasta allí de los cuestionamientos a sus elecciones .
No hay alarma porque Italia , su deuda y su porvenir está constreñido en la tela de araña de la burocracia europea .
La orfandad de su lamento , la extrañeza de los resultados merece otra reflexión a la que es ajena la doma de los datos del Sr. Tezanos .
Es muy sencillo : están perdidos porque no saben donde están con la vulgar dialéctica de la de los melones .