La España moderna

Melinda

Un señor muy atractivo, español, aparentemente sofisticado y culto, miembro fundador del Partido Ciudadanos, ha hecho hace unos días unas declaraciones insólitas en una televisión que, en mi opinión, no han tenido la repercusión debida. Dijo Arcadi Espada, que el hecho de que, en España, estuviera aumentando de la manera que lo está haciendo la tenencia de animales domésticos era un síntoma revelador de que la gente tenía problemas psiquiátricos. En definitiva, los animales de compañía, alimentados, cuidados y protegidos por sus dueños, son un síntoma de locura, según el señor Espada.

No pudo extenderse Arcadi sobre esta declaración tan disparatada porque alguien le interpeló o contradijo, él se enfadó, y se fue sin mayores explicaciones. Yo misma vi todo esto en televisión: la intervención duró unos pocos minutos. No recuerdo de qué iba el programa.

No sé lo que opinará la comunidad psiquiátrica española de semejante despropósito. Pero yo, que no soy psiquiatra, tengo bastantes cosas que decir al respecto.

España es precisamente un país que, en nuestro entorno europeo, destaca por tener una actitud en absoluto amable o compasiva con los animales. Los datos del maltrato animal en fiestas populares de variado signo y color, y de abandono de animales domésticos son inigualables. Cualquiera que esté interesado puede observar esos datos. Es de todos conocido que las protectoras de animales en España no dan abasto en dar cobijo y curar de sus heridas a estos animales maltratados o abandonados, procurándoles, luego, una vida mejor, dándolos en adopción a gente que los va a tratar y a disfrutar de ellos como se merecen. Existen muchísimas protectoras a lo largo y ancho del país, pero, así y todo, no son suficientes, y existen también las protectoras especializadas en dar en adopción a estos perros y gatos españoles a gentes de otras sociedades europeas que se compadecen de ellos y que quieren adoptarlos para darles una vida mejor de la que tenían en sus pueblos o ciudades españolas.

Quizás el señor Espada desconozca esta realidad o no le interese conocerla en absoluto. Siguiendo la lógica de su argumento, los franceses, alemanes o belgas, por ejemplo, que adoptan a nuestros perros y gatos abandonados o maltratados, debe estar aún más locos que nosotros. Porque, dados los escasísimos recursos de muchas de estas protectoras, son ellos, los adoptadores extranjeros, quienes muchas veces sufragan el gasto del traslado de estos animales a sus países. Solo por eso: porque se compadecen de ellos y quieren darles una vida mejor. Gran locura para el señor Espada.

¿La compasión por los animales un síntoma de trastorno psiquiátrico? ¿El disfrutar de animales de compañía un síntoma de trastorno psiquiátrico?

Ya sé que este señor ha hecho otras declaraciones igualmente tremendas sobre otros temas, que no tienen que ver con los animales y sí con las personas. La empatía, la compasión no son temas que gusten a Arcadi.

He oído no pocas veces a filósofos y psicólogos reflexionar sobre la empatía y la compasión. No solo no son sentimientos que tengan nada de patológico, sino que son necesarios y convenientes en nuestras sociedades para paliar en algo los efectos de comportamientos verdaderamente despiadados de nuestros congéneres. Violencia contra las mujeres, contra los niños, contra los animales. La ley de igualdad de género nos ha hecho completamente conscientes de una realidad oculta hasta ahora para la mayoría de la sociedad. Pero los niños no están todavía debidamente amparados por las leyes. Los niños, que son la viva representación de la inocencia y de la necesidad de amparo, sabemos que casi no pasan tres días sin que nos enteremos de que alguno de ellos ha tenido que presenciar el asesinato de su madre, perpetrado por su propio padre. ¿Quién se ocupa de ese niño después? Nuestra legislación es pobre y el arbitrio de los jueces muy desinformado técnicamente de sus necesidades. Un verdadero calvario posterior para ese hijo traumatizado y que se ha quedado sin madre.

Nada que ver, por supuesto, con el trauma de un animal maltratado. Ni de sus consecuencias en la vida de cada uno de ellos.

Pero el animal es pura inocencia. Confía en nosotros. Nos necesita para sobrevivir y nos da su lealtad y cariño. Los perros. También los gatos. Solo hay gatos callejeros porque sus dueños no se ocupan de ellos: no los castran ni recogen a sus crías, si las tienen, y estas siguen procreándose. Ese es el origen. Hace tres veranos estuve en Bretaña y no vi un solo gato callejero, aunque sí abundaban en los jardines o tapias de las casas del pueblo. Había gatos, pero eran gatos caseros, bien tratados.

Nuestra legislación frente a los derechos de los animales ha empezado a moverse lentamente en los últimos dos-tres años y aún está casi todo por hacer. Hay denuncias de “perreras” municipales saturadas y si te encuentras a un perro abandonado en alguno de estos sitios tienes que elegir entre dejarlo allí a su suerte o llevártelo a casa.

No hay conciencia todavía en este país de que los animales no merecen sufrir ningún maltrato por parte de los humanos. Les debemos protección y empatía.

 

 

 

 

 

 

 

 

Un comentario en «La España moderna»

  1. Buenos días Melinda,caballeros callejeros y cabelleras al viento,sin coletas y a lo loco:
    Comparto la realidad del problema.
    El único pero que tengo es que hay cierto tipo de animalistas que tendrían que asistir a algún tipo de terapia que les hiciera ver que los gallos no violan a las gallinas,ni que soltar conejos de su cautiverio y dejarlos en libertad sea bueno para los cultivos de lechuga con que se alimentan.
    Otra cosa es el maltrato de los animales,que lleva implícito un deseo de emociones digamos exentas de humanidad.
    En fin…gracias por el artículo .

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