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Cuando la pandemia llegó a España, el principal error que cometió España fue tomar medidas demasiado tarde, iniciando el confinamiento en el momento en el que los contagios ya se estaban disparando. Algunos países lo hicieron mejor, pero hubo otros que se dedicaron a negar la evidencia, con consecuencias desastrosas. El gobierno español actuó de forma bastante razonable hasta el mes de junio, colocando la salud pública en el centro de sus políticas y provocando la disminución progresiva de la famosa curva. Hasta que llegó el mes de junio.
La economía había sufrido lo que no está escrito, y ciertos sectores convencieron a Pedro Sánchez de adelantar el levantamiento del estado de alarma, que debía prolongarse hasta primeros de julio y finalmente finalizó de manera abrupta diez días antes. El motivo: abrir las fronteras para aliviar al sector turístico. En algunas Comunidades Autónomas, como Cataluña, la fase tres duró menos de un día, con las fiestas de Sant Joan de por medio. Los efectos también son conocidos: rebrotes, limitaciones para venir a España y el hundimiento progresivo de gran parte del turismo. El afán por obtener beneficios a corto plazo se vio de sobras penalizado por todas las pérdidas generadas debido a la precipitación.
Durante los meses del verano, con las competencias en manos de los gobiernos autonómicos, no se tomaron las medidas adecuadas para preparar el inicio del curso escolar. Se nos dijo que se contrataría profesorado para disminuir las ratios, y en la mayoría de territorios no se ha hecho. Se nos dijo que habría distancia mínima de seguridad entre el alumnado de los grupos estables, y en muchos lugares la separación brilla por su ausencia. Se nos dijo que tal vez era bueno compactar la jornada y, con algunas excepciones, tampoco se ha realizado. Se nos dijo que se tendrían en cuenta los indicadores de la pandemia en cada zona, pero se ha abierto del mismo modo en casi todas partes. Se nos dijo que se priorizaría al alumnado que más había padecido el confinamiento, pero finalmente las pocas medidas tomadas han sido generalizadas sin excepciones.
En la Comunidad de Madrid, más allá del tema escolar, no se ha hecho prácticamente nada, llegando a una situación que no hace falta desarrollar en estas líneas. La única propuesta de Ayuso es tremendamente clasista, y consiste en confinar las zonas más afectadas, que son las más pobres. Eso sí, los trabajadores de esos barrios podrán acudir a prestar su fuerza de trabajo a las empresas ubicadas en otros distritos más acomodados, pero tendrán prohibido salir a pasear por los mismos.
En Catalunya, sí se procedió al confinamiento parcial de las zonas con mayor efecto de rebrotes, provocando una estabilización de los contagios, aunque en un nivel alto. Sobre el tema de los colegios, prácticamente todas las promesas del gobierno de la Generalitat resultaron ser mentiras que nos han llevado a un inicio de curso caótico, con grupos confinados en casi un 10% de las escuelas cuando aún no ha transcurrido la quincena de rigor para detectar el efecto de las escuelas sobre la expansión del virus.
No se ha regulado el teletrabajo para maximizar su aplicación en todos los sectores. No se han tomado las medidas adecuadas para abrir las escuelas. Pero se ha tenido muy claro que la clase trabajadora debía regresar a sus puestos de trabajo, y que el alumnado tenía que volver a las aulas.
El transporte público es utilizado para desplazarse a las oficinas, mientras la infancia es aparcada en colegios e institutos. Todo ello con el objetivo, otra vez, de favorecer los intereses económicos de una minoría a corto plazo, a la vez que aumenta la concentración de la riqueza en pocas manos a medio y largo plazo.
Además del clasismo que destilan nuestros gobiernos autonómicos, ante la pasividad e inacción del ejecutivo español, todo lo que se está haciendo es perjudicial incluso para la mayor parte de los sectores económicos. La apuesta por el teletrabajo y la necesaria inversión educativa estarían contribuyendo a frenar la expansión del coronavirus. Pero la táctica cortoplacista del beneficio a toda costa no hará sino provocar lo que ya ha pasado en las dos ocasiones arriba referidas, es decir, generar pérdidas incalculables en el futuro. ¿Cuántas veces estamos dispuestos a tropezar en la misma piedra?
Tiene razón en el título , tú eres Pedro ( Piedra ) y sobre esta piedra edificaré la desgracia de España , esa Wuhan del Sur europeo. El virus no se deja domar y por lo tanto es imposible pastorearlo con criterios de ganadero , solo cabe contenerlo como hacen frente al mar los holandeses con los pólders .
Es imposible dirigir una plaga hacia una clase en concreto. El fracaso de la contención de la segunda ola es el fracaso de España y su gobierno ,que se fue de vacaciones , y el fracaso de Sánchez e Iglesias.
Los detalles están en las páginas de las hemerotecas , también en DC. Una historia de cigarras que se fueron a cantar cuentos y abundantes hormigas negras.
«Una época insólita que necesita medidas insólitas » dice Sánchez , mientras corrompe con saña al poder judicial y debilita al Jefe del Estado en medio de unas cifras económicas enloquecidas. Lo peor de lo peor. ¿Clasismo? ¡ Venga ya !
No funciona casi nada. Y en medio de este desastre quieren acometer reformas temerarias vía decreto , conceder indultos, negociar presupuestos y aumentar el gasto.
¿ Favorecer los intereses económicos de una minoría?
¡¡Madre mia!!…cuanta bilis.
Nada en comparación con la que gasta esa pareja de insustanciales.
Iglesias a la bancada conservadora : « Nunca volverán a sentarse en un consejo de ministros » , « Vocalice » o « Cierre la puerta al salir »
El desprecio al poder judicial del tarugo :
« ¿ De quien depende la Fiscalía , eeh ? ¿ De quien depende ? »
El periodista balbucea : « deeeel gobierno ».
Pedro : « Pues eso »
Ese es el tono biliar “chulo piscina ” del gobierno.
Hasta ha logrado enfadar a Felipe González.
Ya somos legión para luchar contra la republiqueta , esa farsa cuyo perímetro se extiende no más allá de Galapagar.