Verónica Ugarte
“La medida de nuestro odio es idéntica a la medida de nuestro amor. ¿Pero no son éstas sino maneras de nombrar una pasión?”. Carlos Fuentes, “El Espejo Enterrado”.
“Si tu mueves ficha, yo muevo ficha”, palabras de José Maria Aznar refiriéndose a una supuesta charla que habría mantenido con Fidel Castro al llegar el español por primera vez a la Moncloa. Quiso apuntar alto y empezar a seguir una línea dura contra el gobierno de Cuba. Quiso que España entrara en los altos círculos de la política exterior, donde las potencias tienen un poder político y económico que les permite la injerencia en asuntos internos de los países que alguna vez fueron sus colonias.
Casi a finales de su mandato, Felipe González concedió una entrevista al diario mexicano “Reforma” donde afirmó con contundencia que el entonces presidente mexicano Carlos Salinas de Gortari era el mejor presidente que había tenido México. Las reacciones contra esta declaración, no solo percibida como absurda por la oposición, y como fuera de lugar al tratarse de un asunto mexicano, pusieron en la picota a González ante varios segmentos políticos y sociales en el país norteamericano. Simple: no gusta que nadie hable de asuntos internos y para ello se tiene una gran sensibilidad. Y la Doctrina Estrada, fruto de los golpes diplomáticos recibidos a partir de la independencia: “México no reconoce o desconoce gobiernos. México establece relaciones diplomáticas”. Sigue leyendo