Lluis Camprubí
Vaya por delante el respeto, agradecimiento y reconocimiento hacia los gestores sanitarios, en salud pública, epidemiólogos y responsables políticos situados en los distintos frentes tomando las decisiones. Tomar decisiones (por acción o por omisión) nunca es fácil, y más en un contexto de información incompleta, cambiante, de situación novedosa y sin referentes a mano (aunque se pueda aprender de los países afectados con semanas de antelación), sin modelos,… en definitiva de incertidumbre en aguas sociales y epidemiológicas no cartografiadas.
Para ir siguiendo la evolución de esta emergencia sanitaria sin precedentes a escala transnacional recomiendo este recurso de la Johns Hopkins , así como las cuentas de la OMS y el ECDC, y para la evolución doméstica la cuenta de Salud Pública . Aún hay muchas incertidumbres sobre parámetros epidemiológicos y patológicos del virus, de manera que en esta compilación del ISGlobal puede encontrarse lo que se sabe hasta ahora, y lo que no.
Empieza a ser entendido que el objetivo primordial ahora mismo, entre la contención y la mitigación, es el aplanar la curva. (“Flatten the curve!” como llamada imprescindible a la acción colectiva). Reducir la velocidad de la transmisión para que el sistema sanitario no se colapse. Desde Salud Pública lo explican aquí en video y dos grandes profesionales lo desarrollaban en esta columna.
Para ello, las medidas que deben tomarse desde las instituciones públicas para evitar aglomeraciones, flujos y concentraciones humanas deben alinearse con las conductas individuales de marcar el distanciamiento social y fomentar la higiene y la etiqueta respiratoria. Parece que las campañas conscienciadoras de los buenos hábitos individuales empiezan a llegar a la sociedad, como siempre también con una curva temporal de distribución y con un cambio de comportamientos lento y desigual. Respecto al reto del cambio en los comportamientos individuales este artículo en el BMJ resume algunos criterios fundamentales.
Parece también que ya hemos superado la fase de los llamamientos a la calma vacíos. Es necesario reforzar la explicación de la realidad, de los escenarios futuribles y lo qué hay que hacer para superarlo. Por supuesto que hay que mantener la calma y seguir confiando en las autoridades públicas y sanitarias. Son sólidas. El pánico y la desconfianza son el mejor medio para el caos sanitario y el sálvese quien pueda… actuando éstos de profecía auto-cumplida y acelerador de la polarización entre supuesto salvamento individual y perjuicio colectivo. Pero la disonancia cognitiva entre los llamamientos a la calma como mantra y la percepción del incremento de medidas de confinamiento ya no aguantaba mucho más. Ya ha pasado el tiempo de los calmadores sin más, que ya no resultan confiables. El sentido de la calma era un instrumento para evitar colapsos y disrupciones innecesarias, pero acabó siendo un vector para ralentizar la acción. En los inicios pudo hasta llegar a ser entendible la precaución y prudencia de algunos expertos, especialmente teniendo en cuenta el péndulo y la inercia al venir de un aparente (así ha cristalizado en parte del imaginario colectivo) exceso de celo en anteriores crisis sanitarias (aunque el contrafactual del qué hubiera pasado si no se hubiese actuado sea difícil de calcular). Pero ahora, con dureza estamos comprobando que la relativización ha sido profundamente insolidaria. Una comunicación seria y madura del reto colectivo (local, estatal, europeo y global) debería ser pues ahora la norma.
Así pues hay que dar la bienvenida la acción decidida de todos los gobiernos de forma intersectorial, en especial para reforzar el sistema sanitario, para asegurar que sea sostenible el aislamiento social en la tensión teletrabajo-cuidados-conciliación, y para que el transporte público para aquellos desplazamientos imprescindibles no sea un riesgo adicional.
Es sin embargo en imponer restricciones públicas a la movilidad y al exceso de densidad humana donde encontramos las mayores dificultades y resistencias, tanto en su impulso desde la administración pública como en su efectiva implementación. Seguramente este editorial de The Lancet “COVID-19: too little too late?” de hace unos días supuso para algunos profesionales una toma de conciencia sobre la necesidad de implementar sin más demora de tiempo medidas contundentes y efectivas para contener y bloquear la circulación tanto en los focos, como en las zonas con transmisión comunitaria, pero también las zonas a las que todavía no se había llegado a esos estadios. En crecimientos exponenciales la acción necesaria es cuando puede parecer demasiado pronto.
Aunque la vivencia social es compleja, plural y diversa sí que pueden observarse dos hechos: por una parte una mezcla generalizada de sensación de irrealidad debido a la novedad, al cambio diario y a la incertidumbre, y por otra sí que parece que empieza a asumirse la gravedad de la situación. En este sentido parece que colectivamente ya se han abandonado los estadios de negación y relativización, aún con algunas excepciones. Siendo así, ya sería factible de ser asumido socialmente pasar de ese incrementalismo reactivo (a lo “too little, too late”) y de los emplazamientos voluntaristas a medidas de aislamiento, bloqueo y prohibición coercitivas. Prohibir es la única manera de garantizar que la opción necesaria sea asumible por parte de los sectores más vulnerables (siempre que haya mecanismos compensatorios) y para evitar demoras y triquiñuelas de los incumplidores (sean personas o empresas).
Y es a esta ciudadanía a la que le toca asumir una situación excepcional. Parece –y es motivo de satisfacción- que predomina un espíritu comunitario y una mayoritaria voluntad de asumir la disciplina social. Sin embargo, los comportamientos ventajistas, “free-riders” y aprovechados (desde el sector privado sanitario que quiere hacer mayor negocio y desentenderse, a los individuos que al cancelársele su actividad aprovechan para ocio socializante, viajar o regresar a su casa familiar en otra provincia) son la mayor amenaza una vez se despliegan las necesarias medidas. De forma que en paralelo deben desplegarse las medidas coercitivas necesarias con la denuncia social concreta (“name and shame”). Contribuir a expulsar de la norma social estos comportamientos debe ser la segunda tarea ciudadana, sólo después de observarse las normas de distanciamiento social e higiene.
Por suerte parece que está penalizado socialmente aquellos comportamientos de actores que quisieran sacar rédito oportunista, ventajista o discursivo, sean responsables políticos desleales de la oposición política o ideológica, pero también aquellos que quieran aprovechar para su particular guerra cultural, o para su aprovechamiento para su causa concreta. Fenómeno que muta, por cierto. En los primeros estadios era con comparativas entre la epidemia y la supuesta mayor relevancia de su causa, y ahora es para mezclar la emergencia sanitaria con su causa particular, diluyendo la unicidad de esta pandemia.
En este momento dos falsas equidistancias entre lo sanitario y lo socioeconómico (como si fueran dos polos opuestos en un eje) son las que contribuyen más a la demora para poder tomar las decisiones necesarias con el objetivo de cancelar todo lo cancelable y asegurar un distanciamiento social efectivo y una baja movilidad de las personas. La primera es poner al mismo nivel los criterios de los actores sanitarios con los de operadores económicos. Todos son legítimos, pero hay una asimetría fundamental: la OMS y demás agencias en sus cálculos y recomendaciones tienen en cuenta (a veces demasiado) las disrupciones sociales y económicas derivadas de sus recomendaciones/acciones, mientras que los actores socioeconómicos no tienen en cuenta las derivadas sobre la salud colectiva de sus intereses. La segunda es el marco mental de poner en una situación de espejo presentista las restricciones sanitarias con las disrupciones socioeconómicas. Es justamente lo contrario, sin unas restricciones duras y estrictas ahora a la libre movilidad y agregación de las personas por criterios sanitarios, la disrupción socioeconómica en el corto y medio plazo puede ser pavorosa. Es realmente un problema cognitivo tener que pensar con anticipaciones de quince días con escenarios que no vemos ni palpamos. Dicho esto, a nadie se le escapa que el shock (fruto de las disrupciones comerciales y sociosanitarias) tanto en la oferta y en la demanda de esta crisis será monumental.
Esta crisis ha puesto de relieve la necesidad de un abordaje europeo y global (también en las contra-medidas monetarias y fiscales). Podemos ver que escala europea la comunidad de obligaciones y solidaridad no está funcionando suficientemente y a escala global hay algunos países que con su irresponsabilidad contribuyen a la expansión. Las competiciones a la baja, los ventajismos, y el comportamiento free-rider de algunos estados afectan a los demás. Igual que estamos aplaudiendo a aquellos países que han tomado (aunque sea tarde) medidas de contención-mitigación duras que han permito a ellos y al resto ganar un tiempo precioso, deberíamos encontrar los mecanismos diplomáticos multilaterales para desincentivar los comportamientos negacionistas, reticentes o relativizadores de aquellos que ignoran la amenaza o la aprovechan para su agenda particular. Más fácil de decir que de hacer, ciertamente.
Tiempo habrá de evaluar críticamente en lo específico las razones y responsabilidades si las hay de los “too little too late” concretos. Ahora –en medio de la crisis, que puede durar meses- es el peor momento en todos los sentidos (disrupción del foco y la prioridad, alteración de la confianza, falta de información y perspectiva,…). Cuando pase la crisis (que pasará) será pues el momento de evaluar lo que ha funcionado y lo que no. Con la calma y con toda la información disponible.
Ciertamente, los profesionales salubristas que nos lo miramos desde la barrera tenemos una perspectiva diferente a los que están gestionando en vivo y en tiempo real la crisis. Por una parte tenemos menos información pero por otra estamos más aislados de presiones y lógicas no sanitarias y de una supuesta necesidad de síntesis. En general desde la lealtad, el apoyo a las decisiones tomadas y la aportación constructiva las voces que se han levantado de los que no gestionan han intentado alertar de la gravedad y apretar para una toma de decisiones más urgente y drásticas. Deberían pues considerarse como un acompañamiento necesario de reforzar la exigencia para intentar vencer las resistencias y reticencias. Vengan éstas de los epidemiólogos instalados en la relativización y la calma, de los responsables políticos de pensamiento inercial o con demasiado interés en su contexto particular, de una opinión pública/da que responde con automatismos, o de los sectores económicos más damnificados.
Y tiempo habrá también para pensar y discutir sobre todas aquellas consideraciones políticas y geopolíticas. Pero no debería ser ahora el punto de discusión. Aunque es interesante ver la extensión de la diplomacia y el “soft-power” chino, la atonía europea y el repliegue acelerado estadounidense. Y a nadie se le escapa que de esta crisis, socialmente, es difícil que salgamos igual. Seguramente será muy diferente según territorios. O ganará puntos un sentido común y un “ethos” más comunitario y más solidario, que valore más lo público (y la salud pública, y también el carácter público del sistema sanitario) y entienda lo indisociable de lo público para el bienestar también individual, el “estamos en esto juntos”,… o ganará puntos un repliegue individual y grupal, de “sálvame yo” añadido a una amplificación de cualquier “nosotros versus ellos” basado en la identidad.
Resumiendo, ahora y entre todos es el momento de “Aplanar la curva”. Todas las medidas ayudan y son necesarias y ya a nadie debería preocuparle un hipotético reproche social (que no parece que vaya a darse al haberse interiorizado socialmente la gravedad de la situación) por un supuesto exceso de ambición en las medidas tomadas. Todo lo demás puede esperar.
Excelente artículo de Camprubí en todos los sentidos , uno de los mejores que he leído .
De su rico contenido , me quedo con esta frase :
“ En crecimientos exponenciales la acción necesaria es cuando puede parecer demasiado pronto.”
Creo que además rinde un servicio público notable y por ello me comprometo a extender su lectura a mi círculo de amistades.
Gracias por su artículo.
Excelente artículo.
Coincido en la calificación de excelente al artículo de hoy.
Excelente, sin duda. Se agradece.
Este país va a tener una deuda eterna con los profesionales de la sanidad pública, es admirable el trabajo que están desarrollando en circunstancias muy difíciles. Doy fe.
¿¿¿Doy fe???
Espero que esté usted bien don Polonio.
Nada que tenga que ver con el coronavirus. Gracias, PMQNQ.