El enigma catalán y el enigma Errejón

Juanjo Cáceres

Esta semana, entre los diferentes espectáculos que nos ofrece la siempre amena política española, hemos asistido al proceso de presentación de listas electorales, la cual había dejado pendientes algunas incógnitas, una de ellas si Más País conseguía presentar lista en Barcelona, territorio muy generoso este en lo que a aportación de escaños se refiere.Finalmente lo ha logrado, pero la forma de materializarlo ha sorprendido a propios y extraños. Íñigo pone al frente a un hombre desconocido, seguido de una mujer aun más de desconocida y completa el trío de cabeza un exdiputado mucho más conocido que los anteriores, Raimundo Viejo. Es con estos mimbres tan precarios que Íñigo ha completado su proyecto de candidaturas nacionales, un confuso conjunto de antiguas confluencias y antiguos cargos de Podemos, que más parecen una correlación de debilidades que una coalición bien asentada territorialmente. No deja de ser un resultado francamente decepcionante en alguien que hace cinco meses parecía querer comerse el mundo y que desde entonces no hace más que acumular derrotas: ha fracasado en llevar el cambio a la Comunidad de Madrid, ha fracasado en conservar el Ayuntamiento de Madrid y fracasa de nuevo en formular candidaturas solventes y un proyecto creíble tras ellas. Y consigue con ello pasar de ser alguien capaz de disputar el espacio del cambio a Podemos a tener que sufrir mucho para sacar una representación que no sea de mínimos, más allá de recortar votos a Pablo Iglesias.

De lo acontecido en Barcelona podemos extraer dos conclusiones opuestas: que Errejón no ha querido oponer una candidatura demasiado fuerte a los Comunes de Ada Colau. O bien que no ha sido capaz de armar nada mejor. Como sea, el factor Errejón cae en la más absoluta irrelevancia en lo que a campaña catalana se refiere, aunque venga a dar actos hablando en catalán. Los partidos en liza, pues, serán los mismos que la otra vez, aunque con el cambio del Front Republicà de Albano Dante Fachín por la CUP pura y dura, que haciendo caso omiso de sus convicciones anteriores, competirá por primera vez en unas Generales. Y nada de esto es baladí, ya que Cataluña va a ser el marco en que se va a dirimir la campaña dentro de poco.

En efecto, en unos días nos espera una sentencia donde se van a atribuir unos delitos muy graves a líderes de partidos muy relevantes y antiguos consellers de la Generalitat, entre ellos probablemente el de sedición, que prevé unas penas bastante largas en el caso de autoridades públicas. Los preparativos para el día D están a punto en todas partes: llamamiento al Tsunami Democrático en Cataluña, negociación en curso de manifiestos institucionales (del Parlament, de Ayuntamientos…), endurecimiento del discurso de los partidos estatales, derechización en el fondo y las formas del PSOE… En conjunto, una dura combinación para proporcionar lo que muchos anhelan: polarización.

¿Y a quién le puede ir bien polarizar? Pues básicamente a todos los que viven del brebaje nacionalista, ya sean de tipo español o catalán. Le puede parar el declive a un Ciudadanos hundido en las encuestas, revitalizar al PP más allá de los 100 diputados, puede resucitar el bipartidismo, reforzar al partido de Gobierno, lanzar al partido de Junqueras a latitudes ignotas en un voto masivo de solidaridad con los presos… Y fundamentalmente a quien mayor riesgo tiene de perjudicar es a los Iglesias y los Errejones de la vida.

Pues así se dibujan los primeros compases de una campaña tras la cual las cosas nunca volverán a ser iguales. Y dudo mucho muchísimo que nuestros bien amados partidos estén preparados para lo que se avecina.

3 comentarios en “El enigma catalán y el enigma Errejón

  1. Me gustaría ver un Tsunami Autoritario y otro Democrático para poder diferenciarlos ; doy por hecho que la forma de Tsunami se mantiene en ambos casos.

  2. Hay que hacer un esfuerzo de objetividad para que lo que uno dice sea interpretado como un analisis que puede tener pertinencia. De lo contrario pasa a ser interpretado como propaganda.

    Personalmente la propaganda (toda) va del buzón a la papelera que hay debajo.

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