La Implosión Turca

Magallanes

La ocupación de un parque por ecologistas y enemigos de la paulatina destrucción del perfil urbano de Estambul, fue contestada por la policía mediante un brutal ataque con palos y gas lacrimógeno, ataque que incitó a miles de manifestantes inundaran el parque y la plaza contigua al parque en los días siguientes. Fue una gran sorpresa ya que en el resto del mundo se percibía a Turquía como una democracia en la que no habría razones para que ocurriera nada semejante a las revoluciones primaverales árabes al estilo de las acontecidas en Túnez y Egipto.

Además, las mencionadas surgieron, al menos en parte, al albur del descontento popular por la falta de perspectivas de empleo fruto de un estancamiento económico prolongado. Nada más lejos de la realidad turca. La economía de Turquía lleva creciendo como media un 5% anual desde hace más de una década, con el consiguiente boom inmobiliario. El déficit y deuda pública están respectivamente por debajo del 2% y del 50% del PIB. La inversión extranjera es cuantiosa, aprovechando la elevada rentabilidad que proporciona  la construcción de rascacielos y superficies comerciales. Durante el gobierno de Erdogán, decenas de miles de turcos han prosperado, también los procedentes dela Turquíarural y  religiosa que constituyen el caladero electoral privilegiado del partido islamista gobernante Justicia y Desarrollo.

El éxito económico ha llevado al Gobierno a intensificar la planificación de grandes transformaciones urbanas, dejando de lado las opiniones de los ecologistas y amantes de la fisonomía actual de Estambul. Hay planes para un aeropuerto enorme, un tercer puente para atravesar el Bósforo y un centro financiero que podría eclipsar a los de Dubai, Singapur y hasta el de Londres, en los mejores sueños megalómanos de Erdogan.

¿Cómo se explica entonces esta rebelión ciudadana? Para responder hay que analizar el implacable ascenso del partido de Erdogán en las últimas décadas. El laicismo imperante desde la creación de la Turquía moderna se ha visto desgastado por el apoyo del estamento militar, propiciando sucesivas victorias electorales del partido comandado por Erdogan.

Su Gobierno ha puesto coto al tradicional intervencionismo político de los militares, lo que ha sido objeto de respeto por parte de la Unión Europea y Estados Unidos. Sin embargo, los avances democráticos no han tenido un reflejo similar en términos de independencia del poder judicial y libertad de prensa. Turquía es hoy uno de los paises con más periodistas encarcelados. No es de extrañar, pues, que ninguno de los periódicos, radios y televisiones informara demasiado durante los primeros días de lo que estaba ocurriendo en la plaza Taksim.

En 1998 Erdogán pronunció un discurso con la siguiente frase: “En este país hay una segregación entre turcos blancos y turcos negros. Vuestro hermano Tayyip (Erdogán) pertenece a los turcos negros”. Por turcos blancos se refería a los turcos bien educados, laicistas de clase media alta, integrados en la administración del estado, las fuerzas armadas y grandes empresas. Los turcos negros, en cambio serían los de las clases medias bajas, comerciantes, tenderos y operarios, cuyos padres venían de zonas rurales y para los que su fe musulmana era un elemento importante de su identidad.

En 2007 los poderes fácticos tradicionales trataron de que el Tribunal Constitucional declarase inconstitucional al partido de Erdogán por su fuerte confesionalidad. Fracasaron en el intento y desde entonces Erdogán ha ido alcanzando crecientes cuotas de poder sobre la base de sus sucesivas victorias electorales. Desde el principio no fueron pocos los que sospechaban que su objetivo último era la islamización de Turquía. Pero lo cierto es que las medidas que su Gobierno ha ido poniendo en práctica pese a las fuertes resistencias encontradas, podían ser interpretadas como de respeto a la libertad personal. Baste citar como ejemplo el escándalo producido por el hecho de que la mujer del Presidente llevara velo en los actos oficiales. ¿Por qué no va a llevarlo si lo desea? ¿Sólo porque los militares consideren que contraviene la doctrina de Ataturk?

En los últimos tiempos, la deriva autoritaria y arrogante de Erdogan ha hecho mella considerable entre sus defensores. Recientemente su Gobierno impulsó una restricción generalizada sobre el comercio de bebidas alcohólicas. Los que sospechaban desde el principio creen estar ante la confirmación de sus temores. Sin embargo, no son pocos los que apuntan al embriague de poder como causa primordial de las medidas que han provocado la revuelta.

La cuestión no es sólo que el plan sea allanar el parque contiguo a la plaza Taksim: es que pretende reemplazarlo con un centro comercial cuya fachada va a recrear la del antiguo cuartel general del Imperio turco que fue derruido en ese emplazamiento. Asimismo, pretende darle al futuro nuevo puente sobre el Bósforo el nombre del Sultán Selim I, famoso por su represión de la secta Aleví. En fin, da la sensación de que Erdogán mira al pasado, islámico y/o imperial, frente a la Turquía moderna que quiere entrar en la Unión Europea, juega en la Champions League y utiliza Facebook o Twitter como cualquier otro Estado europeo y ciertamente sus vecinos balcánicos.

Tras recibir a una delegación de los “indignados” ayer, gesto que por cierto le honra y que querríamos haber visto en España tras la ocupación de la Puerta del Sol por el 15-M- Erdogan propuso celebrar un referéndum sobre el futuro del parque. Sin embargo, a continuación advirtió a las madres de los manifestantes que sacaran a sus hijos de allí porque se le estaba acabando la paciencia.

Para cuando estas líneas se publiquen, es posible que las fuerzas de seguridad hayan vuelto a desalojar a los acampados en la plaza Taksim. De hecho ya son muchos menos que al principio y la policía está siendo más comedida en sus intentos por restablecer el orden. Más le vale a Erdogan olvidarse de sus sueños megalómanos y comportarse como un gobernante democrático. La inversión extranjera, de la que Turquía sigue estando muy necesitada, se mueve principalmente por el interés, pero parte del mismo requiere estabilidad.

Turquía es un gran país, en territorio, en población y en tradición y cultura, por más que nos resulte una gran desconocida. Erdogan ha conseguido grandes logros, al punto de ser considerado por muchos como la encarnación de que Islam y democracia no son incompatibles. No lo son, no tienen por qué serlo, incluso si Erdogan prosigue en su deriva autoritaria, provocada no tanto por sus creencias como por su empacho de poder. No lo son pero si Erdogan no toma nota de la revuelta, lo parecerán aún más.

3 comentarios en “La Implosión Turca

  1. Hola que tal…
    solo entro para agradecer a los articulistas sus entradas sobre la cosa turca… y para escribir una palabra…

    Kurdistan.

    A ellos tambien les propone referendum o ke ase??

  2. Yo soy de los que pensaban que los islamistas turcos podian parecerse a un partido de componente religiosa occidental , conservadores pero demócratas.
    Ultimamente estoy menos seguro de eso.Luego, claro, miras el Tea Party, miras a Orban en Hungría…y mi conclusión es que lo que puede que esté en crisis sea la democracia, como tal, pero eso a lo mejor es mucho arroz para un comentario nada más.

    En resumen, me da la impresión de que Erdogan es un autoritario que se puso piel de cordero, y ahora que le va bien, deja que se le deslice y asome un poco la patita lobuna.

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