Los tres COVID: el agudo, el long/persistente y el degradante-invisible

Lluís Camprubí

Hace pocos días la OMS concluía que la fase de emergencia para la salud pública de la COVID-19 se daba por terminada. Pero seguidamente sus responsables insistían en que sigue siendo un problema de salud pública que debe seguir siendo abordado de forma sostenida. Esta segunda parte es la que no debería olvidársele tanto a una ciudadanía como a unas autoridades políticas que mayoritariamente y de forma entendible quieren pasar página y centrar su atención en otros problemas.

Pero para abordar el reto para la salud pública de la COVID-19 debe entenderse en toda su complejidad su impacto en la salud fisiológica. Hay distintos COVID y deberíamos ponerlos todos en la ecuación. Los humanos somos bastante buenos en entender los impactos agudos y es con esta perspectiva como en general la sociedad ha ido interiorizando el impacto de la COVID.

El COVID agudo es el que genera la morbilidad los días siguientes a la infección (que se presenta desde formas casi asintomáticas, a cuadros similares a los gripales o en ya menos casos neumonías o cuadros que necesitan hospitalización) y la mortalidad (ahora muchísima menor debido a las vacunas). La disminución espectacular de la gravedad del COVID agudo es una noticia para celebrar y es lo que conecta con esa intuición y aspiración de “gripalización”.

Pero no deberíamos olvidar los otros impactos en la salud fisiológica del virus SARS-CoV-2. Y ese impacto crónico es más difícil de asumir en el imaginario colectivo: a los humanos nos cuesta más valorar impactos a largo plazo, pelear con lo crónico y dimensionar lo que no es tan visible y aparente, que resulta ser más insidioso. Ya que autoridades sanitarias y políticas han decidido transferir a los individuos la gestión del riesgo y de la protección, es honesto al menos dar la información completa para que ésta pueda tomar las medidas de auto-protección adecuadas que considere.

El segundo COVID es el “Long COVID” o “COVID persistente”. Después de tres años ya es muy evidente que un porcentaje significativo de las personas infectadas (hay estudios con distintas cifras, aunque podemos situar un consenso entre el 5 y el 10%) después de meses de la infección arrastran diversos signos y síntomas que les dificultan tener una vida normal. Presentan dificultades para respirar, para concentrarse, para hacer esfuerzos… con gravedad muy diversa, en algunos casos incapacitando o dificultando severamente una vida autónoma plena. Hay mucha literatura publicada al respecto. De recién publicación, son recomendables esta revisión publicada en Nature Long COVID: major findings, mechanisms and recommendations y este artículo de Ed Yong sobre las dificultades de su abordaje Long COVID Is Being Erased – Again . Este segundo COVID presente síntomas visibles y perceptibles por los afectados y aun así queda muy invisibilizado en la prevención de la infección y de la enfermedad. Lo que ya no pasa con el tercer COVID, que no presenta síntomas percibidos por los afectados.

El tercer COVID es el que podríamos denominar “degradante-invisible”. Aunque haya quién lo incluya dentro del Long COVID creo que es más útil distinguirlos. Es el impacto de incógnito del virus en distintos órganos y sistemas, aunque no sea perceptible por la persona afectada en momento. Impactos el sistema inmunitario, digestivo, nervioso, circulatorio… degradándolos y afectándolos de muy diversas formas (algunas referencias bibliográficas para cada uno de los órganos/sistemas pueden encontrarse en la Revisión de Nature mencionada antes). Está documentada la asociación de la infección por COVID con demencia, accidentes cerebrovasculares, alteraciones en la respuesta inmunitaria, diabetes… lo que tendrá un impacto futuro en la morbi-mortalidad.

Frente a esto, la pregunta clave a responder tanto individual como colectivamente es si las reinfecciones con el virus aumentan el riesgo de padecer el segundo y/o el tercer tipo de COVID. La evidencia disponible (este artículo-revisión también publicado en Nature vale la pena) sobre reinfecciones señala que sí, que a cada reinfección aumenta el riesgo acumulado de sufrir algún impacto post-agudo, aunque el incremento marginal a cada reinfección parece que se va estrechando).

De manera que reducir las reinfecciones (o reducir la transmisión) debería seguir siendo un objetivo de salud pública. A mi entender debería basarse en tres pilares, que creo aceptables por el grueso de la sociedad: 1) Una información precisa sobre los riesgos del COVID post-agudo para que la ciudadanía pueda tomar informadamente sus prevenciones y realizar una gestión del riesgo individual adecuada; 2) el uso de mascarillas en entornos hacinados, vulnerables, así como en espacios cerrados cuando haya aumento de la transmisión (con la necesaria mejora del sistema de vigilancia); y 3) una apuesta decidida por el fomento de la ventilación natural y mecánica de todos los espacios cerrados, públicos o privados.

Debemos felicitarnos por haber superado la fase de emergencia. Es algo impresionante que hemos hecho como humanidad. Ahora toca intentar reducir la transmisión para reducir los impactos crónicos, a la espera de la aparición de vacunas esterilizantes y/o tratamientos para el COVID persistente y el degradante.

Un comentario en «Los tres COVID: el agudo, el long/persistente y el degradante-invisible»

  1. Hay mas cosas : un informe nacional de lo que hicimos como país , las carencias y las fortalezas ; la respuesta institucional y las libertades en conflicto , ; etc etc

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