Normalicemos las discrepancias

David Rodríguez 

Durante las primeras semanas de gobierno de coalición en España han comenzado a surgir las primeras discrepancias en algunos temas. Como suele ser habitual, la oposición aprovecha para exagerar estas diferencias y proclamar la ingobernabilidad del país, mientras que desde el ejecutivo se les resta importancia. Desde mi punto de vista, es lógico que en un gobierno plural se debatan ciertos asuntos desde las distintas posiciones, incluso es bueno para que la población conozca los términos de la discusión, siempre y cuando no prevalezca el postureo y se llegue finalmente a una solución de síntesis que permita avanzar en políticas progresistas.La propuesta de ley sobre libertad sexual, que pretende blindar el ‘solo sí es sí’, no ha despertado el mismo entusiasmo en todos los ministerios, pero eso no ha sido obstáculo para llegar a un acuerdo. La sentencia de la justicia europea sobre las devoluciones en caliente abrieron otra brecha cuando Unidas Podemos la calificó de ‘incompatible con los derechos humanos’, hecho que llevó al ejecutivo a matizar sus declaraciones iniciales.

Otros temas, sin embargo, no parece que vayan a suscitar acuerdos, aunque no son decisivos para la gobernabilidad. La infame posición de la abogacía del Estado sobre el caso Couso sólo ha suscitado las críticas de UP, y la petición de investigar al presunto corrupto Juan Carlos I ha topado con una diversidad de visiones sobre los preceptos constitucionales a aplicar: la igualdad de todos los ciudadanos ante la ley o la inviolabilidad del monarca.

 Lo que llama la atención es la falta de reacción, de momento, ante las declaraciones del ministro Escrivá sobre dificultar las prejubilaciones. En un contexto de avance científico y tecnológico, de mejora progresiva de la productividad, de automatización y robotización crecientes, es difícilmente comprensible que desde una óptica progresista se pretenda que la gente trabaje más tiempo, mientras las experiencias de otros países y empresas demuestran que la tendencia debería ser a la reducción del tiempo de trabajo. El tema de las pensiones puede ser uno de los que provoque divergencias más profundas, dado además el enorme interés del sistema financiero para enriquecerse con su privatización.

 Finalmente, me parece loable la intención del Ministerio de Trabajo de publicar una guía sobre cómo actuar ante el coronavirus, teniendo en cuenta que trata de mejorar la participación de los comités de empresa en la toma de decisiones, pero no veo que haya sido acogida con gran devoción por otros sectores del gobierno. Este tema es muy sensible, porque si se procede, por ejemplo, al cierre de escuelas, debe indicarse a continuación con quién se queda el alumnado. ¿Con la gente mayor, es decir, los más contagiadores con los más vulnerables? ¿O con alguno de sus progenitores? Esto último conlleva tomar decisiones (que no recomendaciones) en el ámbito de las empresas, porque de lo contrario deja en la más absoluta indefensión a las familias trabajadoras, que dependen de la buena fe de sus empleadores para poder conciliar y no arriesgar la salud de nuestros ancianos.

 Más allá de todas estas discrepancias, han sido numerosas las medidas que se han tomado para avanzar en un sentido progresista: el aumento del salario mínimo, la subida de las pensiones, la recuperación de poder adquisitivo del funcionariado, la intención de frenar los desahucios, la supresión del despido por bajas justificadas, la limitación de la publicidad que fomenta la ludopatía o la creación de la mesa de diálogo con Catalunya son algunos ejemplos. Estas medidas pueden ser insuficientes para unos o excesivas para otros, pero no cabe duda de que suponen una ruptura respecto a las políticas reaccionarias del PP y por tanto un cambio de tendencia.

Las diferencias existen y existirán. La cuestión es saber resolverlas con propuestas en positivo y, sobre todo, que la mayoría social que sustenta el nuevo gobierno se vea correspondida con cambios significativos en la manera de hacer política y en los contenidos. El principal riesgo es que los avances se perciban como excesivamente tímidos por parte de la población más crítica, porque esto podría frenar el entusiasmo de cambio inicial. Iremos viendo con el paso del tiempo como se resuelven todas estas cuestiones.

2 comentarios en “Normalicemos las discrepancias

  1. Es difícil pensar en la suspensión de la batalla política dentro de una emergencia dramática.
    De manera natural nos interesamos por los salvavidas , su número y distribución en cubierta. Cualquier significante actúa en la distancia ellos / nosotros.
    El debate no es libre en tanto que es condicionado por una actualidad maleable por el último dato.
    Sin embargo es posible especular , sin poner en riesgo la necesaria y obligada serenidad , sobre la naturaleza de nuestro gobierno.
    Un gobierno, todo hay que decirlo , de circunstancias y por lo tanto no deseado.
    Su programa se hunde con el paso de los días ; no expansión del presupuesto obligatorio , ninguna urgencia de leyes de las llamadas progresistas y sí , todos y todas unidos en la emergencia nacional.

  2. Como pasar de lo moralmente deseable, incluso de un racional suboptimo, a lo que a unos resulta práctico en términos de impulsar su agenda, no es cuestion de luces, sino de intenciones, digo que las discrepancias no son normalizadas porque no se haya caído en ello, sino porque el explotarlas sirve, o creen que les sirve, a la promoción de determinados intereses. Y luego está que el ser humano es maravilloso pero no gran cosa, a la vez, y nos engañan con dos de pipas.

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