Carlos Hidalgo

En Estados Unidos tienen una broma con los gobernadores del Estado de Illinois y es que dicen que suelen acabar su mandato… en la cárcel. Cuatro de los últimos siete gobernadores del Estado de Chicago están o han estado entre rejas: Rod Blagojevich (el tipo que intentó vender el escaño de Obama), su predecesor, George Ryan, Dan Walker y Otto Kerner. Pues algo parecido puede decirse de la Comunidad de Madrid, salvo Joaquín Leguina, el resto de presidentes y presidentas de la región capitalina están pringados en casos de corrupción, a cada cual más pestilente: Alberto Ruiz-Gallardón, Esperanza Aguirre, Ignacio González y Cristina Cifuentes.  

La corrupción madrileña permea toda la organización del PP de Madrid, que se ha servido de ella para enriquecerse como organización, para comprar olvidos y para garantizar lealtades. El PP de Madrid tiene ahora el serio problema de tener que presentar a alguien para ser investido presidente de la Comunidad de Madrid y hay menos candidatos de los se podría pensar.

Me da la impresión de que esta situación tiene preocupada a la militancia del PP madrileño, que estará mirando de reojo a sus compañeros de la Comunidad Valenciana, donde lo máximo que rascan es una diputación. Y eso sin matarse entre ellos de la manera en la que lo están haciendo en Madrid.

Las hachas están lejos de enterrarse. La triste imagen del 2 de mayo de Cospedal y Sáenz de Santamaría apenas manteniendo las formas parecen augurar que nos quedan más dossieres, más vetos internos y más beligerancia. No tengo claro que esto suponga una espiral de descomposición en el PP madrileño, como dicen algunos. La estructura de favores debidos, corruptelas grupales y secretos compartidos puede ser muy fuerte. Si alguien como Bárcenas no tira de la manta es precisamente por la fortaleza que percibe de esa estructura. Y lo mismo se puede aplicar a los demás, incluso a personas tan resentidas como Francisco Granados o Ignacio González, que no dejan de proteger a sus superiores, aunque afronten penas de cárcel e ignominia.

Mientras tanto, tenemos a un PSOE-M en el que su líder, José Manuel Franco ya ha sido desautorizado en varias ocasiones por quien le puso ahí, Pedro Sánchez. La incompetencia funcional y los lastres orgánicos de la federación socialista madrileña están restando valor a un candidato tan valioso como Ángel Gabilondo, al que dan nulo apoyo orgánico y ningún soporte político.

Y de Podemos hablé la semana pasada. La metedura de pata de Bescansa disparó las alarmas, acobardó a Errejón y garantiza líos internos que les pasarán factura electoral.

Nos queda Ciudadanos, al que todo esto les favorece más por la combinación de acciones de los demás que por méritos propios. Aguado ha pasado de palanganero del PP a genial estratega gracias a una Cifuentes fuera de la realidad y a un vídeo del que suponemos no sabía nada.

Y así tenemos unas encuestas que van a favorecer a los que menos hacen. Pero, ¿de qué me extraño? Rajoy ha ganado varias elecciones.