Julio Embid
Nunca me gustó ir a cazar. Siempre dije que no iba porque no me gustaba madrugar los fines de semana. Sí de lunes a viernes el despertador te suena a las siete, lo que menos te apetece es madrugar los sábados y los domingos para ponerte el chaleco, la camisa, el pantalón gordo, una gorra y la escopeta para ir a pegarle tiros a las perdices o las liebres. En cualquier caso, nunca le vi la gracia a matar bichos y fardar en el bar. Y siempre me provocó arcadas ver fotos de jabalíes muertos chorreando sangre en una plaza mientras varios machos sonreían a su lado. Quizá ellos fueran felices por un momento, el del flash de la foto. Yo desde luego no. Y el jabalí o la liebre pues entiendo que tampoco.
El pasado domingo pusimos el despertador pronto porque teníamos una actuación y tanto la persona con la que me despierto como un servidor teníamos mucha faena que hacer. Preparar el vestuario (camisa negra, pantalón negro y zapato negro, en mi caso), cargar la estructura en la furgoneta, viajar hasta un pueblo de nuestra provincia en distintas furgonetas, montar el escenario en el pabellón municipal, comer de bocadillo, hacer tiempo contando chistes, maquillarse, vestirse y actuar para hacer felices a trescientas personas con un espectáculo de circo. Terminar, desmontar, cargar la furgoneta y volver a casa doce horas después de haber salido de casa. Ah y desmaquillarse y a dormir, que mañana hay que madrugar.
Cada cual llena su tiempo como quiere, pero nunca será igual el que lo hace para sí que el que lo hace pensando en los demás. Nunca he sido muy partidario de prohibir y jamás me veréis defendiendo la prohibición de anacronismos como la caza. Ahora bien, a mí nunca me veréis con un rifle y cartuchos colgando del chaleco. Prefiero ponerme una nariz roja, un sombrero negro y un chaqué blanco y sonreír. Y al día siguiente, lunes y vuelta a empezar.
El otro día estuve en una pescadería muy frecuentada en estas fechas y una clienta que me precedía se dirigió al propietario en estos términos:
– Tomás , ponme esa lubina y le cortas por el dorso a lo largo , no por el vientre ; y también le arrancas los ojos , las aletas y la boca , que me produce dentera.
Y qué decir de las almejas crudas y el sufrimiento que les genera unas gotas de limón , o de los pobres gusanos que desde la tierra que les vio nacer son atravesados con un anzuelo y, horrorizados , miran con estupor a ese monstruo de las cavernas que finalmente los engulle.
La pesca , la caza , el alpinismo , el descenso de cañones , la lepidópterología , el clavadismo , etc etc , no son anacrónicas ni producen arcadas ; tampoco el toreo …
El que tenga o deje de tener interés por otras actividades nunca debe ser objeto de comparación siempre que esté ausente la crueldad , es decir el placer en producir dolor , no el de sentirlo porque ¿ qué haríamos con los sadomasoquistas ?
Somos la especie más rara de este mundo , más incluso que los grandes saurios , y nuestro vigor y autoprotección mejoran con la tolerancia y el derecho .
El hacer de payaso ( no el payaso ) -con todo el debido respeto a su persona- , no invalida el karate o el rugby como disciplina ( tengo experiencia breve y traumática en las tres actividades ) así que me parece muy bien que usted dedique su tiempo a lo que guste . Personalmente me atrae mucho el ciclismo desde hace años y la vida del pelotón porque voy sentado viendo el paisaje y charlando cuando no hay cuestas.
Pues a mí, quitando la caza con arco, cazar me parece una brutalidad, también si es un coto privado y pagando por cada pieza. He ido de caza y las apostadas de escopetas tirando a perdices o los tiros a cientos de metros a los corzos con rfles con mira, no son deporte. Totalmente de acuerdo con el articulista. En el rugby o el kárate tampoco se busca o desprecia el sufirimiento ajeno.
Y los toros, que tienen tanta magia y tanto arte y tanta historia, perfectos pero sin picador y sin espada, y así vemos quién tiene verdaderos guevos, que tanto mola a algunos.
A mí no me gusta la caza y tampoco la deshumanización de los cazadores por el efecto Walt Disney , y mucho menos otras pasiones que juegan arbitrariamente con la honorabilidad de la sangre derramada ; el articulista contrapone dos imágenes que además carecen de conexión , la fetidez de un jabalí que se muestra como trofeo y la idílica de la bonhomía de un payaso y su público , de preferencia infantil. Y se contraponen los actores . No me gusta nada , como los excesos del feminismo , los veganos , ecologistas y moralistas de toda laya.
Nuestro respeto incondicional es a la sangre humana que se derrama por una acción violenta. Luego , y no necesariamente por este orden , vienen las ballenas , el gran simio ,,y todas aquellas que recuerden la nuestra.
Si una convención conservacionista limita la caza de ballenas debemos considerarlo como consideramos la voladura de un templo por los guerrilleros del Dios de los creyentes , porque atenta a nuestro patrimonio , el único posible y calificable en términos civilizados.
En general no es de buen gusto recrearse en la matanza del cerdo , tan cercano y racial . Pero nunca cabe comparar – yo el primero – la matanza con la labor de un payaso y mucho menos condenar a los chacineros mientras tomamos un bocadillo de jamón desprovisto el animal de su forma original.
Pues yo he disfrutado enormemente en mis mas de sesenta años de cazador, desd que mi padre ya me llevaba con nueve años hasta que la dejé ya cumplidos los setenta.
Siempre he cazado con perros, tanto de muestra como de caza al salto. De hecho siempre he dicho, cuando me apuntaba a un coto, que los socios eran mis perros y yo el acompañante.
Entiendo que a muchos no le gusta la caza