Lluis Camprubí
A continuación publico una transcripción aproximada (editada y traducida) de mi intervención en el panel “El futuro de la democracia en Europa: ¿Cómo defender los valores nucleares de sociedades abierta y plurales?” que tuvo lugar en el marco del Congress of Young Europeans, celebrado en Praga el pasado 1 de septiembre. El congreso fue organizado por la Green European Foundation y la Heinrich Böll Stiftung https://cz.boell.org/en/cye2018
Esta cuestión, y su espejo, “cómo combatir la nueva derecha reaccionaria, nativista, soberanista y antipluralista”, deberían ciertamente centrar buena parte de nuestras reflexiones, preocupaciones y acciones. Es una amenaza muy seria a la ilustración, a la fraternidad, a la democracia, a la convivencia en y entre sociedades complejas, y al progreso.
A modo de resumen respondiendo a la pregunta diría lo siguiente: Defender las sociedades abiertas y plurales debe hacerse ya reactivamente en algunos estados-miembros como Hungría y Polonia que ya han introducido cambios constitucionales y de funcionamiento antipluralistas, de blindaje autoritario y de persecución de minorías. Deben defenderse desde los actores opositores en los propios estados y con la vigilancia y sanción desde las instituciones comunitarias, lógicamente. Y prevenir que arraiguen en otros estados. Pero también debemos prestar atención, y frente a esto aún se disponen de menos mecanismos, para combatir la penetración e influencia de estos gobiernos o de los partidos que los apoyan o sus aliados en otros países, tanto en valores como de prácticas, en la acción en las instituciones comunitarias o intergubernamentales. Eso en la vertiente institucional. Socialmente debemos dar la batalla por las ideas (no hay que olvidar que aunque les podamos ver un punto nihilista, esta cosmovisión seduce a alguna gente), confrontarlos y construir y reforzar las redes de solidaridad, también paneuropeas, que hagan inviable su arraigo social.
Estamos en Praga y la moderadora nos había preguntado si vemos alguna conexión con el 1968. No soy muy amigo de intentar establecer paralelismos entre realidades y contextos tan diferentes. Creo que no ayudan y confunden. Sin embargo, ayer mientras visionábamos “Jan Palach” una idea concreta me retumbó. En un momento de la película, la coprotagonista coge un panfleto de origen desconocido del suelo y sorprendida exclama ante lo que le parecía como fuera del consenso colectivo… “¿Pero no éramos todos socialistas?”. Pues bien, la situación actual parece que nos ha cogido como un poco de sorpresa exclamando, “¿Pero no éramos todos pluralistas?”.
Intentaré estructurar mi intervención en tres bloques: 1) Diagnóstico de la situación; 2) los distintos enmarcados a tener en cuenta; y 3) algunas cosas que deberíamos hacer. Parto del hecho de considerar que aquí todos vemos la importancia de la democracia y el pluralismo, y de algunos atributos fundamentales, como es el respeto a los derechos humanos, al “rule of law”, a la separación de poderes, el respeto y protección a las minorías, y la necesidad de contrapoderes sociales e institucionales fuertes. Seguro que todos vemos su importancia, pero es fundamental asumir que hay sectores y personas que no lo ven tan relevante. Así que nuestros esfuerzos deberían ir en dar la vuelta a aquellas visiones difusas e intuiciones de personas y sectores que expresan dudas al respecto. Y por supuesto tanto profundizar la democracia como hacer que las cosas funcionen y tengan legitimación por sus resultados. Pero a la vez combatir firmemente a aquellos vectores políticos y personas que hacen de la pulsión antipluralista/antidemocrática parte de su programa político.
Empezaré por algunos elementos del diagnóstico.
En el auge de esta ola reaccionaria hay distintos factores, causas y causas de causas. Aunque es importante el debate y caracterización, y es una discusión profundizada en la academia, no deberíamos intentar explicarlo con una sola clave, sino que deberíamos intentar pensarlo desde la complejidad y entender más las interacciones y conexiones entre ellos. Se ha intentado establecer si depende más del factor económico (crisis), o en cambio del “cultural backlash” (fruto de creencias, resentimientos, incertidumbres, miedos, prejuicios, o de resistencias a perder supuestos privilegios de base identitaria). Ambos factores son relevantes, aunque seguramente con un impacto distinto por sus inercias y decalaje temporal diferentes. Yo añadiría dos elementos más, también interconectados: las fallas de las políticas seleccionadas (el pack austeridad) y la incapacidad/impotencia democrática. Sin menospreciar tampoco la habilidad política de algunas de estas fuerzas.
Lo segundo es tener presente algunas características definitorias de esta derecha “populista” (aunque la etiqueta no sea precisa, y sea mejor quizás hablar de chovinista y reaccionaria), además de la evidente “antiinmigración” y su pulsión autoritaria y con mimbres tradicionalistas. Todas son relevantes porque todas deben ser abordadas y combatidas: son fuerzas antipluralistas (negadoras del pluralismo de la sociedad y de sus mediaciones políticas); contrarias a los contrapoderes sociales y a la división de poderes institucional; promotoras de repliegues nacionales; y partidarias de la delimitación y confrontación de un “us vs them” basado en una combinación identitaria-nativista.
Un tercer elemento es el qué ha cambiado político-institucionalmente, al margen del aumento en distintos países de la representatividad electoral de estas fuerzas y teniendo presente que la realidad en cada país es diferente. Para mi lo relevante y preocupante es la rotura del cordón sanitario, que ya haya fuerzas políticas democráticas que colaboren o estén dispuestas a colaborar con estas fuerzas de derecha extrema.
Algunas ideas respecto a los enmarcados, ahora que tanta centralidad adquieren los “frame”.
Deberíamos separar, que a veces los mezclamos y confundimos, tres enmarcados distintos: el del conflicto político en el que se inserta esta cuestión; el enmarcado de los campos en las próximas elecciones europeas; y el de lo qué está en juego. Respecto al conflicto político debemos asumir con normalidad que el segundo eje (“cleavage”) de conflicto político (al margen del izquierda-derecha) ha venido para quedarse, aunque no para sustituirlo, esperemos. Como lo entendemos y definimos no es neutral. No acaban de ser del todo útiles, ni políticamente ni analíticamente, ni tienen la misma intencionalidad política el “abierto/cerrado”, o el “librecambistas vs proteccionistas”, o el globalistas/localistas o “cosmopolitas vs nativistas”. Aunque es evidente que en estas disyuntivas escogemos el primer polo del eje y que en estas confrontaciones nunca iríamos con la banda del repliegue pienso que analíticamente es más útil el eje que se usa en la academia de GAL vs TAN (greens-alternative-libertarian versus traditional-authoritarian-nationalists con el añadido de integración vs demarcación). Y qué políticamente deberíamos contribuir a intentar dibujar el de partidarios de una profundización de una integración democrática a escala europea versus los que no (sea porqué ya les va bien el disloque actual o porqué promueven un repliegue nacional). Un enmarcado distinto es el que queremos para la confrontación en las próximas elecciones europeas. En este sentido, parece útil la idea que circula de dibujar tres campos: 1) fuerzas pro-UE y pro-cambio; 2) fuerzas pro-UE y partidarias de mantener el statu quo; y 3) fuerzas nacional-soberanistas. Desde el situarnos en el campo 1 debemos saber confrontar diferencialmente con los otros campos. Y en tercer lugar, tener claro el enmarcado de lo que nos jugamos con el auge de estas fuerzas: tener la posibilidad desde el pluralismo de construir una integración democrática europea; o si adquieren suficiente fuerza iniciar un camino de atomización autoritaria y de relaciones transaccionales entre estados europeos.
Entrando en el “qué hacer”, primero quisiera señalar una paradoja/dilema que requiere finura.
Estas fuerzas pretenden convertir la cuestión migratoria en la discusión, tema y conflicto central. Lo que beneficia únicamente a su proyecto. Y cuándo confrontamos, contribuimos a cristalizar que sea central. Aunque es evidente que debemos confrontar en ideas y valores, con datos y razones, y con la emocionalidad, distinguiendo los abordajes entre demandantes de asilo e inmigrantes en su confusión interesada, con distintas proporciones de humanismo, pragmatismo y asunción de fundamentos civilizatorios y de derechos humanos, y aportando propuestas no disruptivas y la necesaria visión que las soluciones deben ser a escala europea. Pero a la vez que confrontamos y damos alternativas, no debemos quedarnos ahí, y debemos empujar nuestras prioridades, y la agenda de la seguridad económica, y su siamesa, la fiscalidad.
En el “qué hacer” pues, lo primero es “politizar” el debate europeo, haciendo visibles y confrontando los distintos modelos y propuestas socioeconómicos, ambientales y de democratización.
En segundo lugar dar una importante batalla ideológica, a dar especialmente contra los chovinistas y nacionalistas, sobre el por qué Europa es campo de batalla político básico y por qué necesitamos que sea un área democrática fundamental: como un espacio de paz, fraternidad y alternativa a las pulsiones chovinistas, y porqué es la escala adecuada (son obvias las limitaciones e impotencias del estado-nación) para abordar los grandes retos de la humanidad: cambio climático, domesticación al servicio del interés general de la Inteligencia Artificial y regulación de las conexiones cerebro-flujos de datos; reducción de las desigualdades; disponer de posibilidad de contrapoder a la oligarquía financiera y a la financiarización de la economía; y tener capacidad redistributiva y regulatoria con inmunidad de tamaño a las competiciones a la baja entre territorios. En definitiva, tener la escala política adecuada para los retos fundamentales, es decir ecualizar el área democrática, política y de políticas fiscales, con el área de mercado y monetaria, y a la vez como espacio suficiente desde el que intervenir en la circulación global de capitales, en las cadenas de producción / valor añadido internacionalizadas, en un cierto orden internacional multilateral, o en los asuntos con transcendencia sobre el plantea y/o la especie. Es obvio que ello requiere también, y esa es una tarea acumulativa, el ir generando un demoi, un demos plural, de agregación, que mire al futuro, que debe tener su anclaje en unos valores basados en la democracia y los derechos humanos, en un objetivo/propósito compartido, y donde uno de los aglutinantes debería ser el “estamos en esto juntos”, la interdependencia.
Hacer que la UE/UEM funcione para todos y atienda las necesidades materiales y expectativas de muchos sectores es uno de los requerimientos para neutralizar la pulsión antipluralista. Dos proyectos, para hacer que esto funcione, deberían centrar nuestros esfuerzos: Primero, reformar la UEM (eurozona) de manera que pueda ser un espacio de progreso compartido, cohesión, convergencia y resiliente a las crisis que vendrán. Para ello la UEM requerirá de capacitación fiscal, y legitimación democrática. Diversos soberanismos se quejan de una posible unión de transferencias. Sabemos que para la convergencia y para contrarestar los efectos diferenciales de los shocks de las crisis, necesitamos trasferencias en el marco de la UEM y de la UE, pero si en algunos espacios/territorios es difícil de explicar quizás debería ponerse el acento en el interés compartido de disponer de capacitación y distribución fiscal. Y segundo, dotar de contenido el pilar social, a modo del mayor legitimador por resultados que exista. Esto implica articular propuestas como el seguro de desempleo de alcance europeo, pero también un ejercicio más profundo de innovación social, de pensar entre todos versiones post-nacionales de lo que han venido siendo los estados-nación de bienestar, no como un simple sustituto europeo de éstos, pero tampoco como un simple mecanismo de coordinación entre éstos.
Una atención especial requiere el qué hacer en la cuestión de la democraticidad. Debemos ser los profundizadores de la democracia a escala europea, tener la capacidad de inyectar legitimación democrática en todos los ámbitos. Hay que dar respuesta y atender a las consideraciones y preocupaciones legítimas, algunas difusas y contradictorias, sobre los déficits democráticos existentes, tanto a nivel estatal como europeo, ya que a veces sólo ponemos selectivamente el foco en uno de ellos. Debemos atender a escala europea la insatisfacción con la perceptible opacidad y desresponsabilización, a mi entender fruto de las dinámicas del intergubernamentalismo. Y atender lo que expresan las diferencias que observamos en el eurobarómetro , al “my voice counts in EU”, la pregunta sobre si uno percibe que su opinión influye en la UE, donde vemos que en algunos países es el 30% de la población que piensa que su voz importa, mientras que en otros, el 60%. Otro elemento clave para superar la desresponsabilización e ininteligibilidad es aprender la separar lo qué depende de los estados-miembros y sus acuerdos; de lo que está en los tratados, y lo que depende de las hegemonías y mayorías existentes en las instituciones comunitarias. Hace pues falta una aproximación y propuesta de democratización, que es la opuesta al antipluralismo nacionalista que proponen las fuerzas reaccionarias y nativistas. Esta profundización democrática de la UE y sus instituciones debe entender la complejidad y la interdependencia, lo que significa que tampoco pueden replicarse sin más institucionalidades existentes en los estados, pero que debe pensar especialmente los mecanismos de legitimación democrática y su claridad, y por lo tanto la inteligibilidad de los procesos y lugares de decisión. Y reducir el peso del intergubernamentalismo, donde la asimetría de poder entre estados es combustible para agravios y repliegues, y fortalecer más la institucionalidad comunitaria, al servicio del interés general. Las apelaciones a recuperar una supuesta soberanía nacional que hacen las fuerzas “TAN” son fruto de la impotencia democrática de los estados-nación. Sabemos que la única soberanía (efectiva) posible sobre los asuntos centrales es a escala europea, por lo que quizás nuestro vector (y concepto clave) debería ser la capacidad democrática.
Acabo. Hay que defender los valores pluralistas y la democracia con todos sus atributos. Y hay que hacerlo en cada uno de los estados-miembros, y en el conjunto de las instituciones europeas. Y hay que confrontar a las fuerzas y gobiernos partidarias de repliegues nacionales y autoritarios con los mecanismos sancionadores y coercitivos disponibles, pero también con la batalla ideológica y la movilización cívica, y con dibujar un proyecto de futuro ilusionante, que disponga de mecanismos para absorber los cambios rapidísimos que se están dando, que sea comprensible y atienda a las necesidades y preocupaciones de la mayoría de la población. Que haga que la democracia funcione.
El oxígeno para los partidarios del cierre autoritario y nacionalista es en dos sentidos: que fuerzas de otros espacios adopten parte de su agenda, y que se les normalice en las relaciones y colaboraciones con las otras fuerzas. Para esto último, es de extrema preocupación que distintas fuerzas de la derecha democrática hayan roto el cordón sanitario frente a ellas, abriéndose a acuerdos. Además de criticarlo y denunciarlo, ya que es muy goloso usarlo de munición para la batalla partidaria, deberíamos hacer todo lo que esté en nuestra mano para que no cristalice la rotura y pueda ser posible cimentar el cordón sanitario. En este sentido, a escala europea creo que deberíamos proponer a las familias políticas europeas del campo democrático: los verdes, la izquierda alternativa, los socialistas, los liberales, y los conservadores (sabiendo que algunos de sus miembros estatales ya no están disponibles para esto), un “grand bargain”. Un gran acuerdo que incluya un enfoque compartido y la voluntad de acuerdo (asumiendo que habrá renuncias cruzadas por parte de todos pero que aborde todas las preocupaciones) en las grandes líneas sobre tres temas centrales: reforma de la eurozona; política europea de inmigración; y política de seguridad, defensa y exteriores (con la cuestión candente de la autonomía estratégica y el multilateralismo). Pienso que ahora mismo es el mejor mecanismo para excluir a estas fuerzas partidarias de un cierre nacionalista y autoritario y evitar su normalización. Dicho de otra manera, es todo lo lejos que creo que ahora mismo se puede llegar institucionalmente en asegurar un frente democrático antifascistizante.
Gracias por publicar en Debate Callejero su intervención en the Congress of Young Europeans .
Nada que añadir.
Bueno …si me permite hacer un Off topic sobre La manifestación independentista de La DIADA del 11S….les traslado mi conclusión:
Kit independentista a 15€
Multiplicado por un millón de asistentes igual:
iNegocio Redondo!
iii15 millones de €.!!!.
Seguro que los benéficos se donarán a una ONG internacional por los derechos humanos,no creo que lo empleen de manera espurea alentando la segregación de los que no piensan como ellos…verdad?
Ejem….glups!
Seguramente Luis conocerá «Antisistema» de Pepe Fernandez Albertos, ex debatiente callejero. Está publicado en libros la catarrat y toda, de manera muy pertienente, muchos de los temas de su tesis.
También recomendado a todos los demás que lean esto, por supuesto.