MCEC
¿Es posible considerar la reciente condena a De Juana por amenazas terroristas un dislate jurÃdico y estar de acuerdo con la previsible sentencia condenatoria contra Henry Parot por pedirle a la dirección de ETA que intensificara la campaña terrorista? A mi juicio es perfectamente coherente. De Juana publicó dos artÃculos de prensa que si no fuera un miembro de ETA con 25 asesinatos a sus espaldas nadie interpretarÃa como amenazas, no digamos ya amenazas terroristas. En cambio, Henry Parot escribió una carta aconsejando endurecer el terror a quién estaba en disposición de hacerlo. Dejemos de lado la calificación penal más adecuada a semejante conducta, sin duda innoble: ¿complicidad? ¿tentativa? ¿conspiración para el crimen? En todo caso, para mis cortas entendederas la conducta de Parot, dejando de lado su sangriento historial, es claramente punible penalmente. Mientras que la de De Juana no debiera en principio serlo y, de serlo, merecedora de no más de un sexto de la pena impuesta porque otros terroristas condenados por amenazas terroristas similares lo fueron a una pena de dos años mientras que a De Juana le cayeron doce.
La diferencia me parece tan clara que prefiero centrarme en un ángulo de la carta de Parot que me ha parecido bastante interesante. El asesino le recomienda a su dirección asestar golpes más fuertes y razona que el Estado se sentó a negociar con ETA en Argel después del trágico atentado contra la casa cuartel de Vic que acabó con la vida de, si no recuerdo mal, cinco niños.
Como buen psicópata, sobresale inconscientemente el ego de Parot al atribuirse asà el mérito de haber arrastrado al Estado a la mesa negociadora, porque fue él uno de los autores de aquella matanza. Pero lo más relevante no es eso.
Lo importante es que cuando fue escrita seguro que su razonamiento era compartido por muchos otros etarras: el Estado sólo cederÃa, primero en forma de aceptar negociar y luego en forma de concesiones polÃticas, si ETA seguÃa asestándole golpes.
Ya sabemos que Pakito y otros encarcelados perdieron la fe ante la falta de resultados y gracias a la regeneración inducida por la carcel. Antza, Ternera y otros optaron por el camino contrario al recomendado por Parot: detener los asesinatos y secuestros, bajar la intensidad de las bombas y enviarle recado al Gobierno de que habÃan llegado a la conclusión de acabar la violencia si se les ofrecÃa una salida dialogada. Pero o bien el cambio de actitud no fue completo o bien no afectaba a la mayorÃa de los terroristas y tras la falta de resultados tangibles rápidos de su alto el fuego permanente decidieron dar un toque de atención a su manera tradicional. Aún aceptando que ETA no quisiera segar vidas en la T4 lo más revelador, a mi juicio, es la persistencia de esa visión perversa según la cual el Estado cederá más cuanto más fuerza demuestre ETA.
Zapatero se embarcó en el proceso de paz tras muchos meses sin muertos, que probaban la voluntad de desistir expresada directa o indirectamente por la banda. Asà si, a bombazos no. La respuesta al atentado no puede, por supuesto, abrazar la misma filosofÃa: golpeo de vuelta y tan fuerte para no dar muestra de debilidad. No, el Estado de Derecho tiene sus lÃmites y debe respetarlos. Al menos el nuestro, ajeno a la filosofÃa de “israelizada��? de Bush.
La respuesta debe ser, evidentemente, eficacia policial y judicial. Y también firmeza polÃtica: subrayar por activa y por pasiva que la única opción para el fin dialogado del “conflicto��? pasa por el desistimiento previo de la violencia. Por principio, porque no queda otra y también porque ellos, o unos cuantos entre ellos, aún piensan que la violencia no es contraproducente para sus fines polÃticos. Y hay que hacérselo ver por la fuerza de los hechos.
PD: algún lector memoriado recordará que en los dÃas posteriores al atentado, y sigo haciéndolo, yo expresaba la esperanza de que nuestras fuerzas de seguridad fueran capaces de asestar un golpe espectacularmente eficaz a la cúpula de ETA. Me parece lamentable que después de cuarenta años de hacer frente al terror, veinticinco años de democracia y veinte de cooperación francesa, todavÃa tengamos tan pocos recursos, o tan ineficaces, destinados a poner fin a la más grande amenaza a nuestra democracia. Lamentable.