Antesala
De niño, cuando se acercaba el verano y hablábamos de nuestros destinos veraniegos en el patio del colegio, siempre contaba, con la felicidad ingenua de la infancia, que pasarÃa el mes de agosto en casa de mis abuelos. Como los de muchos otros, mis veranos transcurrÃan lentamente en la tierra que habÃa visto nacer a mi madre. Hijos de castellanos, de extremeños, de andaluces o de gallegos volvÃamos en septiembre contando correrÃas estivales en montes, playas o rÃos, fiestas en honor de una patrona y reencuentros con amigos de temporada. Los abuelillos pasaban las tardes de otoño en los bancos de la plaza, relatando con nostalgia vivencias de su juventud en La Mancha, historias de maquis de Cuenca o emigraciones forzosas del campo de Jaén.
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Recuerdo que, escudriñando el pasado de mis bisabuelos, sin ser consciente de que las partes tuvieran que sumar uno, solÃa decir que era mitad andaluz, mitad castellano y algo de canario. Un dÃa descubrà que, tanto yo, como todos mis compañeros de juegos, éramos madrileños, porque ser de Madrid era ser hijo o nieto de emigrantes. Quizá ayudara el hecho de que nuestros apellidos, de procedencia castellana, no permitieran la distinción del origen. Aunque creo que la razón última es que el pueblo de Madrid ha sido siempre un pueblo mestizo, acogedor con los de fuera, que siempre se han convertido en los de dentro de forma inmediata. Todos hemos sentido nuestros orÃgenes familiares con pasión, en perfecta armonÃa con nuestro carácter de madrileños. Esta idiosincrasia colectiva es la que nos ha definido desde siempre y, quizá, su esencia pueda resumirse en la campaña publicitaria «Si vienes a Madrid, ya eres de Madrid».
Recuerdo el Madrid de los fines de semana de los ochenta como una ciudad popular, con bares repletos de gente tomando el vermut, niños intercambiando cromos de la mano de sus padres en la plaza de Quintana, gentes invadiendo las tabernas de Huertas en las tardes de sábado, la famosa movida que promovÃa Tierno Galván con sus bandos. Madrid, que fue la última plaza republicana, que fue lugar de manifestaciones de estudiantes y obreros en los setenta, trataba de hacerse un hueco en la modernidad democrática a golpe de impulsos ciudadanos, llenos de esa impronta tan madrileña, amalgama de gentes de todas partes.
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El Madrid de los ochenta era muy distinto al de la década anterior, en el que inspectores de gris pedÃan el carné en la Gran VÃa y los autobuses periféricos escupÃan a los trabajadores de los suburbios tras jornadas laborales interminables. Y de la misma forma, el Madrid de los noventa dejó atrás los pelos enmarañados, al estilo de Alaska, para poblarse de nuevas tribus urbanas, de calles asfaltadas en los arrabales y de vagones de metro más limpios que aquel de la lÃnea 1 con trasbordo en Sol que cantó Patxi Andión.
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Hoy, los autobuses llegan a los intercambiadores de la ciudad desde más lejos. En ellos se mezclan acentos castellanos y caribeños con sonidos indescifrables en árabe de Alhucemas, rumano o polaco. Van cargados de mil desdichas, de ahorros dilapidados, del recuerdo de amigos que quedaron en el camino. Pero van llenos de las mismas ilusiones, de la misma nostalgia por la tierra abandonada y de los mismos sueños de nuestros abuelos.
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Madrid ya no es una ciudad de gentes de España, de cañas de cerveza y de churros con chocolate. Muchos bares de Lavapiés ya no sirven pinchos de tortilla. Los shawarmas han ido desbancando silenciosamente a las paellas de pollo y guisantes que se servÃan los domingos en el Rastro. Pero los peones siguen siendo de fuera y continúan trabajando bajo el cielo helado de diciembre. Y de la misma forma que los hijos de los obreros empezaron a llenar las aulas de las universidades con los primeros gobiernos socialistas, ahora empiezan a graduarse esos otros madrileños de apellidos impronunciables. Los gitanos con sus carros llenos de chamarilerÃa han ido desapareciendo de nuestras calles, que han empezado a poblarse de rumanos con los labios cortados por el frÃo que se abalanzan sobre los parabrisas de los coches en los semáforos. Los barrios de las afueras se siguen plagando de gentes nacidas muy lejos, hoy mucho más lejos, más allá de La Mancha, de la Alcarria, o del campo de Jaén.
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Madrid ha dejado de ser la que era, como cada década. Pero en ésta hemos dado un paso atrás. Ya no es esa ciudad de gente amable y acogedora. Ya no saludamos a la mujer del piso de al lado, que ha vuelto a ponerse el velo, como cada mañana, antes de salir de casa. Ya no podemos enorgullecemos de la diversidad, que rechazamos, ni de nuestra hospitalidad, que se ha borrado de sopetón. Quizá en la próxima década, o tal vez en la próxima generación, una mujer castellana pueda sentirse entre los suyos cuando viaja en el autobús con sus vecinos, de dondequiera que hayan venido. Sólo entonces podremos volver a ser dignos de anunciarnos ante el mundo diciendo que «Si vienes a Madrid, ya eres de Madrid».
El artÃculo de hoy es pura lÃrica subjetiva.
Para mà el Madrid de los 70, en lo poco que recuerdo es el de los autobuses azules con cobrador y las calles sin asfaltar de la periferia, el de los 80 es el de los yonquis en cada esquina, robándote la paga semanal, en cuanto te veÃan sólo y de los desvencijados vagones de metro de antes de la guerra, con asientos de madera, remaches en las juntas y bombillas desnudas en el techo.
El de hoy dÃa es el de todos esos inmigrantes extranjeros, sufriendo, al igual que los españoles, el paro y quejándose, como nosotros y con nosotros, de este desgobierno que no está a la altura de nada, ni de su propia ineptitud.
Por cierto, los gitanos siguen, en el Rastro, Lavapiés y los Carabancheles, en la Ventilla y Hortaleza, En Villaverde y Vallecas. Y Vicálvaro. Como siempre. Sólo que ahora van en furgoneta.
Por cierto, los obreros, con los primeros gobiernos socialistas, dejaron de existir: los hijos de los obreros de Franco llenaban las colas del INEM y las del camello del barrio, esperando su dósis necesaria para soportar la total falta de espectativas.
Parece que hubiéramos vivido en ciudades distintas, claro que yo nunca pisé los jardines ni de la Moncloa ni de los adosados de los nuevos ricos del Partido.
Mi abuelo era zapatero,de vez en cuando lo ibamos a visitar a Madrid y una vez fuimos con mis abuelos al pueblo donde nacio mi madre Almendralejos,para mi fue una odisea.
Siempre que ibamos a verlo,aprovechabamos para visitar a todos mis tios y mis primos y el siempre estaba presente en nuestras vidas.
El olor y sabor del pollo al ajillo que hacia mi abuela envolvia todos mis recuerdos.
Ese es el recuerdo de Madrid que tengo desde mi tierna infancia.
Han pasdo los años y en mis visitas siempre he añorado los caminos de tierra que llevaban a la casita de mis abuelos que vi la primera vez que tengo grabada en mis recuerdos.
Una familia de Badajoz que se fue a Madrid y de ahi se expandio por toda España.
Eso fue bonito ,lo unico bonito de vivir gobernado por un caudillo al que le cantabamos «el cara al sol» en los campamentos de la O.J.E.
Buenos dÃas!!
Hola Antesala, yo tengo una relación de amor-odio con Madrid… Copio la letra de una canción que todos conoceis, pero que tiene 2 finales y a mà me gusta este…
Pongamos Que Hablo De Madrid
Allá donde se cruzan los caminos,
donde el mar no se puede concebir,
donde regresa siempre el fugitivo,
pongamos que hablo de Madrid.
Donde el deseo viaja en ascensores,
un agujero queda para mÃ,
que me dejo la vida en sus rincones,
pongamos que hablo de Madrid.
Las niñas ya no quieren ser princesas,
y a los niños les da por perseguir
el mar dentro de un vaso de ginebra,
pongamos que hablo de Madrid.
Los pájaros visitan al psiquiatra,
las estrellas se olvidan de salir,
la muerte viaja en ambulancias blancas,
pongamos que hablo de Madrid.
El sol es una estufa de butano,
la vida un metro a punto de partir,
hay una jeringuilla en el lavabo,
pongamos que hablo de Madrid.
Cuando la muerte venga a visitarme,
que me lleven al sur donde nacÃ,
aquà no queda sitio para nadie,
pongamos que hablo de Madrid
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Amistad, Comprendo que fuese una odisea llegar a Almendralejos. De hecho no se como lo encontrásteis. Más fácil hubiese sido si tu madre hubiese nacido en Almendralejo, ya que esa población cae cerca de Mérida y la hubieses encontrado con facilidad. Comprendo que desde tu isla, la distancia es mucha, pero alejar la almendra a base de añadirle una «s» es un problema. Hoy con los navegadores es más fácil,ya que si le hubises puesto «Almendralejos» te hubiese respondido ….. Ande vás!!!
Una pregunta, ¿ Comprastes cuando fuistes los caramelos de anis, en forma de baul que casi te llenaban la boca, clasicos de Almendralejo en esa época?
Yo el Madrid que mejor recuerdo era el de principios de los 60 cuando estuve interno en el Ramiro de Maeztu, sacando el preu. Recuerdo las salidas, los sábados por la tarde, con el padre Magariños al pabellón deportivo donde el Estudiantes, de los entonces Vicente Ramos, Codina y otros, jugaba al baloncesto. Ni que decir tiene que el partido clasico era el que los enfrentaba al Real madrid de Emiliano, Sevillano, etc. De ese Madrid al de hoy, que deciros,…… algo ha cambiado.
Fernando V ….la s era una metafora….era la primera vez que «viajaba» tan lejos…jeje.
Lo de los caramelos de anis ,no me acuerdo….pero ya mas jovencito me acuerdo de un guateque con mis primos/as y unas amiguitas…solo bailamos canciones lentas con luz roja….parecia que intentaramos «rebelarnos algo en el cuarto oscuro»….jeje.
Uy …que me pisado una caca popular….que asco….y ahora como me lo limpio…jóe.
«La fiscalÃa anticorrupción asegura en su escrito de conclusiones sobre la trama empresarial dirigida por Francisco Correa y vinculada a administraciones del PP que la investigación ha destapado la existencia, a través de diversa documentación, de unos pagos de al menos 7.393 euros en regalos de ropa al presidente de la Comunidad Valenciana, el popular Francisco Camps, por parte de la red corrupta. Asà se desprende del escrito de 18 folios fechado el pasado 18 de febrero y que forma parte del voluminoso sumario remitido por el juez Baltasar Garzón al Tribunal Superior de Justicia de la Comunidad Valenciana, el que debe decidir si admite a trámite la causa».
Digo yo que despues de este escrito de conclusiones por parte de la fiscalia ,les permitira a los responsables del partido popular ,acusar al fiscal general del estado de prevaricación.
¡Pumpido,que van a por ti!….no vayas a ver un partido de futbol y no se te ocurra acercarte al arbitro,no vaya a ser que te acusen de comprar el partido.
Amistad, no conocerás a la familia Moreno, de los Moreno de toda la vida, allá en Almendralejo o Almendralejos…??
Solo veo Cordón…es….
Gracias Antesala:
De Madrid…al cielo?. Ni puñetera idea ya que casi siempre que he acudido a Madrid ha sido, bien por motivos de trabajo, bien como escala provisional hacia otros lugares…excepto los meses que estuve, también provisional, en un lujoso hotel de Carabanchel recientemente derribado. Pero esos no cuentan, no?.
Amigos si, amigos de Madrid que son de Tordecilla, o de Trujillo, o de Casarejos, o del mismo Madrid …incluso de Bilbao. Es más, muchos de Bilbao, porque los de Bilbao y alrededores somos de dónde nos da la athlética gana.
Saludos y buena digestión.
Hola Lezo! yo tengo algo de Bilbao en la sangre, debe ser que por eso también cuando quiero soy de donde me da la gana…jeje
Enhorabuena, Sarah…o no.
Gracias Antesala por tu artÃculo. Yo soy de los emigrantes que, quizás, algún dÃa tengan hijos que vayan a veranear al pueblo de los abuelos. De hecho, mi experiencia se aproxima más a la de los padres que describes que a la tuya. Lo de ir del pueblo a la ciudad no es sólo un fenómeno de los 60…..
Lo que comparto contigo es esa sensación de acogida que uno vive en Madrid. Es fenomenal no sentir que te piden ascendencia para poder dar tus opiniones. También tuve la suerte de vivir un tiempo en Bilbao y cada vez que opinaba de polÃtica tenÃa que pedir perdón por no ser de allÃ.
Recomiendo a los coblogueros la lectura del artÃculo de VÃctor Lapuente en El PaÃs sobre la corrupción en España: http://www.elpais.com/articulo/opinion/hay/corrupcion/Espana/elpepiopi/20090327elpepiopi_12/Tes/
No sólo está bien escrito, sino que huye de los lugares comunes y afirmaciones absurdas que nos tienen acostumbrados muchos articulistas del periódico global -por ejemplo, el artÃculo de hoy de VallespÃn o el de Félix de Azua de hace unos dÃas-. Por fin alguien que no acaba diciendo que la solución a los males de la democracia es moral!!!
Lezo sà hombre sÃ, es muy práctico, cuando te gusta un sitio eres de ahÃ, y cuando no pues no… es libertad! jeje
Por cierto Antesala, Mallorca también está llena de mallorquines de la penÃnsula… y del resto del extranjero. Pero es curioso, con excepciones los isleños se juntan con los isleños, y los de fuera con los de fuera, será cosa de las islas.
No sé si será asà en Ibiza…
depende de en que fiesta termines de madrugada….jej.
claro claro…jeje
Muy bonito artÃculo, Antesala. Yo llegué a Madrid desde mi ciudad de origen a instalarme en el Colegio Mayor para hacer la carrera. Hace muchos años. Y ya no me fui más. Unos años a estudiar fuera de España y luego siempre Madrid. Me encanta Madrid, el de los años en los que llegué, el de los setenta cuando volvà de USA, y el de los ochenta, y el de los noventa y el de ahora. Me gusta su vitalidad, el que nadie te pregunte de dónde eres y que a nadie le importe. Y me gusta su mezcla de razas y de culturas actual. Me recuerda a ParÃs la primera vez que me fui a vivir allÃ, era tan distinto entonces a Madrid. Ahora no hay esas diferencias tan brutales con ParÃs o con Londres o con NY.
Muchas gracias Antesala. A mà hay dos tipos de ciudades que me gustan, aquellas en las que es fácil no sentirse forastero (las que absorben) como Nueva York o Madrid, salvando las distancias, y aquellas en las que es un placer ser un forastero (las que acojen, sin modificar demasiado su «alma») como Roma o Lisboa. En todos los lugares interesantes los oriundos están un poco padados de sà mismos (en Madrid, pues no menos) pero es un mal generalmente tolerable. En algunos lugares son casta aparte y ya es menos grato.
Pero para todas las ciudades, integradoras o acogedoras, el desafÃo es cuando los que vienen no son manchegos, como se ha dicho aquà (yo, por cierto, nacà en la Mancha), sino personas y familias étnicamente mucho más lejanas. Curiosamente, algunas de las ciudades que mejor reciben, al menos en un primer momento, parecen ser las más indiferentes, y no demasiado acogedoras, con respecto al extraño (Amsterdam, digamos), pero todas terminan mostrando el potencial de miseria que existe entre vecinos. Madrid necesita volverse más frÃa para recibir mejor, porque ya nunca va a recibir como amigos: necesita menos cacas de perro, menos ruido en los bares, menos meadas en el portal y un respeto escrupuloso con las colas y la propiedad pública; me parece que son bienes complementarios con lo que más hace falta, respeto, ya que cariño no habrá, con el extraño, sea o no convecino. A veces cuando veo que se lamenta la pérdida de modales (dudo que los madrileños nunca tuvieran muchos) simpatÃa (cualidad a menudo sospechosa) me congratulo si pienso que puede ser un primer paso hacia un respeto más frÃo por normas y personas.
Parece ser que soy el tercer orieundo manchego en liza, no, si al final va a resultar que somos todos del mismo pueblo.
Como en el caso de PMQNQ yo también vine aqui a estudiar y aqui me he quedado, no se si para siempre jamás , pero si para mucho tiempo.
Hay una cosa que valoro mucho de esta ciudad que es, efectivamente, lo abierta que es su sociedad. A las dos semanas los compañeros de trabajo, o de gimnasio, o de curso de alfareria (pongamos por caso) ya se están yendo a tomar unas cañas juntos, y a los seis meses ya pareces de aquà de toda la vida, hasta se coge el deje algo «chulegggco» en la entonación. Tengo amigos que vieven fuera, por ejemplo en Suiza o Berlin, y sus colegas de trabajo han tardado dos y tres años en darles el telefono móvil, no hablemos de llamarles, que eso es otro cantar.
Sin embargo tengo que coincidir con dos cosas manifestadas por Antesala y Tareq en sus artÃculos.
Es verdad que una de las enseñas de Madrid nunca ha sido ni el calor de sus gentes ni su buena educación. Por la calle son mas bien rancios, mas bien secos y mas bien bordes, bastante frios en el trato cotidiano, con poco respeto por los demás y un pelo egoistas. (nadie es perfecto)
Item mas si el tema se traslada a los extranjeros, creo que hay no poco de racismo soterrado (o evidente a veces), de soberbia y mala baba. Tambien creo que en ese rio revuelto mas de uno trata de pescar, y en lugar de curar estas enfermedades infantiloides, las eleva a categoria de problema social, por supuesto que el/ella/ellos pueden solucionar si se les da el poder para ello.
De Madrid será lo que los madrileños quieran, si los lideres polÃticos son una imagen de la sociedad que representan, esta sociedad ha visto pasar a Tierno Galvan, Leguina, Rodriguez Sahagun, Barranco , Manzano , Aguirre, Gallardón… no se muy bien lo que quiere decir, pero la deriva no me convence demasiado…
saludos y buen fin de semana
Siento no poder explayarme. Madrid se define sobre todo por su profundo paletismo. La gente tiene más dinero que hace 30 años, pero sigue siendo tan cazurra, cerril y desagradable como en los tiempos de Paco MartÃnez Soria (QEPD).
Mas lo sentimos nosotros,Don Cicuta 22….jeje.
Pues a mà la gente no me parece ni tan cazurra, ni tan cerril ni tan desagradable como a don Cicuta. Sin querer decir con esto que no haya cazurros, cerriles y desagradables para dar y tomar. Pero también hay gente divertida, acogedora y simpática. Ya lo dije antes: a mà Madrid me gusta, con todos sus defectos. Aunque cada vez haya más tontos de los cojones, que también hay muchos.
Muy emotivo artÃculo Antesala, gracias. Sobre todo para aquellos que han llegado en su juventud y se han hecho madrileños. Yo llegué a los 12 años y fuà al Ramiro de Maeztu como Fernando. Yo no estaba interno sino que vivÃa con mi tÃa en un chalet que estaba en La carretera de ChamartÃn, ahora Paseo de la Habana. Entonces aquello era como estar muy lejos del centro. Mi tia me introdujo en «las esencias» de Madrid, llevándome a una representación de «La Verbena de la Paloma». Se representaba, además, en una corrala del barrio de Lavapies. Me pareció genial. Para mi tÃa eso era el verdadero Madrid, poblado de chulapas con pañuelo a la cabeza y mantilla en los hombros y mocetones con gorra con los dedos pulgares metidos en los bolsillos del chaleco. Ese Madrid ya no lo conocà yo, como tampoco oÃa ese tono chulesco con el que hablaban en la verbena. Para mi, Madrid se manifestaba en sus tranvÃas y autobuses de 2 pisos repletos de viajeros y, como otros han contado, viejos vagones de metro a los que se accedÃa en Estaciones que habÃan sido decoradas con azulejos estilo andaluz. Por las afueras de Madrid se veÃa el canalillo de Isabel II dando sus vueltas.
Pero desde entonces he visto un continuo crecimiento, cada 2 o 3 años las afueras retrocedian. El canalillo desapareció. Tambié los estudios de cine CIFESA en la prolongación de General Mola desaparecieron. El viejo hospital de San Carlos de Atocha se convirtió en el Museo Reina SofÃa. Y asà sucesivamente.
La imparable globalización ha hecho que el Madrid actual no tenga nada que ver con aquello. Es una metróolis parecida en su quehacer diario al de cualquier otra urbe de cualquier otro paÃ. Los fines de semana se produce una diápora por enormes autopistas. Gentes de todas las razas pueblan el metro y los autobuses. En la Puerta del Sol quedan como vestigios de un pasado una estatua del oso y el madroño, otra de la Mariblanca y otra de Felipe IV que antaño estaba en la Plaza Mayor. Ya no hay un solo centro, para cada grupo de relaciones sociales hay un centro distinto. Para mà lo mas bello de Madrid lo constituyen El Paseo del Prado, El Paseo de Recoletos, La Puerta de Alcalá y El Retiro, y en Cibeles, los 4 edificios que rodean la plaza. Si bien Felipe II trajo la capital de España a Madrid, quien verdaderamente le dio su esplendor fue Carlos III y el alcalde que en 1915 tuvo la osadÃa de despejar la zona ahora ocupada por la Gran VÃa.