Jelloun
La noticia polÃtica del dÃa de ayer ha sido, sin duda, la propuesta presentada por Arnaldo Otegi de integración de Navarra y Euskadi en una única “autonomÃaâ€? dentro del estado español, previa “aprobación de los ciudadanos de ambas comunidadesâ€?, como salida polÃtica al conflicto existente. Medios tan poco sospechosos de afinidad con Otegui como los diarios del grupo Vocento calificaban –al menos en sus primeras reacciones, en las ediciones digitales – de “insólitaâ€?. ¿Por qué es novedosa esta declaración? De entrada, porque es la primera vez que los máximos exponentes de la izquierda radical vasca hablan con esa naturalidad de aceptar la autonomÃa dentro del estado español, algo sin precedentes desde que surgió esa corriente polÃtica. La rebaja respecto a sus planteamientos históricos ha sido evidente. No tanto por la desaparición o postergación de la autodeterminación, como exigencia previa para la resolución del conflicto -hasta ahora una constante en su discurso-, como por la aceptación del hecho autonómico. Aunque sólo fuera por eso, la declaración de los dirigentes de la ilegalizada Batasuna es llamativa y digna de ser considerada con atención.
No es cierto que la propuesta sea “más de lo mismo� como ha declarado tan rápida como previsiblemente Mariano Rajoy. ¿Acaso le hubiera merecido la misma consideración ver a un Otegi enardecido llamando a hacer uso de “todas las formas de lucha� o reivindicando los contenidos de la alternativa KAS? ¿Cómo olvidar que la reclamación constante de los demócratas hacia Batasuna ha sido que reconocieran la legitimidad del estatuto autonómico y la necesidad de respetar la voluntad de los ciudadanos navarros?
SÃ, además de eso, Batasuna dice que seguirá luchando por la autodeterminación y la “unificación de todos los territorios vascosâ€? pero eso sólo significa revalidar su ideologÃa nacionalista –algo obvio-, y no ha sido eso lo que los ha enfrentado al resto de la sociedad vasca y española sino su pretensión de imponer ese ideario por la fuerza. La traducción práctica de la propuesta de Batasuna es su voluntad de competir –en el mercado democrático-, con el resto de las fuerzas nacionalistas por el voto de los ciudadanos. Bienvenidos sean. No es casual que la otra indisimulada reacción de contrariedad ante el anuncio haya sido la del gobierno de Ibarretxe, reclamando para sà el “copyrightâ€? de la idea. Como si el interés de la iniciativa no residiera en eso, en que lo que ha sido acervo común de los demócratas sea ahora asumido por quienes se han situado durante décadas extramuros del sistema.
Al igual que ocurrió tras el atentado del 30-D Ibarretxe muestra su oportunismo mas descarado. Quizás porque si Batasuna sigue empeñada en ocupar la parte de la escena polÃtica que le corresponde, se desvanece un poco la ilusión del lehendakari de recuperar el protagonismo perdido y hacer negocio sobre las cenizas del electorado radical.
Porque el otro dato importante que subyace en la propuesta de Otegi es que revalida su apuesta por la continuidad del proceso polÃtico que, en realidad, no llegó a arrancar formalmente durante el proceso truncado por la bomba de Barajas. Frente a lo que podÃamos sospechar –tras el desconcierto en que la bomba de Barajas provocó entre el abertzalismo radical-, parece que Otegi no está fuera de combate o amortizado. Y que ETA sigue considerando vigente el proceso abierto con su declaración de alto el fuego.
En la medida en que la polÃtica ocupa el centro del escenario, se ahuyenta la expectativa del regreso de la violencia terrorista pura y dura. El lenguaje empleado por los portavoces de Batasuna no es el que cabrÃa esperar de un periodo de “rearmeâ€? o preparación para una fase de recrudecimiento de la violencia como se preveÃa.
Apostar por la continuidad del proceso polÃtico tal como hace Otegi implica, para ellos, afrontar el desafÃo que suponen las próximas elecciones municipales y forales (Navarra). La declaración de Otegi parece incompatible con el desistimiento de Batasuna en esas elecciones. No pueden permitirse el lujo de quedar al margen. Tras la declaración de ayer, no serÃa sorprendente que los dirigentes de la izquierda abertzale asumieran la necesidad de su legalización, en los términos planteados desde el Estado. SerÃa un paso coherente. Y que a su base militante no le costarÃa aceptar si ya se asume la idea de una autonomÃa dentro de España. Se admiten apuestas.