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Al presidente colombiano, Ã?lvaro Uribe, últimamente le crecen los enanos. Todo iba bien con el desarrollo de su Ley de Justicia y Paz, esa que permite la desmovilización y “reinserción de los grupos paramilitares a la sociedad civilâ€? a cambio, de una “rebajaâ€? de las penas. Las autoridades colombianas estaban contentas por el desarrollo de los acontecimientos. Cacareaban los hombres – y alguna mujer- del equipo de Uribe que casi 31.000 Paras, los miembros de las Autodefensas Unidas de Colombia, se habÃan desmovilizado. Todo parecÃa un éxito pese a las quejas de las miles de vÃctimas que se atrevieron a cuestionar por qué los autores intelectuales y materiales de las masacres, torturas y expolios pasearÃan tranquilos por las calles. Cierto es que habÃa voces que acusaban a su gobierno de relación con los Paras y de ser indulgente con ellos, pero no pasaba de meras acusaciones informales. Asà las cosas, de golpe, todo cambió.
Desde su cárcel de ItagüÃ, Salvatore Mancuso, uno de los lÃderes más importantes de las Autodefensas Unidas de Colombia, advirtió mediante un comunicado de algo preocupante: el rearme de, al menos, 5000 paramilitares. Poco caso se le hizo, pero lo cierto es que las autoridades de Colombia detuvieron a 900 Paras por reincidir en sus delitos. Luego, otro histórico de las Autodefensas, Carlos Mario Jiménez Naranjo, conocido como Macaco, que pasa por ser la mano de hierro de los paramilitares, según la inteligencia colombiana, también advirtió de que existen más de 300 mandos medios “respecto a los cuales no se tiene rastroâ€? y menos aún control alguno. No se olvidó de recordar que otros 40 lÃderes nacionales, es decir, casi el 50% del total, no se han sometido a la justicia y no se espera que lo hagan, tal y como dice Macaco, “por razones que ampliamente conoce la Opiniónâ€?. Las vÃctimas de todos ellos, esos que piden reparación, también las conocen, pero no cesan en su empeño en pedir justicia.
A Uribe las cosas se le empezaban a torcer. Sus hombres de confianza salÃan para desmentir las cifras que comunicaban los lÃderes de las Autodefensas; incluso, negaban la mayor: De las Ã?guilas Negras, como denominó Mancuso a estos grupos de Paras rearmados, no se tenÃa constancia. Pero fue Macaco quién les dio su dirección en su comunicado: Operan – decÃa este homÃnido en su comunicado- por el Caribe, el oriente y sur del paÃs y en el Urabá antioqueño y chocoano. Poco después la revista colombiana Semana lo contrastó en un excelente reportaje. Y además, añadió Macaco,“deambula por el paÃs una población ociosa de 20.000 desmovilizadosâ€?, de los cuales muchos entrarán a formar parte de las Ã?guilas Negras. Los primeros sÃntomas lo vimos hace dos semanas, cuando aparecieron los cadáveres de tres personas, todas ellas conocidas por su empecinamiento en conseguir de los tribunales una reparación por los bienes que le incautaron los Paras.
Algo estaba saliendo mal. La PolÃtica de Seguridad de Ã?lvaro UrÃbe, plato fuerte en sus mandatos, empezaba a estar en entredicho. Pero en eso le llegó al presidente un golpe de suerte. La liberación de Fernando Araújo, secuestrado por las FARC desde enero del 2000 se convirtió en la noticia estrella, y no era para menos. El ex ministro con el gobierno de Pastrana habÃa huido durante el enfrentamiento entre la guerrilla y el ejército, durante una operación de rescate. Uribe pronto lo convirtió en un sÃmbolo del éxito de su polÃtica de lucha contra la guerrilla, esa que no ha practicado con tanta intensidad con los grupos paramilitares. El Caso Araújo fue un balón de oxÃgeno para un presidente al que le empezaban a apretar la corbata.
Pero el proceso de desmovilización de los paras tiene consecuencias lógicas que quizás Uribe pensaba que podrÃa ocultar. Las declaraciones de los pocos lÃderes paramilitares encausados han sacado a la luz algo que era un secreto a voces: La relación entre muchos polÃticos vinculados al presidente y las Autodefensas Unidas de Colombia. Seis congresistas han sido procesados por ello. Uno de ellos era Ã?lvaro Araújo, hermano de la Ministra de Exteriores de Colombia, MarÃa Consuelo Araújo. Al hermano de la Ministra el Tribunal Supremo de Colombia le acusa de participar en el secuestro de al menos uno de sus rivales polÃticos durante su campaña electoral y de recibir dinero de los Paras, que como en el caso de la guerrilla de las FARC, viene del narcotráfico. Lo que parece probado es lo bien que se lo pasaba en las fiestas que organizan lÃderes de las Autodefensas como el llamado Jorge 40. También el padre de la Ministra, que se ha visto obligada a dimitir por todo este asunto, está siendo investigado. Para añadir más leña al fuego, el jueves se detuvo, por orden de la fiscalÃa a Jorge Noguera, ex jefe de la DAS, la policÃa secreta colombiana, acusado de tener vÃnculos con los paramilitares. El escándalo ha trascendido tanto que ha llegado a Estados Unidos. La confianza en Ã?lvaro Uribe comienza a ser cuestionada, incluso entre algunos republicanos, y en un momento delicado: el Tratado de Libre Comercio tiene que ser debatido para su aprobación, asà como la extensión de los fondos para el Plan Colombia, que asciende actualmente a más de 4000 millones de dólares anuales. Ahora ambos acuerdos peligran por un escándalo que ya se ha llamado el “Paragateâ€?.
Uribe se ha visto obligado a dar un golpe de efecto, y la reacción parece a todas luces absurda. El presidente ha tirado de su nuevo salvavidas y ha nombrado a Fernando Araújo nuevo Ministro de Exteriores. El mismo hombre que estuvo seis años secuestrado en medio de la selva, que no conoció el 11 S, que poco puede saber de cómo han cambiado las relaciones exteriores desde entonces y cómo hacerlas frente será ahora, por orden del presidente, el máximo responsable de la polÃtica exterior del paÃs. Ese mismo hombre que al huir no sabÃa que Uribe habÃa sido reelegido, porque sus captores no le daban ningún tipo de información sobre lo que ocurrÃa en el paÃs. Un hombre que  lógicamente se siente desubicado y perdido en un mundo que no es estrictamente el que él dejó, y al que le va a costar readaptarse después de seis años de cautiverio en la selva. Pero el mismo hombre que, a su vez, se siente eternamente agradecido a Uribe por desencadenar esa operación militar que le permitió escapar.
El movimiento de Uribe indica mucho respecto a su intención. No parece que quiera acabar con el mal de la parapolÃtica, quizás porque nunca lo pretendió.  Parece más una operación cosmética de cara a la galerÃa, un acto simbólico que disimule el rearme de los Paras y el escándalo de la parapolÃtica. Un golpe de efecto que se limita a lavar la cara, no vaya a ser que, como decÃa Macaco, se haga demasiado obvio “esas razones que ampliamente conoce la Opiniónâ€? y a alguien se le ocurra algún dÃa investigar, por ejemplo, qué era eso de las Cooperativas Convivir que creó Uribe cuando era Gobernador de Antióquia.