Julio Embid
Mi vocación siempre fue la Medicina. Estudié en la Universidad de Alcalá de Henares y me especialicé en Microbiología y Enfermedades infecciosas. Obtuve muy buenas notas y tras acabar la carrera, me preparé a la vez el MIR y el doctorado. Mi tesis acerca de «Procesos de control en enfermedades nosocomiales intrahospitalarias en Europa Occidental» fue muy celebrada y obtuve cum laude. Aprobé el MIR entre los cien primeros de ese año y pude escoger lo que quería sin problemas. Hice mi residencia en la unidad de Medicina Tropical del Hospital Ramón y Cajal. Tras completar los cuatro años, con algo de dinero que tenía ahorrado, marché de cooperante a África. Estuve casi una década en Angola, Namibia y Mozambique estudiando el virus del dengue. Esta es una infección muy extendida que se presenta en todos los continentes con clima tropical. En los últimos años la transmisión ha aumentado exponencialmente en zonas urbanas y se ha convertido en un importante problema de salud pública para todo el planeta.
En América Latina el dengue es conocido como «fiebre rompehuesos», «fiebre quebrantahuesos» y «la quebradora» y cada cinco o seis años aparece un importante brote. La Wikipedia establece que el carácter cíclico en el número de casos de dengue puede ser el resultado de los ciclos estacionales que interactúan con una corta duración de la inmunidad cruzada para las cuatro cepas en las personas que han tenido el dengue. Cuando la inmunidad cruzada desaparece, entonces la población es más susceptible a la transmisión, sobre todo cuando se produce la próxima temporada de transmisión.
Cuando regresé a España me contrataron en el hospital de Toledo y seguí publicando en revistas especializadas acerca de estas materias. Me llamaron de la Junta de Castilla La Mancha y, aunque yo no había tenido nunca simpatías políticas por nadie, me ofrecieron ser Director General de Salud Pública y acepté. Con los años terminé como candidato por mi provincia al Congreso de los Diputados y lógicamente la ejecutiva nacional de mi partido decidió que fuera el portavoz de la Comisión de Sanidad. Por todo eso, cuando aquel lunes entré en aquella reunión del grupo parlamentario y vi cómo dos docenas de diputados sonreían con malicia mientras veían en su móvil un vídeo en el que aparecía yo de rodillas con mi lengua dentro de la entrepierna de mi secretaria veinte años más joven tumbada sobre la mesa de mi despacho, entendí inmediatamente lo que significaba la palabra “viral”.
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Nota del autor: Este cuento y veintinueve más se podrán encontrar en mi próximo libro «Tránsfuga. Treinta cuentos sobre la política», próximamente en librerías.