Lobisón
El domingo se difundieron imágenes de un centenar de personas que se manifestaban ante la embajada de Estados Unidos en Kiev solicitando la ayuda de este país frente a la intervención rusa. Eran personas de aspecto civilizado, probablemente creyentes en los valores occidentales, y su visión y sus palabras provocaban tanta simpatía como tristeza. Incluso, para las personas con cierta memoria histórica (mejor no hablar de edad), suscitaban una gran melancolía al recordar lo que sucedió en Hungría en 1956.
Para adoptar una posición dura frente a Rusia, Estados Unidos necesitaría probablemente un consenso europeo al respecto. Pero más del 30 por ciento del gas que se consume en la UE procede de Rusia. Todos recordamos las palabras de Hillary Clinton sobre la dificultad para adoptar una posición dura frente a China en el terreno de los derechos humanos (¿cómo podemos ser duros con nuestro banquero?), y no es difícil ver el paralelismo entre el banquero y el proveedor del gas.
Es verdad que el gas es una espada de doble filo, porque los ingresos correspondientes son también necesarios para Rusia. Pero una subida de precios puede ser una forma de presión más eficaz que un corte de suministro, como descubrieron los países productores de petróleo en 1973. No es nada evidente que la muy frágil economía europea esté en condiciones de resistir un chantaje gasístico, aunque seguramente se crearía un clima muy malo en todas las relaciones comerciales y financieras con Rusia.
Por otra parte el nuevo gobierno de Ucrania está una posición muy débil. No se trata sólo de que entre un 15 y un 30 por ciento de la población, de origen o lenguaje ruso, pueda no aceptar su autoridad, ni de la dificultad de controlar a los sectores más nacionalistas del Maidán, por lo que no se puede descartar el desarrollo de un grave conflicto civil a partir de los acontecimientos en Crimea. Además la situación económica es crítica, y es difícil imaginar que el FMI o la UE sean capaces de brindar ayuda con rapidez y sin condiciones intolerables para buena parte de la población.
El primer ministro Yatseniuk afirmó el viernes que habían volado 37.000 millones de dólares de créditos recibidos, lo que parece una acusación directa contra el fugado Yanukóvich. Pero éste había puesto en marcha el mes pasado —cuando ya debía de ser consciente que a esas alturas no tenía nada que perder— una investigación sobre las cuentas en Suiza de la exprimera ministra Yulia Timoshenko, investigación que podría tener mucha más base que la acusación con la que Yanukovich consiguió quitársela de en medio y encarcelarla.
Tanto el primer ministro como el nuevo presidente de la Rada y presidente interino del país, Olexandr Turchinov, son miembros del partido de Timoshenko, por lo que se verían en una situación complicada si efectivamente surgen elementos graves para acusarla del mismo enriquecimiento ilícito que el Maidán y buena parte de los ucranianos consideran el peor pecado de Yanukóvich.
Con unas instituciones tocadas en su legitimidad, ante un riesgo cierto de conflicto civil, y existiendo serias dudas sobre la capacidad de EEUU y la UE para frenar a Putin, casi parece que lo menos malo que podría pasar es que se llegara sin desastres mayores hasta el 25 de mayo, hasta la elecciones presidenciales en Ucrania y el referéndum que probablemente proclamará la secesión de Crimea como un protectorado ruso. Podemos ser incluso muy optimistas y pensar que para evitar una confrontación diplomática y financiera Putin acepte un arreglo federal que mantenga a Crimea en Ucrania, pero también se podemos ser razonablemente pesimistas y temer que la violencia se desate antes sin que ningún grupo de contacto pueda evitarlo.
La actitud europea con Rusia oscila entre el miedo al desabastecimiento o encarecimiento del gas (mientras, alegremente, se dispara al pie propio impidiendo el fracking, por ejemplo y cultivando la alarma anti energía nuclear) y el respeto reverencial al espacio vital ruso. Al igual que ocurría décadas atras, es muy visible la comprensión ante la sensación de cerco de los rusos. En cuanto se empezó a hablar de la posibilidad de boicotear la reunión del G8 en Sochi -¡qué menos!-, ya salió a la palestra Steinmeier, el ministro de exteriores alemán y líder socialdemócrata, alertando de lo desastroso que sería no cooperar con Rusia. Corren malos tiempos para la lírica, para la épica (no hay nigun Reagan a la vista) y hasta para la aritmética financiera. Y en la Casa Blanca deben seguir con el karaoke.
No quiero llevar el sarcasmo a una situación dramática,pero…ejem….
No dejo de pensar en que pasaría si en Mallorca las fuerzas separatistas de la isla se levantaran contra el gobierno autonómico de la isla y se quisieran ser un estado asociado de Rusia …..
No dejo de pensar en que Merkel mandaria sus tropas al Mediterraneo e invadiría la isla para salvaguardar los intereses turísticos en la isla de loa ciudadanos alemanes….ejem….ya se que eso no se producirá nunca….pero Sarah entenderá muy bien lo que quiero decir…..jiji….¿verdad?.
Hola Lobisón!! Mira en esta ocasión lo único que puedo decir sobre Ucrania es que hace 20 años llegaron 3 chicos de Kiev al equipo de rugby de mi hermano, con sus mujeres y niños, y aquí siguen todos menos uno de los hijos que quiso volver porque quería ayudar a su pais….
Amistad… que ni se les ocurra… 🙂
Buena la idea expresada en este twuit:
Vamos que un día la UE está a punto de firmar un acuerdo pre-pre-UE y al cabo de un mes apoyamos un golpe de estado contra él… raro-raro-raro… Eso si lo UE no chantajea, la UE no es imperialista, la UE no injiere sólo son los ruso… Yo modestamente aun estoy esperando que alguien me explique la diferencia entre ruso y ucraniano.
¿Cuál es el conocimiento del ciudadano medio español sobre Rusia teniendo en cuenta que nuestras misses están muy bien informadas al respecto?
Respuesta empírica:
http://www.youtube.com/watch?v=xd0_fAgSH1U