La perversión del 9 de mayo

LBNL

Por si alguien no lo supiera, el 9 de mayo de 1945 los nazis se rindieron. En realidad se rindieron a los Aliados el día 7 y a los rusos formalmente el 8 por la noche, ya día 9 hora de Moscú. La segunda guerra mundial no acabó hasta agosto con la rendición japonesa, ni siquiera la guerra en Europa porque perduraron algunos combates, por ejemplo en Chequia, pero la fecha se ha consagrado como efeméride que conmemora el fin de la guerra que destruyó Europa (por segunda vez). De ahí que cinco años más tarde, en 1950, el a la sazón Ministro de Exteriores francés Robert Schuman eligiera el 9 de mayo para pronunciar el discurso en el que propuso la puesta en común del carbón y el acero franco-alemanes, sentando las bases primigenias de lo que hoy es la Unión Europea.

Pero todo eso le da igual a Putin, que hoy va a anunciar su gran victoria frente a los nazis ucranianos y el fin del genocidio en curso contra la población ruso parlante del Donbás. Poco importa que los ucranianos que luchan contra las tropas rusas invasoras en Karkhiv, Lugansk (donde ayer murieron varias decenas de refugiados en una escuela), Mariupol y demás poblaciones ucranianas del Este, sean ruso parlantes. Menos importa todavía que el gobierno de Kiev fuera elegido democráticamente y tenga de nazi lo que yo de tonadillera de copla. Para Putin y sus adláteres ultra nacionalistas rusos, todo aquel que debiera abrazar la hermandad eslava dirigida desde Moscú – por su pasado histórico conjunto – es nazi y merece ser sometido a sangre y fuego si se resiste. Es un razonamiento tan sencillo como cutre pero perfectamente válido para Putin y para una gran parte de la población rusa, aunque esta última tiene la excusa de ser objeto de una campaña de desinformación permanente y continuada.
El 9 de mayo representa la victoria frente al fascismo racista y genocida nazi, y también el nacimiento del primer proyecto de integración europea “por las buenas”, es decir, pacífico y entre democracias que se suman a él voluntariamente, no como antaño cuando Napoleón o antes aún, Carlomagno.

Putin va a seguir destruyendo y asesinando. Ojalá ordenara un alto el fuego pero no creo que lo haga porque las cosas no le están saliendo bien en el campo de batalla y le quedan varios objetivos “mínimos” por cubrir todavía, señaladamente Odesa a la que solo ha sido capaz de llegar con misiles. Pero incluso si dictara un alto el fuego sería un punto y seguido, como lo fueron los Acuerdos de Minsk en 2014 tras la toma de parte de Donbás. La invasión de final de febrero respondió a que Putin entendió dichos Acuerdos como un medio para conseguir lo que considera suyo, que no consiguió porque Ucrania no está de acuerdo y quiere seguir siendo un país soberano y libre de imposiciones externas.

Entretanto la Unión Europea está debatiendo intensamente un nuevo paquete de sanciones a Rusia, prohibición de importación de su petróleo incluida, y, conjuntamente con el resto del G-7, suministrando grandes cantidades de armamento a Ucrania para que pueda defenderse.

Putin dirá hoy lo que quiera y muchos millones de rusos no tendrán más remedio que creerle ante la falta de información plural y objetiva. Pero está más perdido que nunca, solo, aislado internacionalmente, sufriendo bajas ingentes en el campo de batalla y al frente de una economía que se desmorona por más que intente vender que todo va bien.

El verdadero fascista es él y va a acabar como todos los fascistas: derrotado sin paliativos. Esperemos que no tengamos que esperar al 9 de mayo del año que viene para celebrarlo.

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