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Cuando le vimos regresar en libertad a Chile después de su arresto en Londres, casi todos sabÃamos que morirÃa en su cama. Y asà ha sido. El pasado domingo morÃa Augusto Pinochet, uno de los más sanguinarios dictadores de la segunda mitad del siglo XX, quizás el más insolente y descarado. Jamás pidió perdón; “¿ A quién le vamos a pedir perdón? – decÃa- ¿a los que trataron de liquidar la patria?.â€?
Con él han muerto muchas de las causas: Esas que, por ejemplo, que le señalaban con el dedo por crÃmenes de genocidio, tortura, y lesa humanidad. En la triste memoria de Chile quedan muchas historias macabras, como la Caravana de la Muerte, ese infame escuadrón militar que recorrió el paÃs de sur a norte asesinando opositores. O Villa Grimaldi, el campo de concentración donde miles de chilenos fueron torturados sistemáticamente. La actual Presidenta de Chile, Michelle Bachelet, tuvo la desgracia de conocerlo por dentro cuando era apenas una niña. También la “Operación Colomboâ€?, orquestada en el 75 por su guardia pretoriana, los servicios secretos chilenos – DINA- para ocultar la desaparición de 119 opositores. Incluso encontró aliados en el vecindario; La “Operación Cóndorâ€?, un plan llevado a cabo por él y otros militares de altura, como el argentino Videla, dejó un rastro de sangre por todo el Cono Sur. Su largo brazo llegó también hasta Buenos Aires, donde asesinó al General Prats con una bomba en el coche. Una larga lista de crÃmenes que dejan la escalofriante cifra de 3000 muertos, 30.000 torturados y 1.200 desaparecidos. Una larga lista de crÃmenes por los que no ha recibido sentencia.
Pero lo que más duele es que pareciera que se rió de todos nosotros. Se rió de Garzón, cuando, después de un año de arresto domiciliario en Londres, regresó a Chile completamente impune. Se rió del Juez Guzmán que le procesó en Chile en el 2001 por los asesinatos de la “Caravana de la Muerteâ€?. Se rió de los familiares de las victimas cuando pagó la fianza por su procesamiento en el caso de Villa Grimaldi. Y sus sublimes actuaciones de achaques y senilidad nos revolvÃan las entrañas a más de uno, pero siempre, siempre funcionaban. Y es que el dictador ya lo dijo una vez hablando de las vÃctimas: “2000 no son nadaâ€?.
Pero aún quedan muchos por enjuiciar. Porque muchos formaron parte de aquellos macabros años. Militares, jefes de la policÃa y la DINA chilena, pero también, y si apuntamos alto – ¿porqué no?- tendremos que enjuiciar a altos cargos norteamericanos de la época. Por ejemplo, Henry Kissinger, viejo conocido por los derechos humanos, que dio el apoyo necesario a Pinochet en aquél trágico 11 de septiembre de 1973 en el que empezó todo. Algo falla en la justicia cuando los responsables de estas barbaridades mueren tranquilamente en sus casas.
Pero seamos responsables. Quizás Chile no podÃa asumir la tarea de juzgar a Pinochet. Quizás era poner en peligro una exitosa transición. Quizás por eso fue un tribunal español el que empezó su primer procesamiento. Pero algo falló, porque Pinochet no ha sido ni será ya nunca sentenciado. Sus causas prescriben con su muerte y los muertos, aún esperan justicia.
Incluso con su muerte ha sembrado odio y rencor. Por nuestros televisores se han colado imágenes de batallas en las calles de Santiago, que aisladas, nos pueden recordar a su triste época. Matices sin duda minoritarios, poco representativos. Chile es hoy la democracia más consolidada de Latinoamérica. Tiene la economÃa más estable de todo el Cono Sur. Incluso su transición recuerda mucho a la nuestra. Sin embargo, la división entre pinochetistas y antipinochetistas sigue presente; Entre las grandes fortunas de Chile todavÃa hay un agradecimiento al régimen por ese rumbo económico neoliberal que les permitió amansar tanto dinero. Un sentimiento cegador, pese a que el dictador perdió muchos enteros este año. DecÃa Pinochet que nunca le podrÃan acusar de ambición de poder o de dinero. Los suyos se lo creyeron. Pero el informe Renting del congreso norteamericano desveló que durante 25 años Pinochet amansó en una red de 125 cuentas en bancos norteamericanos, como el Banco Rigs, millones de dólares robados durante su mandato. Y con ello cayó el poco respaldo que tenÃa.
Cuando se graduó en la escuela militar, Pinochet, como todo militar chileno, recibió un sable con una leyenda inscrita:“ No me saques sin razón ni me envaines sin honor�. Asesino, ladrón, y miembro de honor en la lista de personajes más siniestros de la historia, parece más que obvio que ese sable nunca debió llegar a sus manos. Nuestra única derrota ha sido no poder nunca sentenciarlo.
Su hija, que para eso es su hija, intentó ayer defenderlo en su funeral. Padre, general, presidente, decÃa LucÃa Pinochet Hiriart…..Pero por más que insista la señora Pinochet, las 5000 personas que asistieron fervorosas a su funeral no son una demostración del cariño del pueblo hacia su padre. Porque, como decÃa su padre “el Generalâ€?, 5000 no son nada.