De la ineptitud

Juanjo Cáceres

El antiguo corresponsal de La Vanguardia, Rafael Poch, publicaba este lunes en CTXT un artículo denominado “Peligrosa ineptitud europea”, que iniciaba su redacción de forma muy contundente:

La élite política europea se caracteriza por su ineptitud. En casi su totalidad se trata de gente que durante décadas externalizó a Estados Unidos la función de pensar políticamente, adoptando el infantilismo político, el narcisismo y la arrogancia de unos principios y valores que, desde luego, la Unión Europea no encarna, practicando una política basada en la imagen…”

El texto es generoso en adjetivos y califica de despropósito el pretender aguantar el conflicto sin la contribución de Estados Unidos, sobre todo teniendo en cuenta cuál ha sido el resultado de este mientras el apoyo bélico estadounidense se ha mantenido vigente. Igualmente alude al mítico compromiso de los 800.000 millones dirigidos al rearme, un propósito que va a encontrar serios obstáculos en unas economías nacionales con unos PIB muy cargados de políticas y de deuda. Especialmente en el caso de España, puesto que las posibilidades de que Sumar “se sume” a esto son tan grandes como las de que Mercurio choque con la Tierra. Será interesante ver en qué queda todo y ver también que posición adoptan los otros partidos de apoyo no gubernamentales y el primer partido de la oposición.

Ahora que Estados Unidos inicia su viraje, la inesperada evolución de los acontecimientos hace indispensable releer autores que en el pasado han sido muy críticos con la posición y las maneras de hacer europeas, puesto que algunos de sus argumentos tienen un valor distinto. Pero no hay que dejar de hacerlo cuidadosamente, porque en este momento de crisis de alianzas y de crisis de enfoques geopolíticos es igual de fácil quedarse corto, que pasarse de frenada. Aun así, parafraseando a Josep Borrell, esta es nuestra nueva realidad y no queda otra que asumirla y abordarla.

Aunque algunos discursos vienen cargados de ira, ya son muchos años de convivencia en la Unión Europea y en la OTAN como para negar que todo el mundo tiene cadáveres bajo la alfombra. El ejercicio de defensa de la soberanía de Ucrania no resulta demasiado discutible desde el punto de vista de las normas básicas de la convivencia internacional, pero en otras ocasiones a los europeos les ha faltado tiempo para participar en acciones bélicas contra la soberanía de otros estados cuando Estados Unidos ha tocado el silbato. Creo que estaremos de acuerdo que cuando España formaba parte del trío de las Azores no estaba defendiendo precisamente la paz y la justicia universal. Tampoco era esa su misión cuando recientemente el gobierno español optó por cambiar su posición respecto al futuro del Sáhara, avalando la vía marroquí. Y no son hechos remotos, sino que se han producido hace tan solo algunos años o algunas décadas.

Estos antecedentes sitúan con claridad que Europa no es siempre, ni en todo momento, un paladín de la justicia, sino un actor más en el tablero global, cuyos movimientos tienen mucho que ver con el lugar que ocupa en el mundo, su rango de alianzas, sus necesidades y sus interdependencias. Pero lo que todos esos antecedentes no explican es que la política europea está regida hoy en día por las mismas condiciones de postureo, adicción al relato y carrera personal propias de los personajes políticos nacionales, lo que también nos habría de hacer tomar las cosas con cierto escepticismo. Especialmente en esos momentos en que todo se tambalea, en que se pone en marcha el juego de las sillas y tras el cual acabaremos descubriendo, en el momento que se detenga la música, que probablemente no haya ni una silla.

Tampoco podemos olvidar que la evolución de los acontecimientos hay que seguir analizándola con la vista puesta en diferentes tableros, no solo en uno. Es, por ejemplo, más fácil entender lo que pasa con Israel, si tienes en cuenta lo que pasa en Ucrania, y viceversa. Es también más fácil de entender el sentido de lo que se dice a cada momento, si se tiene en cuenta el ego de los dirigentes europeos, su incontinencia verbal y su afición a presentarse cada cierto en cualquier escenario como campeones de la paz y la democracia sin aportar absolutamente nada útil. Los gestos con Zelensky durante los últimos días son solo un ejemplo reciente de una tradición que hunde sus raíces mucho más atrás. Me temo, además, que los ibéricos hemos tenido la suerte de vivir cerca de ciertos presidentes que han destacado muchísimo en ese aspecto en los últimos años.

Capítulo aparte merece, sin duda, la Comisión Europea, como un ente que no se sabe muy bien a quién representa realmente, pero al que los líderes de importantes estados-nación hacen la ola en cada cosa que proponen. La pregunta de “por qué 800.000 millones y no 20.000 o 300.000” es legítima, y también legitima mucho más las decisiones el que se expliquen las razones y fundamentos de estas. Europa se ha construido de forma solidaria y muchos son los Estados que se han beneficiado a lo largo del tiempo de dicha solidaridad, pero también conocemos su lado oscuro, el de los hombres de negro y la austeridad. Somos muy aficionados a hablar de la ayuda europea, cuando a menudo de lo que se habla es de partidas de crédito que en algún momento y bajo alguna forma han de ser devueltas, sin razonar demasiado sobre cómo influye eso sobre la deuda soberana.

De todo este conjunto de ingredientes y con estos cocineros, es difícil hacer un buen plato, pero las tendencias culinarias de las últimas décadas nos enseñan que para crear algo nuevo, bueno y mejor a veces hay que deconstruir el plato viejo. La necesidad de forjar algo nuevo es innegable, en la medida que ha quedado claro y descrito que Donald Trump está demoliendo el viejo orden mundial. Lo que no está tan claro es si lo ha empezado a demoler o si dicha demolición se inició mucho antes. Si este aparente retorno a las zonas de influencia que descubrimos ahora en las acciones del multimillonario presidente, no tiene su reflejo en la expansión de la Unión Europea hacia el Este -y también de la OTAN- que se ha producido lenta e inexorablemente durante las últimas décadas.

En definitiva, seguimos en vilo y adaptándonos a las circunstancias, mientras que esas hondas disensiones que afectan a Debate Callejero estos días no son más que el fruto de una etapa de crisis profundísima que se debe seguir analizando y sobre la que se debe seguir reflexionando.

2 comentarios en “De la ineptitud

  1. Para que existan disensiones debe de haber con anterioridad tesis e instituciones que organicen los debates . También números .

    La OTAN, sumando a la UE y el Reino Unido, ya gasta más de 1,3 billones de dólares, mientras que Rusia apenas supera los 80.000 millones. Eso significa que la OTAN invierte al menos 15 veces más que Rusia en defensa.

    Además, no es solo una cuestión de cantidad. La inversión occidental se destina a tecnologías más avanzadas, mejores sistemas de mando y control, mayor interoperabilidad entre aliados y capacidades estratégicas superiores (como aviones de quinta generación, drones avanzados, defensa antimisiles y guerra electrónica).

    Con el aumento presupuestario en Europa, impulsado por la guerra en Ucrania, la brecha se ampliará aún más. Países como Alemania y Polonia están rearmándose rápidamente, y EE.UU. mantiene un gasto enorme en defensa.

    En términos de calidad y cantidad, la superioridad occidental es abrumadora y seguirá creciendo.

    Henry Kissinger sostenía que el orden internacional, especialmente el llamado orden westfaliano, no era un sistema natural ni permanente, sino una construcción frágil basada en equilibrios de poder temporales.

    En su obra World Order (2014), Kissinger argumentaba que el sistema de Westfalia (1648) fue una solución pragmática a los conflictos religiosos en Europa, pero no estableció un modelo universal. A su juicio, el orden internacional siempre ha sido inestable porque depende de la voluntad de los actores principales para respetarlo, y no de reglas inmutables.

    Era escéptico respecto a la idea de un “orden global” estable, ya que las grandes potencias tienden a reinterpretar las reglas en función de sus propios intereses. Según él, cada época redefine el concepto de orden, y la historia muestra que los sistemas internacionales colapsan cuando los equilibrios de poder se rompen.

    Kissinger veía el orden internacional más como una negociación continua entre potencias que como un sistema fijo basado en normas universales.

    El riesgo existencial de Rusia es cercano a cero pero el del Putinato es muy alto e impreciso .

    La política a emplear es la unidad de occidente aplicada mediante la estrategia de la boa constrictor .

    La extrema derecha europea y americana coinciden con la rusa en la ordinariez e insignificancia de sus políticas . Comparten con la extrema izquierda el ser movimientos políticos demodés, pero de gran intensidad dramática .

  2. Muchas gracias por su ameno comentario y por trasladar la visión «kissingeriana» de las relaciones globales, muy oportuna en estos tiempos.

    No obstante la correlación entre gastos y eficiencia militar es más sinuosa de lo que parece y es conveniente que cuando se plantea, se compare también entre estados soberanos y no entre bloques o regiones. En todo casi la «abrumadora superioridad occidental» no ha servido para poner fin a la guerra ni siquiera para garantizar la defensa de Ucrania. En este caso, como casi siempre, correlación no es causalidad.

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